20 de agosto de 2009

Amamantar y autoestima (II)


Por Ileana Medina Hernández


Hace unos meses dedicamos un artículo a cómo la lactancia materna contribuye a la formación de la AUTOESTIMA del bebé. La autoestima y la formación de la personalidad comienza desde el mismo momento del nacimiento, incluso desde el momento de la concepción.

Hoy vamos a hablar de la relación de la lactancia con la AUTOESTIMA DE LA MADRE. La lactancia -y la crianza- son eslabones fundamentales en la cadena de la autoestima y del amor, mientras más tengamos, más daremos a nuestros hijos y así sucesivamente.

Como analizamos en el post sobre la Divina Trinidad, en la sociedad patriarcal las mujeres, excluidas del plano de lo divino y consideradas "pecadoras", hemos visto nuestra autoestima dañada y menospreciada a lo largo de los siglos. Nuestra sexualidad ha sido reprimida, enorme el grado de represión y de desconocimiento sobre el funcionamiento del cuerpo femenino, que atenta contra nuestra capacidad de parir y amamantar a nuestros hijos. (Al respecto, son muy interesantes los libros y artículos de Casilda Rodrigañez).

Lo que no resulta tan fácil de ver, y creo que ahí está el quid de la cuestión, es CÓMO LA MUJER REPRIMIDA DURANTE SIGLOS SE CONVIERTE EN UNA "MALA" MADRE. Léase esta "mala" entre comillas, en el sentido de que no puede ofrecer lo que el hijo primariamente necesita: leche y cuerpo maternos.

Creo que el patriarcado afecta la calidad de la MATERNIDAD en dos sentidos diferentes, pero complementarios:
  • El embarazo, el parto y el puerperio son parte de la sexualidad femenina. Las mujeres, con nuestra sexualidad históricamente reprimida,  nos encontraremos con dificultades para embarazarnos, parir y amamantar, fácil y placenteramente. Amamantar es un acto absolutamente físico: corporalidad, fluidos, cuerpo... es sexualidad pura. Si nos han metido en la cabeza que nuestro cuerpo es indigno, si desconocemos cómo funciona, si no somos capaces de tener orgasmos, si no estamos familiarizadas con los fluidos de nuestro cuerpo y más bien tendemos a rechazarlos -aunque ese rechazo sea inconsciente-, tendremos problemas para parir y amamantar.
  • La autoestima. Para lograr amamantar la mujer ha de tener una autoestima bien construida. Confiar en su propio cuerpo, saberse capaz de alimentar a su hijo (en los niveles profundos del inconsciente, no basta con leer manuales sobre lactancia materna), ser capaz de renunciar durante varios meses a la vida social, al maquillaje, al trabajo, al éxito social, al bar de la esquina, a mirar el reloj, o a depilarte las piernas... sin sentir que pierdes tu vida en ello. La lactancia nos necesita desnudas, en cuerpo y alma, sin más que nuestra propia capacidad femenina de alimentar a nuestros cachorros. Es un gran acto de humildad: no manda una, manda el cachorro. No hace falta que miremos el reloj, ni controlemos el tiempo, ni la cantidad, ni que compremos la leche más cara y contemos 9 cacitos... Solo hace falta que abandonemos toda racionalidad y estemos disponible para el hijo. La lactancia materna puede convertirse así en una forma de desintoxicación de las fórmulas sociales, en una forma de meditación y de encuentro con nuestra esencia.

Si mi autoestima -construida en lo externo- necesita mirarme en el espejo y verme una cintura de 60 cm, repoblarme las pestañas cada mañana con maybelline, el cafecito y el cigarrito, la fiestas y reuniones sociales, o la valoración social que obtengo en el trabajo... y verme igual de estupenda que antes de parir para no derrumbarme, se hará muy difícil que pueda fluir y renunciar a todo eso para sumergirnos en el mundo íntimo del amamantamiento, del acarreo de la criatura, de las noches insomnes...y permitirte sentirte como la persona más importante del mundo: la gran madre que sostiene y alimenta. 

Si la sociedad premiara y valorara a la madre que sostiene y alimenta, entonces las mujeres lo tendríamos más fácil para sostener a nuestros cachorros. Pero si la sociedad solo nos valora por la belleza física, o por el rol profesional, puies la maternidad desvalorizada nos derrumba a las mujeres, y nos obliga a buscar desesperadamente una puerta de salida: volver al trabajo y a la cintura estrecha, y que otro dé el biberón por mí.

(Lo cual no tendría nada de malo, si no fuera porque la necesidad primaria de la cría humana es la de ser amamantada y permanecer en contacto con el cuerpo materno durante los primeros AÑOS).

A la vez, las mujeres estamos descubriendo que cuando logramos amamantar con placer, nos sentimos felices de ello. Nuestra autoestima sale reforzada, y nuestra fuerza maternal y personal parece multiplicarse.

La gran paradoja de todo esto, es que parece que las feministas luchan y lucharon, precisamente por que a las mujeres no se nos valore en cuanto criadoras. Pero es que no lo hemos sido nunca. La mujer oprimida por el marido en su casa, ignorantes de nuestra sexualidad y de nuestros deseos más íntimos, con nuestras autoestimas pisoteadas, no hemos podido tampoco ser la madre feliz y disponible para nuestras crías que podemos llegar a ser. Hemos sido menospreciadas hasta en eso. Nuestra labor de crianza invisible, lo único importante quién trae el dinero a casa.

Una vez las mujeres incorporadas al trabajo remunerado y a la vida pública, podemos ahora también reconstruir el prestigio de la crianza. No es incompatible. 

Paradójicamente, ha sido necesario recorrer el largo camino de la incorporación al trabajo y al mundo productivo, para a partir de ahí, tener el poder y la fuerza necesarios para reivindicar la crianza. Este camino, a la vez permitiría que el hombre pudiera incorporarse a la crianza y a las labores domésticas, que pasaría a ser una actividad prestigiosa, placentera y pacífica: la familia como lugar nutricio y no como lugar de opresión. 

1 comentario:

  1. Maravillosa reflexión.
    Hoy, madre de un bebé de casi 4 meses, me emociono al leer cuánto valor tiene lo que hago, hacemos, han hecho y harán las mujeres.
    Qué grandeza tan sutil, tan llena de amor y fuerza. Un fortísimo abrazo a todas las mamis

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