(Una respuesta al Doctor Carlos González)
Por Ileana Medina Hernández
"Y el Señor Dios dijo a la mujer:
Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos;
darás a luz a tus hijos con dolor.
Sentirás atracción por tu marido,
y él te dominará".
Génesis 3:16
En el capítulo 22 de su libro
Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna (Editorial
Temas de Hoy), el pediatra Carlos González hace un magnífico análisis sobre el hecho por él constatado de que las madres siempre nos sentimos "culpables".
Reproduzco aquí el fragmento, para que podamos tener una idea:
(...) Cuando la mujer se convierte en madre, parece que el sentido de culpabilidad se agudiza, y no solo en lo referente a la lactancia. Atiendo el consultorio de una revista, y muchas de las cartas hablan explícitamente de culpabilidad. Muchas madres se sienten culpables no por cosas que han pasado, sino que podrían haber pasado.
(...)Según el proverbio, quien hace lo que puede, dice lo que sabe y da lo que tiene, no está obligado a más. Pero el sentimiento de culpa no entiende de lógica; Beatriz se siente culpable de haber estado mal informada (en vez de echarle la culpa a quienes la informaron mal): “Soy una mamá de una niña de un mes que amamanto a pecho y a biberón, por una falta clara de información a tiempo (mea culpa)”
(…) Las madres consiguen sentirse culpables por lo que hacen mal, pero también por lo que no hacen, por lo que hacen otras personas e incluso por lo que hacen bien: Julia ha recibido tantas críticas por coger a su hijo en brazos y malcriarlo "que incluso me he llegado a sentir culpable de quererle tanto".
"Si se sienten culpables por casi todo, ¿a quién sorprende que se sientan culpables por no dar el pecho? Laura ha llegado a sentirse culpable porque sí da el pecho: "No sería mejor suspender la lactancia, a mi pesar, porque realmente la niña esté alimentándose de mis nervios, depresiones, etc. y no la estoy favoreciendo nada con mi leche?" Isabel, porque le da a su hijo pecho siempre que quiere, a pesar de que el pediatra le ha dicho que dé el pecho sólo dos veces al día: “El caso es que me siento un poco culpable por desobedecer a mi pediatra”. Montse, que mete a su hijo en la cama cuando llora por la noche, se alegra de haber leído mi libro Bésame Mucho: "Tras leer su libro, me siento menos culpable (maldita palabra)". Pero no me atribuyo ningún mérito; me consta que otras madres, que habían dejado llorar a su primer hijo, se han sentido culpables al leer mi libro."
"El caso es que las mujeres en general, tienden a sentirse culpables de muchas cosas, al menos en nuestra cultura. Ignoro si una cosa es genética o puramente cultural (es decir si son realmente así, o las enseñamos desde pequeñitas), pero algo hay.
La pregunta clave sería entonces: ¿Por qué nos sentimos culpables con tanta facilidad las mujeres, y más aún las madres? González se pregunta si es algo biológico o cultural. Y deja la pregunta abierta.
Pensar la culpabilidad femenina nos impulsa fácilmente a "caer en la tentación" de partir de la culpa de Eva, de la culpa primigenia y femenina por antonomasia.
¿De qué fue culpable Eva?
Como es conocido, según el mito bíblico, Eva fue culpable de desobedecer a Dios, probando el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal.
El pecado sería pues el conocimiento, la conciencia, la cultura... todo aquello que nos separa de la naturaleza. El pecado original sería inherente al ser humano, desde el mismo momento en que SABE, que adquiere conciencia de sí mismo, y por tanto se separa de la naturaleza para entrar en la CULTURA, y con ello en las reglas sociales, las normas, el "bien" y, por tanto también, el "mal". Al ganar el conocimiento el hombre quiso "ser Dios" (esa es la culpa) pero a la vez, pierde la inocencia, y gana también la maldad (es la propia serpiente, el maligno, quien la induce a ello).
La otra interpretación habitual que se ha dado al pecado original es la sexual, la conciencia de la desnudez, de la atracción por el otro sexo, y por tanto, la sexualidad convertida en "deseo", la libido, la lujuria, el sexo más allá del fin meramente reproductivo.
La pecadora es, sin embargo, Eva, la atrevida, la que toma la iniciativa. (¿El varón hubiera seguido sumiso a Dios, y por tanto, ignorante?). Curiosamente es también la que tiene el vientre para parir. Tal actitud de seguridad no parece digno de una novata, más bien parece aludir a un camino antiguo, a un tiempo anterior a la escritura (anterior a la "sagrada" escritura, al propio antiguo testamento) en que la mujer ostentara la iniciativa, ascendiera hasta "retar a Dios", hasta querer apropiarse del conocimiento sagrado y compartirlo con el varón (¿se entera entonces el varón de cuál es su papel en la reproducción?).
¿Sería entonces el instante en que comparte ese conocimiento con el varón, en el que surge su culpa, y como consecuencia su castigo:
el hombre te dominará, sufrirás en el embarazo, y parirás con dolor?
Es evidente que el momento del surgimiento del relato bíblico (que no del surgimiento del mundo) es el mismo instante de tiempo en que se fundan los cimientos de nuestra "civilización": la
escritura (la historia), el
patriarcado y la
religión monoteísta.
Es el conocimiento (entendido como separación de la naturaleza, escritura, lógica, historia, racionalidad...), de la mano del patriarcado, el que separa a Eva de la comunión con su propio cuerpo y con la naturaleza, pierde el control sobre sus ciclos femeninos, y comienza su declive: el sometimiento al varón, la esclavitud, la cacería de brujas... La polarización total del mundo hacia el lado masculino, racional, científico, productivo y, también, violento.
Las mujeres perdimos nuestra autoestima, y en su lugar, se instaló la inseguridad, y por tanto la culpa (como sensación de que podías haberlo hecho "mejor"). Cuando se actúa según la naturaleza, no hay "mejor" ni "peor", que son valoraciones racionales.
No es pues genética (natural) la culpabilidad de la mujer, es el síntoma de un malestar (podríamos decir que de un "malestar en la cultura" para tomarle el título a Freud, aunque la interpretación es exactamente la contraria, como analizaremos en otro post). De un malestar en la cultura -machista-, que no nos permite conectarnos con nuestro cuerpo, ni con nuestros procesos reproductivos de la forma en que la naturaleza ha previsto para nosotras.
Como bien dice González, la culpabilidad aumenta cuando somos madres. Biológicamente, la responsabilidad de la crianza es y sigue siendo de la mujer (es la única que tiene útero y pechos). Pero culpa no es lo mismo que responsabilidad. Si somos responsables, y hacemos las cosas como queremos, o como mejor sabemos, no existe la culpa.
Creo que la culpa viene de que la madre no pueda precisamente desarrollar ese vínculo biológico, no pueda ser dueña de su parto (el parto ha quedado en manos de hombres "científicos" que controlan, nos ponen en posición horizontal, abren, pican y nos separan inmediatamente del bebé... "parto con dolor"), que la madre no pueda ser libre para cuidar a su cachorro como desea, hayamos "olvidado" amamantar, sentirnos libres para seguir nuestro instinto.
Las mujeres nos hemos "masculinizado", entrado en el mundo racional del conocimiento, la ciencia, la productividad, la competencia, el ascenso social... Todo eso que se interpretó por los primeros feminismos como "liberación". Y que es un paso necesario para el desarrollo social, pero no puede ser el definitivo.
No puede ser definitivo porque, tal como está organizado el mundo social-laboral-productivo, nos incapacita para atender a las crías, para darles el cuerpo, la leche, la presencia, la mirada, el calor que los bebés necesitan para nutrirse, para formarse como seres seguros, que puedan ser personas plenas e independientes en el futuro, llenos de amor que luego puedan ofrecer a su vez a sus descendientes.
Como consecuencia, los bebés frágiles y necesitados van a guarderías desde los 45 días, son alimentados con leches artificiales, son expulsados a dormir en solitario desde el primer día de nacido, pasan el día en cochecitos, hamaquitas y artefactos de plástico, carentes de la corporalidad materna que es el único signo que ellos pueden entender del amor... Y lo que es peor, seguirán siendo adultos necesitados y pobres de autoestima, buscando salvarse siempre en el consumismo, en la violencia, en las adicciones o en la feroz competitividad social.
Las madres - muchas madres tardías, profesionales, que antes de serlo hemos construido nuestro propio "yo" en el mundo de la universidad o la competitividad productiva- nos sentimos perdidas y desbordadas cuando tenemos un bebé en brazos que solo demanda todo el día leche y brazos, fuera del tiempo y del espacio sociales. Y en medio de nuestro desvarío, de nuestra propia inseguridad, de nuestro maltrecho espacio emocional, incluso llegamos a defender como propias las teorías que propugnan "dejar llorar a los niños".
Es precisamente la frustración, la imposibilidad de construir sanamente ese vínculo madre-bebé, vivido como conexión biológica, lo que hace que aflore la CULPA. La incomodidad que sentimos entre lo que dicta la sociedad, y lo que sentimos nosotras. La contradicción naturaleza-cultura se vuelve terriblemente insoportable en la madre puérpera.
Por eso nos sentimos culpables -o atacadas, que es lo mismo- todas: las que amamantamos, las que decidimos o podemos quedarnos en casa, las que optamos por una crianza más natural y conectada con nuestro bebé (y vemos que un amplio sector social nos critica por ello, y nos vemos obligadas de mil maneras a reincorporarnos de inmediato al mundo laboral), y también las que deciden "voluntariamente" no amamantar y reincorporarse inmediatamente al trabajo, porque incluso sin saberlo, a nivel inconsciente, algo profundo, muy profundo, se remueve en su interior.