27 de julio de 2009

Los maravillosos dos años


Por Ileana Medina Hernández

Mi hija ha cumplido dos años. Revolotea a mi alrededor, preguntando "¿quién es este, mami?", "¿qué es esto, mami?". Ha dormido su primera noche del tirón. Y donde quiera que ve dos cosas semejantes, una más grande y otra más pequeña, dice: "esta es la mamá, y este es el bebé".

Comienza la conciencia de su yo separado, el abandono progresivo y lento de su estado de fusión con la madre. Muchos le llaman "los terribles dos años", otros le llaman "la primera adolescencia", haciendo hincapié en que comienzan los conflictos, las rabietas, el desencuentro entre los padres y el niño. Así comienzan las "crisis", y nos pasamos la vida de una crisis en otra: la de los dientes, la del colegio, la de los dos años, la de los cinco, la de los doce... Si nos empeñamos, en lugar de nuevos retos, de oportunidades, de avances, no vemos más que una gran "crisis" permanente.

No creo que las rabietas de los 2 años sean algo inevitable, que los niños vengan preparados de "fábrica" para tener rabietas a esta edad. Me huele que es, una vez más, un mal "cultural", un fallo en el enfoque "adultocéntrico".

A los dos años, los niños, que hasta entonces han vivido en estado de fusión con el entorno, y sobre todo con la madre, comienzan a ser conscientes de su "yo". Comienzan a manifestarse como seres independientes, a tener su propio "carácter", a formar su propia personalidad. No puede ser que en cuanto nuestro hijo comienza a manifestar su propia esencia, eso para nosotros ya suponga un "problema", una "crisis". No puede ser que seamos tan frágiles que un pequeño de 2 años ya haga tambalear nuestra confianza en nosotros mismos.

El respeto a sus deseos, a esa nueva "personita" que ya quiere hacer cosas "yo solita", el acompañamiento, la paciencia, la comunicación y la comprensión son vitales, a esta edad y a cualquier otra.

Por otro lado me temo que en este momento ya empiezan a notarse las carencias que el niño haya podido tener en sus dos primeros años de vida, la comunicación que no hemos instaurado a tiempo, el cuerpo materno del que les hemos privado. Comienzan a acusar, a manifestar y ya pueden verbalizar ciertos malestares de los que quizás no hemos sido conscientes en su primera crianza.

Probablemente, mientras más acompañado, mirado, amamantado, comprendido, llevado en brazos y sostenido haya sido el bebé hasta este momento, menos rabietas cogerá, menos pegará, menos llorará, menos terrores nocturnos y menos miedos tendrá en esta nueva etapa que comienza. Como dice Laura Gutman, a los dos años los niños comienzan a tener "su propia sombra". La construcción del "yo" y de la "sombra" van a la par. Mientras más libertad, más amor y menos represión, más fácil y más sano será el proceso.

Mi niñita cumple dos años. Y comienza tímidamente a volar. El mismo inmenso amor que hace falta para estar a su disposición todo el tiempo, para amamantarlos y para darles todo el cuerpo que necesitan cuando son recién nacidos, hace falta más tarde para ver crecer sus alas, para disfrutar su vuelo y acompañarles desde atrás en la elección de su propio camino.

22 de julio de 2009

Nadie habla de amor


Por Ileana Medina Hernández


Las violaciones recientes a dos niñas en las que participaron otros menores, ocurridas en Andalucía, han puesto a la opinión pública a favor de rebajar la edad penal hasta niños de 12 años.

Los lectores, tanto del periódico El País como de El Mundo, opinan mayoritariamente que los menores sí deben ser castigados. Esto es en parte normal, cuando un acontecimiento así se produce, la opinión pública en caliente siempre es partidaria del linchamiento.

Por suerte, los jueces y algunos políticos que mantienen la cabeza en su sitio, han opinado que no se puede cambiar la legislación por casos aislados, y qué lo que hay que preguntarse es qué pasa en una sociedad para que estos hechos ocurran. Es fácil pensar en el castigo, lo difícil es pensar en las causas.

En primer lugar, creo que no debe cundir el pánico. El mundo no "se está acabando". La violencia sobre los menores (y posiblemente también desde los menores) ha existido siempre. Los estudios científicos que intentan estudiar los grados de violencia doméstica y familiar en siglos anteriores, arrojan cifras escalofriantes. Luis Rojas Marcos, en su ensayo Las semillas de la violencia, abunda en citas de estudios que demuestran que las violaciones sexuales y la violencia en todas sus formas "domésticas" ha sido hasta bien entrado el siglo XX algo "común", que se consideraba incluso "normal". No es hasta mediados del siglo pasado que en los países con democracias consolidadas hemos empezado a mirarnos nuestras propias lacras e intentar luchar contra ellas. Pero este tipo de crímenes aún existe, y existirá, no hay sociedad libre de crímenes.

Más peligroso me parece el miedo en que vivimos, que nos hace reaccionar tan exageradamente ante cualquier forma de delito, ante nuestros propios demonios. Sí, nos estamos volviendo una sociedad ñoña, tiquis-miquis, atemorizada, susceptible... y esos miedos nos hacen volvernos paradójicamente a la vez más deseosos de castigos, de venganza, de policía, de control.... en lugar de detenernos a analizar racionalmente qué es lo que sucede y por qué.

El diario digital El Mundo analiza hoy cuáles pueden ser las causas psicológicas por las que un niño de 12 años se puede convertir en violador:

"Los psiquiatras consultados por elmundo.es se inclinan por pensar que no existe ningún trastorno mental detrás que sirva como atenuante. Simple maldad, falta de educación en respeto y valores, machismo de grupo y el envalentonamiento de los más indecisos siguiendo a un líder son algunas de las causas que podrían explicar lo ocurrido."

Por otra parte, los jueces entrevistados por el diario El País, opinan que la legislación no puede cambiarse cada vez que ocurra un caso aislado, y que es una cuestión que merece un análisis sereno y no "en caliente". Muy sensata sobre todo la opinión del Magistrado Ramón Sáez:

«Otro juez, Ramón Sáez, de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, se mostró muy contundente en contra de la reforma. "Castigar a los menores de 14 años es superar los límites de la civilización, porque cualquier persona razonable sabe que lo que necesitan esos chavales es educación y no castigo", explicó.»

Que existe una falta de respeto y de educación en valores parece algo evidente, en lo que todos estamos de acuerdo. Sin embargo, me llama poderosamente la atención que nadie hable de amor.

Los psiquiatras citados en el reportaje de El Mundo, hablan de psicopatología, de falta de educación, incluso de una "hipererotización" de la sociedad (válgame Dios, a estas alturas), de "machismo de grupo"... No se menciona la palabra autoestima ni la palabra afecto por ninguna parte.

El amor no tiene buena reputación entre científicos, intelectuales y leguleyos. La civilización occidental, construida desde el paradigma racionalista, ilustrado, científico e industrialista, ha relegado al amor y a las emociones como algo "menor", cursi, sensiblero, campo de poetas y juglares, de novelitas rosa y canciones pop.

Sin embargo, en las últimas décadas, la comunidad científica se ha volcado de pleno en las emociones, la inteligencia emocional, la autoestima, e incluso la felicidad como objeto de estudio, reivindicando unas parcelas de la personalidad que han permanecido desconocidas o sumergidas en el misterio y la poesía.

Aún así, cuando un fenómeno como este sucede, se hecha de menos la voz pública de psicólogos, psiquiatras, neurocientíficos y filósofos que hablen de lo que ya mucha gente sabe: a estos chavales lo que les ha faltado es cariño, atención, comunicación, apoyo emocional, sentirse queridos y atendidos por parte de sus familias. No solo educación sexual (que también), educación en valores de solidaridad y respeto al prójimo (que también)... el problema de estos chavales es básicamente un problema afectivo y un problema de autoestima, que se construye a partir del afecto.

Cada vez los maestros se quejan más de casos de violencia y agresividad que ya llegan hasta las aulas de primaria. ¿Qué les está faltando a los niños cada vez más temprano?

Se ha dicho que estos chavales violadores habrían seguido a un "líder" grupal, y ya sabemos que el seguimiento ciego de un liderazgo de este tipo, sólo es posible por la pobre autoestima de sus seguidores.

No son sólo normas, ni "mano dura" lo que falta a los niños. Es amor, comprensión, presencia paterna, tiempo compartido en la familia desde que son bebés. Que les permita saberse queridos, atendidos, e ir construyendo, desde la cuna, una autoestima y un esqueleto emocional sanos que les permita la empatía con los demás.

Las jornadas laborales hasta las 8 de la noche tanto de madres como de padres, la entrada temprana en guarderías, la falta de capacidad de los padres para comunicar y dedicar tiempo a sus hijos.... son temas que salen tirando de este hilo, y que no sé por qué tenemos miedo de encarar y analizar. Los padres "ausentes" no sólo no pueden constituirse en autoridad, tampoco pueden dar el amor y la presencia que los niños necesitan para crecer sanos y seguros.

Los delitos infantiles son un grito desesperado pidiendo auxilio, amor y atención.

No sé por qué tenemos tanto miedo de enfocar el fenómeno desde este punto de vista, por demás evidente en cualquier manual de psicología elemental.

Será porque nos encontramos con el propio niño desesperado que cada uno de nosotros tiene dentro.

21 de julio de 2009

La leptina y el amor


Por Ileana Medina Hernández


Una joven investigadora de la Universidad de Islas Baleares ha recibido un premio europeo por su tesis doctoral sobre la enésima ventaja de la lactancia materna: que protege contra la obesidad no solo infantil, sino también contra la obesidad en la edad adulta.

Esta función es posible gracias a que la leptina -una hormona que interviene en la sensación de saciedad- se encuentra en grandes cantidades en la leche materna y se absorbe intacta por el estómago del bebé, influyendo sobre la maduración de los centros cerebrales del apetito y el peso corporal, "programándolos" para la vida adulta.

Al leer la noticia inmediatamente pensé: es cierto, pero seguramente la industria pronto encontrará la forma de añadir leptina a la leche de vaca maternizada. Y efectivamente, confirmado: el equipo investigador mallorquín ya ha patentado la técnica para añadir leptina a las leches artificiales. Y enseguida enfatizan que "tiene un mercado potencial de 15 mil millones de euros en Europa" (como si el principal objetivo de la investigación fuera encontrar a quién venderle la sustancia).

Cualquier investigación bioquímica que demuestre las innumerables ventajas de la composición de la leche materna, permitirá a corto o mediano plazo su utilización por la industria láctea en la mejora de las fórmulas infantiles.

Por eso, además de aplaudir que la ciencia descubra cada día más aspectos positivos sobre la leche materna, es obligatorio que no solo destaquemos sus ventajas nutritivas sino sobre todo, y primordialmente, sus ventajas psicológicas y afectivas para el bebé (y también para la madre). La ciencia y su hermana la industria podrán reproducir cada vez más fielmente la composición bioquímica de la leche materna, pero no podrán reproducir jamás la comunicación y el contacto vital que se produce entre el bebé que mama y su madre.

Es importante hacer hincapié en que la lactancia materna tiene grandes ventajas en la vida psicológica, emocional y afectiva de los bebés, insustituibles por el biberón:

-Su mecanismo de función "continua" (lo que se ha llamado "a demanda", que es el único modo de que "tengamos leche", o sea, de que siempre haya la producción suficiente de leche para el bebé) garantiza a la vez que el bebé reciba mucho más contacto con el cuerpo de la madre, la corporalidad, la mirada, el movimiento, la presencia materna que reproduce su estadío intrauterino y que es la primera necesidad afectiva del bebé. Como he dicho en otros posts, es importante incidir en que para el bebé la única forma de saberse "querido" es en contacto directo con el cuerpo de su madre.

-La succión del pezón materno permite el desarrollo natural de la "fase oral" de la sexualidad del bebé, cuya principal manifestación es la succión y cuyo objeto es el cuerpo materno. Por la lactancia materna comienza el desarrollo sano de la sexualidad del individuo, y privar al bebé de ello, o truncarla tempranamente, deja improntas que afectarán las fases sucesivas de su sexualidad.

-El desarrollo sensorial del bebé: Los bebés tienen el sentido del tacto en la boca. Durante el desarrollo de la fase oral, el principal órgano erógeno y sensorial del bebé es su boca. A través de ella, el bebé se orienta en el mundo y entra en contacto con la realidad, primeramente con el cuerpo de su madre, luego con su propio cuerpo (en torno a los 2 meses comienzan a chuparse las manos) y después con el resto de los objetos. No hace falta un estudio científico para darnos cuenta de que cambiar el olor, el sabor y el tacto del cuerpo, del pecho y la leche maternas, que son vivos y cambian cada día, por biberones y chupetes de plástico inertes y esterilizados, empobrece y perturba el desarrollo de sus sentidos. Los bebés pasan todo el día con un trozo de plástico en la boca, a eso se reduce su sensorialidad. Los niños suficientemente amamantados y abrazados, además, no necesitarán atiborrarse de comida (ni de otras sustancias y objetos) para llenar su vacío emocional y suplir su falta de contacto físico.

Afecto, sexualidad y sensorialidad son tres caras del mismo poliedro del amor, y la base del desarrollo psíquico sano del individuo. Ninguno de las tres cosas se puede incorporar a la leche de fórmula. Solo es posible a través de la relación única que se establece cuando el bebé succiona los pechos de su madre.

16 de julio de 2009

Es de madrugada...

Es de madrugada…Mi hija de veinte meses duerme en nuestra cama, entre mamá y papá, el mejor lugar del mundo para ella, donde se siente arropada y segura…

Despierta una vez…no llora, remolonea, se incorpora, busca a tientas el cuerpo de mamá, tira de mi bata, encuentra el pecho, succiona un poco de leche calentita, lo suelta y pone por un momento la cabeza sobre mi vientre… vuelve a dormirse rápidamente, profunda, satisfecha… no sé si lo he vivido o si ha sido el sueño más maravilloso posible…

A las 6 de la mañana, papi se levanta a trabajar, generoso sale a hurtadillas, a vestirse a la otra habitación, la “de la niña”, la que está preparada para cuando ella lo desee, cuando la necesite. Media hora más tarde, me levanto con cuidado… la niña sigue profundamente dormida. Me aseo, me visto… ya son casi las siete y debo despertarla. Me duele. Me recuesto a su lado, comienzo a recorrerla con besos delicados, enciendo una luz tenue… va despertando, lloriquea un poco, dice “no, no, no”, no quiere levantarse… se me oprime el corazón… busca de nuevo mi pecho, se prende y chupa ahora a borbotones, desayuno listo, tibio, dispuesto… Poco a poco va despertando. ¿Cantamos una canción? Y tarareamos (con música de “vamos de paseo, en un coche feo”): vamos a la escuela, sí, sí, síiiii!!!! Ya ríe, jugamos a cambiar el pañal, a perder la mano entre la manga de la camisa, a elegir zapatos, a echarnos colonia… Cogemos una galleta de avena con chocolate para irla comiendo por el camino. Salimos en el coche, cantando a toda voz las canciones de Miliki, para espantar los fantasmas.

Llegamos a la guarde. Corremos juntas, ella en mis brazos, hasta la puerta. Se detiene en la pared de la entrada. Está dibujada el hada de la primavera: “la niña” dice. “Los pies”, “las manos”, “los ojos” y va señalando cada una de las partes del cuerpo de “la niña”… “las flores”, “amarillo”, “rojo”, “azul”, en su media lengua musical.

Hay otra madre esperando que abran la puerta de más adentro, con su hija, Sarah. La educadora que nos recibe hoy no es la misma de siempre. Por un momento, temo que se disguste porque no se queda con su cuidadora de todos los días. Pero no, saluda contenta y le da un beso. La educadora sustituta está rígida, temerosa también ella de que los niños reaccionen mal al encontrarse con alguien que no es habitual.

Le pide a Margarita que le dé la mano a Sarah, y que entren juntas. Margarita ofrece su mano. Sarah no. Margarita insiste ofreciendo sus deditos que se mueven buscando la tocar a la otra niña. Sarah se repliega hacia atrás. Por un momento algo me hinca en el pecho y contengo la respiración. Me duele que la otra niña rechace la mano de mi hija. Pero enseguida me doy cuenta de que es Sarah la que lo está pasando mal, y los hechos confirman mi intuición: la niña se sienta en el suelo y comienza a llorar.

La madre de Sarah sale huyendo. Huyo detrás de ella. Al salir al pasillo, suspira fuerte, un suspiro profundo que conozco muy bien. Suspiro yo también, expulso la respiración contenida un minuto atrás. Ella se inventa una excusa, buscando que yo no vaya a sentirme mal: “Sarah es muy arisca, es así con todos los niños”. Yo invento otra excusa: “No, es que se afecta porque es otra educadora, es normal”. Es cierto, confirma. Forzamos una sonrisa. Nos subimos rápidamente cada una a nuestros respectivos coches. Llego tarde al trabajo.

8 de julio de 2009

Bebés "estresados"


Por Ileana Medina Hernández

Acaba de presentarse un estudio, dirigido por el doctor Francisco Miguel Tobal, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que revela que un bebé tiene 50 veces más posibilidades de sufrir estrés hoy, que hace tan sólo 15 años.

El estrés, que nos parece hoy en la sociedad postindustrial la única manera de vivir los adultos, y que incluso toma tintes de "prestigio" (asociado al éxito profesional: parece que eres más "importante" mientras más "estresado" vives, ) debería sorprendernos aplicado a los bebés.

La situación de estrés se crea cuando "las demandas del medio son excesivas, intensas y/o prolongadas y superan la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo". ¿Qué demandas excesivas, intensas y prolongadas se le pueden plantear a un bebé sano, deseado y que vive con sus padres, podríamos preguntarnos?

El estudio concluye que existen numerosos factores causantes de la ansiedad y el estrés en los bebés, entre los que destacan las enfermedades (cólico del lactante), la falta de cuidados, factores ambientales (ruidos, aislamiento, oscuridad), alimentación insuficiente o inadecuada y el ambiente familiar (falta de cariño, discusiones, incomunicación, etc.).

Según los expertos, la forma más habitual de expresar ese estrés en los bebés es el llanto (y también trastornos de la alimentación y del sueño).

Entre los consejos para prevenirlo, el estudio recomienda la lactancia materna por ser uno "de lo mejores inmunorreguladores" y aconseja una alimentación óptima, que aunque el estudio no lo explicite (fue presentado en un Forum patrocinado por una marca de leche artificial) , también es la leche materna.

La leche materna no sólo es uno de los mejores inmunorreguladores, sino también garantiza el apego corporal que el niño necesita para sentirse seguro y tranquilo, garantiza mejores y más ligeras digestiones, ayuda a conciliar el sueño (los niños que maman puede que se despierten más veces, pero se vuelven a dormir más pronto), y ayuda a establecer un vínculo afectivo más profundo entre la madre y el bebé, que conectan sus ciclos vitales de modo que el bebé se siente más reconfortado y mejor atendido.

También está demostrado que la lactancia materna a demanda reduce los llamados "cólicos del lactante". Algunos autores, como Carlos González, piensan que los "cólicos" (prácticamente desconocidos en las culturas que amamantan y llevan a upa a los bebés) no son más que un síntoma de malestar del bebé, por lo que más bien constituirían una manifestación del estrés y no una causa, como plantea el estudio.

Creo que en muchos casos el estrés de los bebés (en familias que podríamos llamar psicológicamente "sanas") está asociado a un estilo de crianza basado en las prácticas concomitantes de: alimentación con biberón, consuelo con chupetes de plástico, "no coger a los niños en brazos", dejarles solos en corrales y aplicarles métodos conductistas para que aprendan a dormir solos, con lo cual el bebé se siente "desatendido" por sus padres, se pasa demasiadas horas solo en posición horizontal sobre materiales artificiales, y carece del contacto corporal con su madre que tanto necesita en su primer año de vida.

Los llamados "bebés llorones" no nacen así, quizás no haya bebés tranquilos y bebés llorones: hay bebés satisfechos en sus necesidades de afecto, cuerpo, movimiento, compañía y contacto; y bebés cuyas madres no logran conectar con sus necesidades, la madre se estresa también ante el llanto del bebé y reproduce una espiral de nervios, malestar y ansiedad, que transmite al niño y que la lleva a pretender que se tranquilice solo, lo que aumenta todavía más su sensación de incomprensión y desamparo, y así sucesivamente...

La corta duración de la baja maternal remunerada, también influye en la incapacidad de la madre para desconectar de los ritmos de vida laborales, y conectar relajadamente con sus instintos maternales y con las necesidades más profundas del bebé.

Sin contar el gran estrés que para el niño supone la entrada a edades tan tempranas en las escuelas infantiles, la corta baja maternal aumenta también el miedo de la madre al momento en que tenga que dejar a su bebé para reincorporarse al trabajo, de ahí que muchas veces intente que el bebé aprenda a dormirse o a estar solo para que no "se acostumbre", con lo cual el bebé termina estando solo -y estresado- desde casi el mismo momento del nacimiento.