24 de septiembre de 2009

El apego y el desapego


Por Ileana Medina Hernández
"Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera.
Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro,
y quiere disimular lo poco.
Quien siente su belleza, la belleza interior,
no busca afuera belleza prestada:
se sabe hermosa, y la belleza echa luz."
José Martí

Parece que la expresión "crianza con apego" es la traducción al castellano del "attachment parenting" acuñado por el pediatra norteamericano William Sears, a partir de la "attachment theory" (también traducida como "teoría del vínculo") de John Bowlby.

Desde finales del siglo pasado, compartiendo contexto con la posmodernidad, los posfeminismos, el activismo ecologista... una significativa cantidad de psicólogos, pediatras y sobre todo de madres y padres, nos hemos adscrito a la filosofía de la "crianza con apego", o más bien, hemos comprobado que nuestra forma de entender la crianza encaja con los preceptos de estas teorías.

El fenómeno es llamativo y cobra gran auge en internet donde portales en castellano como Crianza Natural o Dormir sin llorar se han convertido en verdaderos referentes donde muchas madres compartimos dudas, inquietudes, lecturas y aprendizajes sobre la crianza con apego y el respeto a las necesidades afectivas de los bebés y los niños pequeños.

Lo nuevo no es que haya padres que criemos con apego, que esos han existido toda la vida, lo nuevo es la reflexión y el debate teóricos que se está produciendo, teniendo como soporte los portales y foros de internet, y como inspiradores teóricos los libros ya convertidos en best-sellers de autores como el pediatra español Carlos González, la psicóloga española Rosa Jové y la psicoterapeuta argentina Laura Gutman, entre otros (también Michel Odent, Isabel Fernández del Castillo, Casilda Rodrigáñez, Jean Liedloff, Alice Miller...). Es una nueva forma de asumir la maternidad y la crianza que en otro lugar he llamado posmaternidad.

Aunque la teoría del apego, o del vínculo, tiene sus orígenes en el psicoanálisis, las últimas investigaciones de la neurología (con el concepto de "neuroplasticidad" a la cabeza) han venido a confirmar la importancia del apego en los primeros años del niño para la correcta maduración de su sistema cerebral y neuronal.

Sin embargo, el debate está servido. Cuando arrastramos en nuestra propia biografia humana y familiar con historias de desamparo o de crianza rígida y autoritaria, es fácil recelar de este tipo de crianza, y defender otros modelos y métodos conductistas de educación de los niños.

También otros padres, y médicos, psicólogos o filosófos, ante la "crisis de autoridad" que parece abrirse en las sociedades democráticas maduras con el fin de los autoritarismos, añoran viejas formas de educación autoritaria (aquello del "cachete" a tiempo) o nuevas fórmulas para recuperar la autoridad de la familia y de la escuela, como remedio ante los problemas de violencia escolar o familiar de los niños y adolescentes actuales. (Sobre el problema de la autoridad volveré en otro artículo).

Bien. Es curioso que las filosofías y religiones orientales (también de moda en Occidente en el mismo contexto que describí más arriba) utilicen el concepto contrario, el concepto de "desapego" como la clave para obtener la felicidad personal y la iluminación.

Dicen que Buda dijo: "El mundo está lleno de sufrimientos; la raíz del sufrimiento es el apego;
la supresión del sufrimiento es la eliminación del apego."


El "desapego" puede definirse como "carencia de sed". Es estar saciados. Es no depender de cosas externas para ser felices y sentirnos realizados. Es autosuficiencia y riqueza interior. El "desapego" total es casi imposible -a menos que seamos iluminados anacoretas- pero las necesidades y adicciones constantes que tenemos de dinero, de objetos materiales, de éxito, de trabajo, de fama, de reputación, de sexo, de relaciones personales dañinas, de sustancias narcotizantes... o en el peor de los casos, de reafirmarnos a través del autoritarismo y la violencia, es el punto más lejano del "desapego" que podamos imaginar.

El apego a las cosas externas, la adicción, la dependencia a algo externo a uno mismo -que es lo contrario de la libertad- están basados en el miedo y en la inseguridad, en esos agujeros de nuestra autoestima que necesitamos rellenar para sentirnos plenos, momentáneamente.

Como explica de modo insuperable Laura Gutman en el fragmento que reproduje por aquí hace unos días, es la falta de maternaje, la falta de vínculos amorosos que nos llenen en la primera infancia, la causante de que arrastremos esas necesidades infantiles toda la vida.

Cuando somos niños satisfechos, niños saciados, no de cosas materiales, sino de amor, de presencia, de mirada, de juego -que no es lo mismo que juguetes-, de comprensión, de corporalidad materna... podremos, al llegar a adultos, ser individuos más desapegados, menos necesitados, más independientes y seguros de nosotros mismos.

En la misma medida en que tengamos una infancia satisfactoria, en que podamos construir una autoestima fuerte, un esqueleto emocional seguro, un sistema neuronal moldeado por el afecto y no por la hostilidad en nuestra infancia; en que desde el mismo instante de nacer nos encontramos con un mundo fértil de naturaleza, cuidados y cariño; en esa misma medida maduraremos como adultos centrados, con riqueza interior, satisfechos de nosotros mismos, y por tanto, menos apegados a la riqueza material, a factores externos que siempre perseguimos infinitamente y que siempre necesitamos más sin saciarnos nunca.

El único modo de criar personas "saciadas", libres, emocionalmente llenas, que no tengan sed y avaricia perenne, y tengan mucho que dar y que ofrecer a los demás, es respetando sus necesidades de niños pequeños.

La sociedad de consumo desarrollada es una sociedad colmada materialmente, pero empobrecida emocional y espiritualmente, por lo que necesita crear cada vez más y más falsas necesidades, que no nos llenan nunca ni nos hacen felices ni mejores, y que al final se vuelven contra el planeta, contra la naturaleza y contra la propia vida humana.

El camino más sencillo, sin tener que desandar lo andado, para alcanzar el "desapego" en la vida adulta, es habiendo tenido el privilegio del "apego" en la infancia.

18 de septiembre de 2009

Nacer en tierra fértil


Por Ileana Medina Hernández



"...El hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de árboles y de flores piensa más en la hermosura y el adorno, y tiene más cosas que decir, que el que nace en una tierra fría, donde ve el cielo oscuro y su cueva en la roca..."
Gracias a un buen amigo, me reencuentro con esta frase del más importante político y escritor cubano del siglo XIX, José Martí, en su bellísimo libro (originariamente revista) para niños La Edad de Oro.

Inmediatamente recordé que en alguno de sus libros la psicoterapeuta y escritora argentina Laura Gutman divide metafóricamente a las personas en dos grupos: los que nacen en tierra fértil (es decir, llenos de cuidados, amor y atenciones de sus progenitores y de su manada); y los que nacen en un desierto, en tierra árida, en un entorno frígido, carente de estímulos, afecto, mirada, cariño... y verán esta carencia convertida en miedos, sufrimientos, pecados, violencia y adicciones.

"Nacer en tierra de árboles y flores" es nacer en medio de la naturaleza: en equilibrio, interacción y goce con la riqueza natural del mundo; rodeado de agua, sol y vida... Y es también nacer al cuidado de una familia amorosa; conectada con los instintos y las necesidades del niño pequeño; fluido permanente de leche, abrazo, ternura y alegría; tierra abonada afectiva y espiritualmente que nos permita crecer y desarrollarnos en toda nuestra potencialidad y virtud humana. Alimento y Afecto. Madre y Naturaleza.

Martí, y su letra pequeña de alquimista.

14 de septiembre de 2009

La crianza con apego y la educación permisiva negligente


Por Ileana Medina Hernández

Quienes practicamos la crianza con apego y valoramos la importancia del afecto en la educación de nuestros
hijos, a veces sufrimos las críticas de quienes confunden el amor con una educación permisiva donde todo vale o donde a los hijos se les deja "hacer lo que quieran". "Los niños también necesitan normas" -saltan enseguida los salvaguardas del orden, con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.

Creo importante deslindar la abismal diferencia que existe entre la crianza con apego, la educación democrática y el respeto de las necesidades y características individuales de nuestros hijos; y la educación permisiva negligente.

Hay dos maneras bien diferentes de "permitirles" a nuestros hijos hacer algo: desde la comunicación, la mirada, la presencia paterna que respeta sus necesidades, su condición de niño y su personalidad; o desde la ausencia, desde la ignorancia, desde la pereza, la comodidad o la negligencia de los padres que simplemente "pasan" de sus hijos, no les escuchan ni les conocen, no pasan tiempo con ellos, y por tanto, tampoco los respetan, simplemente los ignoran.

Creo que es muy importante hacer esta distinción para incautos. La crianza con apego se basa en el afecto, la mirada, la empatía, el tiempo dedicado y realmente compartido con nuestros hijos. Educar es acompañar. Con coherencia, con criterio, con creatividad, con alegría, con cariño y con respeto por el niño pequeño.

Eso es bien diferente de la familia "permisiva" donde los niños permanecen solos una gran parte del tiempo, haciendo lo que quieren, "entretenidos" para no "molestar" al adulto; donde unas veces son regañados o reciben gritos o golpes cuando sus padres están de mal humor, y otras son consentidos o se les permite hacer lo que quieran siempre que "no molesten"; donde se truecan el tiempo, la presencia y la atención por regalos y objetos materiales; donde los padres están en el bar o fumando un cigarrito mientras los niños juegan solos todas las tardes en el mismo parque; donde los niños se crían solos sin apoyo y sin sostén emocional; donde no hay coherencia ni criterio educativo; donde los padres -ya sea por trabajo, por inconciencia, por pereza o por falta de recursos materiales, intelectuales y emocionales- permanecen ajenos a las auténticas necesidades del niño, y este sigue siendo huérfano de mirada, contacto y atención... Más que de educación permisiva, me parece más adecuado hablar en este caso de educación negligente, o incluso de no educación, simplemente abandono.

El filósofo José Antonio Marina, en su reciente libro La recuperación de la autoridad: crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria (Versátil, 2009) ataca lo que él llama "educación permisiva", sobre todo en la figura y la obra de Françoise Dolto. Olvidando la importancia de la obra de Dolto, reconocida incluso por la Unesco, Marina arremete contra los enfoques del psicoanálisis:

"La influencia del psicoanálisis se manifiesta en la culpabilización de las
madres. Puesto que todo está jugado desde el momento de la concepción y de la
primera infancia, es preciso encontrar un responsable. Solo puede ser quien da la
vida, y prodiga los primeros cuidados y el afecto necesario, quien está
en constante relación con el niño: la madre. La madre es también la causa
primera de todos los males del niño. Esta afirmación no deja de estar presente en
los discursos de los psicoanalistas. Las madres ausentes de René Spitz; las
madres insuficientemente buenas de David Winnicot; las madres frías de
Bruno Bettelheim. El último coletazo de esta idea lo representa el libro de
Naouri.".

El psicoanálisis ha sido muy desprestigiado por algunos sectores científicos y minusvalorado en la mayoría de los currículos de las facultades de psicología, porque entra en los terrenos de lo NO MEDIBLE. Los científicos prefieren el conductismo o el neoconductismo (medible experimentalmente) y el cognitivismo (que se comprueba en modelos informáticos y de inteligencia artificial). Sin embargo, creo que el psicoanálisis, despojándolo del falocentrismo de Freud, de su frecuente pedantería y de otros pecados más o menos graves, ha sido la corriente psicológica que más ha profundizado en la comprensión de la primera infancia. Más todavía, algunos psicoanalistas posteriormente críticos con los dogmas freudianos. 

No es que "todo esté jugado en la primera infancia", es comprender la importancia que tiene la primera infancia, que es y ha sido completamente ignorada por las posturas "oficiales", que aún hoy siguen defendiendo más que nunca como la gran victoria de la "igualdad" que abandonemos a nuestras criaturas en escuelas infantiles a las 16 semanas de vida. Es darle el lugar que merece a la primera infancia, pues cada etapa se construye sobre la base de la anterior. Y si no ha sido, no importa, nunca es tarde para comenzar a respetar y a construir una relación con nuestros hijos basada en la sinceridad, el afecto, la comunicación y la presencia.

Tampoco significa culpabilizar a las madres. Si se culpabiliza a alguien, es en todo caso a la sociedad en su conjunto que no apoya ni prestigia a las madres ni a la maternidad, que está exclusivamente enfocada en la producción y no en la re-producción, que hace invisible todo lo que se sale de los circuitos de la producción y el consumo, que no invierte recursos en apoyar la primera crianza de los bebés en manos de sus propias familias, y mucho menos tiene en cuenta las necesidades afectivas de los niños pequeños.

"Según ellos, el niño se educará bien a sí mismo si lo dejamos solo. Es lo que decía Dolto" -afirma en otro lado José Antonio Marina. Yo no lo he comprendido así. Los principios de la crianza con apego se basan precisamente en la defensa crucial del afecto, de la corporalidad materna para los bebés, de la importancia de la presencia maternal y paternal a lo largo de toda la infancia y la adolescencia de nuestros hijos. Los seres humanos no somos innatamente buenos ni innatamente malos. La interacción con el entorno es lo que nos convierte en una cosa u otra.

Creo que en cuestiones de crianza, no es suficiente con buscar una "tercera vía" entre la vía autoritaria y la vía negligente, aún cuando esta sea la "autoridad personal" basada en el prestigio y la admiración que propone Marina. En crianza hay que apostar por el amor y el respeto. El amor no conoce "términos medios", aunque cada uno ve el "centro" según la cantidad y calidad de los afectos que haya recibido en su propia vida.

La crianza con apego, respetuosa con nuestra condición mamífera, corporal y cálida, es una forma de entender la educación infantil que ha tenido muy pocos antecedentes -escritos- en la historia de la sociedad occidental hasta hoy día. Es criar y educar desde la implicación afectiva profunda, que comienza en la primera crianza, en la importancia del continuum con el cuerpo de la madre en los primeros meses del recién nacido, continúa con la identificación emocional en los primeros años, y sigue con la comunicación profunda toda la vida, abandonando el enfoque adultocéntrico y sustituyendo el autoritarismo, el miedo y la distancia, por el apoyo emocional, la sinceridad y el respeto por las necesidades del niño pequeño.

9 de septiembre de 2009

El mecanismo del vínculo (o por qué no tengo leche)


Por Ileana Medina Hernández

Para Maru, gran mami teteadora.
Para Hilur, gran mami que esta vez lo conseguirá.


Un lector anónimo que se ha acercado a este blog, deja una pregunta que quizás muchas personas se hacen, porque en los últimos años ha sido una creencia generalizada: ¿pero de verdad todas las mujeres tienen leche?

Aunque en mis artículos no suelo entrar en los detalles "prácticos" de la lactancia (que están muy bien explicados en los manuales de lactancia y en las páginas de La Liga de la Leche y de los grupos de apoyo a la lactancia), voy a detenerme en esta pregunta, porque da pie a una reflexión más general.

La respuesta, indudablemente es sí. Al menos, el mismo porcentaje de mujeres que tenemos saliva en la boca, orina en los riñones o lágrimas en los ojos. ¿Por qué si nos funcionan todos nuestros órganos, no habrían de funcionarnos las tetas?

Sin embargo, es increíble la cantidad de mujeres y de personas en general convencidas de que "no tienen leche" o de que "su leche no es buena".

El problema está en la forma de medir.

Después de un par de generaciones de uso generalizado del biberón, en la que los bebés nos hemos alimentado con leche de vaca manipulada industrialmente, mucha gente cree que la lactancia materna debe tomarse igual que la leche de vaca: 10 minutos cada 3 horas. Ingestión rápida y digestión lenta. Así incluso lo recomiendan todavía algunas enfermeras y pediatras.

Es una inversión absurda. Igual que la de decir que los bebés cogen "la teta de chupete". ¿Qué fue primero, la teta o el chupete?

Todos los expertos en nutrición recomiendan comer despacio alimentos ligeros. O sea, ingestión lenta y digestión rápida. La proteína de la leche de vaca (que es la que está presente en las fórmulas industriales, no lo olvidemos) es una de las de más difícil digestión para el sistema digestivo humano.

"La evolución ha marcado la frecuencia de las tomas en las diferentes especies en función del contenido en solutos de la leche de los diferentes mamíferos. Por ejemplo, la leche de león marino contiene 62-65% de solutos y se alimenta una vez por semana; la de conejo contiene 33% y se alimenta cada 24 horas; la de rata contiene 21% y amamanta de forma continua. La leche humana contiene 12,4% ¿Cada cuánto tiempo debería amamantar entonces una cría humana? Sabemos que el tiempo de digestión de la leche materna es aproximadamente 20 minutos. ¿Resultaría razonable entonces pedirle a una madre que amamante a su hijo cada 3 horas? No podemos pasar por alto la satisfacción emocional que supone la succión para el bebé y su reconocida importancia para el desarrollo cerebral que determina un mejor desempeño cognoscitivo y psicoafectivo. Éste se ve alterado por el uso de biberón, puesto que no sólo interrumpe el proceso fisiológico, sino que tampoco satisface la succión no nutritiva al ser retirado una vez vacío de la boca del niño. Para compensar esta carencia se volvió práctica común el uso de chupete conocido curiosamente como “pacificador” en el idioma inglés."
Lactancia Materna: Guía para profesionales. Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría. Ergon, 2004, pág. 28.

Si queremos que la lactancia materna funcione dando 10 minutos cada 3 horas, resulta que efectivamente, no tenemos leche. No tenemos leche porque la producción de leche materna se ajusta a la succión del niño. Para que tengamos leche el niño tiene que mamar cada vez que quiera. Como se ha dicho, el pecho materno no funciona como un depósito de leche, más bien como un grifo,que deja pasar la leche que se produce continuamente.

Si creemos que por el hecho de pedir antes de las tres horas, "nuestra leche no es buena", pues efectivamente, no será buena la de ninguna mujer en absoluto. Porque la leche de la especie humana sólo tarda 20 minutos en digerirse.

No hace falta esperar a que "haga la digestión". La digestión de la leche materna es continua, como continuo es el deseo del bebé de ser amamantado.

El mágico mecanismo de "continuidad" de la lactancia materna (lo que se ha llamado "a demanda") no sólo garantiza que el niño reciba toda la cantidad de leche que necesita (si necesita más, mamará más y produciremos más) sino que además garantiza que el niño permanezca en contacto directo con el pecho y el cuerpo de su madre la mayor parte del tiempo, que es justamente lo que satisface las necesidades afectivas y de seguridad del bebé en sus primeros meses.

El bebé necesita una etapa de "continuum" con su etapa prenatal, sin ruptura brusca, donde el contacto y la alimentación con su madre sean continuos, a semejanza de la vida prenatal. "El hábitat del bebé recién nacido es el cuerpo de su madre", dicen Michel Odent y María de Jesús Blázquez.

Cuando damos de mamar; cuando la madre puede permanecer disponible la mayor parte del tiempo para que su hijo se alimente; cuando, sostenidas por nuestra familia y nuestra comunidad, podemos "abandonarnos" a la primera y única misión de alimentar y cobijar a nuestro bebé todo el tiempo, no sólo le estamos alimentando físicamente, también le estamos protegiendo contra las enfermedades y a la vez le estamos prodigando la corporalidad necesaria para que él se sienta querido y protegido, generando oxitocina y prolactina para crear el vínculo que nuestro recién nacido necesita para crecer sano y feliz.

La lactancia materna es el maravilloso mecanismo biológico que demuestra que alimento, afecto y salud son la misma cosa. Y no sólo cuando somos bebés, sino toda nuestra vida.

Paz y crianza: ¿dónde nace la violencia?

No suelo reproducir aquí artículos tomados de otros blogs, pero quiero compartir éste, escrito por Can-Men (María del Mar Jiménez Redal, socióloga holística, creadora de los importantes espacios El Blog Alternativo y El dedo en la llaga), porque resume exactamente lo que pienso, y es ese tipo de artículos que me gustaría haber escrito yo misma :-)

Disfrutadlo:

PAZ Y CRIANZA: ¿dónde nace la violencia?

Can-Men - 30 Ene 2009

Hoy es el Día Escolar de la No-violencia y la Paz que conmemora la muerte de Mahatma Gandhi el 30 de enero de 1948 y muchos colegios celebrarán actividades alrededor de estos valores.

Pero para cuando nuestros hijos llegan al colegio (entre los 3 y los 6 años oficialmente) las semillas de la empatía, de la comprensión y del respeto al otro ya han debido ser sembradas en el seno de la propia familia.

¿Es la crianza actual pacífica?
Muchos niños modernos están hiper-estimulados con elementos externos y materiales, pero emocionalmente abandonados. De hecho 1 de cada 4 niños españoles se siente solo y algunos autores como Carlos González afirman que los “chavales de hoy son los que menos cariño reciben de toda la historia”.
“El Homo sapiens es el primate más violento del planeta contra la hembra de su misma especie y contra sus propias crías” James Prescott
La respuesta es tristemente NO, porque a las trágicas cifras de violencia física-visible contra los niños (del 16% al 63% según los países) que ocurren en el 90% de los casos dentro del propio núcleo familiar, hay que sumarle la violencia invisible-emocional fruto de una crianza de desapego: de pocos brazos, independencia precoz, dejar llorar a los bebés, separaciones tempranas de la madre, largas horas de guardería incluso a edades de gestación exógena (menos de 1 año) y sobre todo, primacía de la falacia del tiempo de calidad escaso.


“Debería llamarnos la atención que el recrudecimiento de la violencia en
nuestra sociedad ha ido acompañado de un mayor alejamiento en la relación
padres-hijos, el que se enseña desde la cuna misma, cuando dejamos a nuestros
hijos llorar por la noche”
Criando con amor
¿Y cómo influye la crianza en un comportamiento agresivo o amoroso? James Prescott, ex director del Instituto Nacional de la Salud y el Desarrollo Infantiles de EEUU, lleva años persiguiendo el origen neuronal de la violencia humana y explica que tras el nacimiento, con el cerebro en pleno desarrollo, las experiencias modelan aún más la arquitectura neuronal y la personalidad del adulto, y que la violencia está íntimamente relacionada con los circuitos cerebrales del placer.
Las bases fundamentales para el placer se adquieren a través del contacto físico y emocional con la madre, la primera fuente de amor. En esos primeros momentos se produce una asociación o disociación neuronal que quedará registrada en los circuitos que gestionan el bienestar y el dolor. he neuroscience of human relationships” explicando que “cuando no hay mucho contacto o existe una falta de cuidados, es más probable que el cerebro desarrolle un sistema dirigido fundamentalmente por la adrenalina. Esto dará lugar a un tipo más violento, más agitado. Algo que tiene sentido desde un punto de vista evolutivo. Cuanto menos protegido esté un niño por sus padres, más agresivo tiene que ser para sobrevivir”.
“Cuando no se toca y no se rodea de afecto a los niños, los sistemas cerebrales
del placer no se desarrollan. La consecuencia de ello son unos individuos y una
cultura basados en el egocentrismo, la violencia y el autoritarismo”James
Prescott
Prescott estudió las costumbres relativas al contacto madre-hijo de 49 tribus de todo el mundo y estas fueron las conclusiones: los grupos poco afectivos con sus niños, y con muy poco contacto piel a piel, presentaron altos niveles de violencia en la edad adulta. Sin embargo, la agresividad era casi nula entre los pueblos que mantienen un contacto muy estrecho con sus hijos.

Esto mismo lo corrobora Louis Cozolino, autor de "T

La ecuación contraria es igualmente válida. En un entorno de afecto, contacto y amor se activan los circuitos neuronales de la serotonina, un neurotransmisor del bienestar.
Y esto es aplicable a todos los lugares del planeta, también a los padres occidentales modernos.
Michel Odent, importantísimo obstetra francés, asegura que la primera hora después del nacimiento es clave para que la biología y la psique reciban una impronta básica contra la violencia por la descarga masiva de la hormona del amor (oxitocina), que se genera en el momento del parto. Ésta desencadena la respuesta maternal y favorece la creación de un fuerte lazo entre madre e hijo.

Y
Eduardo Punset en el documental sobre cerebro del bebé demuestra los efectos neuronales de dejar llorar a los bebés con un exceso de cortisol perjudicial que el cuerpo no puede asimilar. Por tanto, ¿qué debemos hacer si queremos paz de verdad en nuestra sociedad?
  • Concebir a nuestros hijos con amor y responsabilidad
  • Tener embarazos conscientes, sin estrés, sin miedos y vinculándonos con el bebé porque está demostrando la importancia neonatal en la personalidad posterior
  • Acceder al parto como mujeres maduras y bien informadas sobre nuestra naturaleza y nuestra capacidad de parir y, si la salud nos acompaña, tener un parto lo más respetado posible. No formar parte voluntariamente del desastre de parir en el mundo
  • No permitir que separen a nuestro bebé después del parto sin una razón de peso
  • Ejercer de mamíferas con lactancia materna prolongada
  • Llevar a nuestros hijos en brazos sin complejos
  • Colechar si queremos
  • No dejarles llorar
  • Respetar el ritmo evolutivo de los bebés en todos los aspectos, sin acelerar ni forzar
  • Criar con vínculo y contacto físico
  • Dejar que nuestros niños sean niños y vivan su etapa de dependencia cubriendo totalmente sus necesidades físicas, emocionales y espirituales, de día y de noche para que algún día alcancen la independencia sana por maduración personal
  • Dejar el bebé al cuidado de mínimo otra persona adulta (“se necesita una aldea para cuidar un niño”) en nuestras ausencias para trabajar u otras tareas
  • Dedicar tiempo a nuestros hijos en CANTIDAD y de calidad
  • Tener siempre presente que los primeros años de vida de nuestros hijos influyen pero no determinan, si no podemos cumplir los anteriores requisitos, nunca es tarde para subirnos al tren de la crianza natural  
"La transformación de una cultura violenta en una de paz comienza por el individuo que en la infancia es colocado en un camino de aceptación en vez de en otro de rechazo”. James Prescott
Si los padres hacemos nuestros deberes y sembramos la paz en nuestros hijos, la escuela solo tendrá que regarla, pero poco germinará en una tierra yerma.

Somos mamíferos, no podemos criar como reptiles sin sufrir las consecuencias.

Otra crianza y otro mundo es posible


Autora: María del Mar Jiménez Redal

Tomado de: http://www.elblogalternativo.com/2009/01/30/paz-y-crianza-%c2%bfdonde-nace-la-violencia/



7 de septiembre de 2009

La mente del bebé recién nacido

Reproduzco este fragmento de la introducción del libro "La mente del bebé recién nacido", de David Chamberlain (Editorial Ob Stare).


¿Qué es lo que ves al observar los brillantes ojos de un recién nacido mirándote fijamente? ¿Son realmente los de una persona? ¿Este bebé que frunce el ceño en silencio o se pone rojo de rabia puede pensar y sentir? A pesar de su pequeño tamaño produce un convincen­te ruido, pero ¿está diciendo algo en realidad?

Hasta hace poco existían muchas teorías sobre los recién nacidos pero eran pocos los hechos conocidos. Durante innumera­bles siglos han estado separados del resto de nosotros por un velo de ignorancia. Aunque hayamos permanecido tan cerca de ellos, hemos ignorado lo sorprendentes que son. La sabiduría popular acerca de los recién nacidos se basaba en las patentes limitaciones de su tamaño, peso y fuerza muscular.

Por consiguiente, aunque se describieran a veces como unos seres adorables, se les consideraba incapaces, infrahumanos, prehumanos, torpes e insensibles y, como tales, eran tratados. La ciencia del siglo XX sostenía que los llantos de los recién nacidos eran meros sonidos «casuales»; sus sonrisas sólo «gases», y sus expresiones de dolor, simples «reflejos». La falsa información que ha existido sobre ellos ha hecho que la tarea de la crianza de los hijos fuera más difícil, y la primera infancia, más desdichada.

Ahora está surgiendo un futuro más brillante para los bebés, ya que en los últimos veinticinco años se ha estado investigando sobre ellos. La combina­ción sin precedentes del interés que han despertado, de las grandes sumas de dinero público y privado invertidas y de los innovado­res métodos de estudio empleados han producido una nueva informa­ción en gran parte sorprenden­te. Las contribu­cio­nes a nuestro creciente conoci­miento sobre el recién nacido proceden de diversos campos científicos, desde la embriología hasta la psicología.

Como la mayor parte de esta información se ha escrito en el lenguaje propio de los especialistas y se encuentra principalmente en las bibliotecas académicas, pocos padres han podido acceder a ella o han tenido el tiempo y la oportunidad de considerar estas distintas conclusiones como un todo. Este libro reúne los hechos más importantes incluidos en esta extensa literatura con el propósito de darlos a conocer a los lectores, en especial, a los nuevos o futuros padres. Aunque no se trate de una obra con notas a pie de página dirigida a especialistas, el lector interesado encontrará las fuentes y las lecturas apropiadas para cada capítulo al inicio de la página 219.

Los investigadores más destacados alaban ahora a los recién nacidos. Berry Brazelton, de Harvard, los califica de «talentosos»; Hanus Papousek, pionero alemán en estudios infantiles, de «precoces»; el famoso pediatra Marshall Klaus, de «sorprendentes». Y el Profesor T. G. R. Bower, uno de los investigadores infantiles más innovadores y producti­vos, declara que son «sumamente competentes» en cuanto a percepción, aprendizaje y comunicación se refiere.

Los bebés han alcanzado la mayoría de edad en nuestro siglo. Como se ha descubierto tanto sobre ellos y este impulso no ha dejado de aumentar, creo que el siglo XX ha sido el del recién nacido, la época en la que por fin hemos obtenido un conocimiento pleno y objetivo de todo lo que son.

A principios del siglo XX sólo existía un puñado de trabajos científicos sobre los recién nacidos en todo el mundo. A mediados de él, podían ya citarse casi quinientos. En los años sesenta y setenta, las publicaciones serias sobre esta literatura incluían al menos dos mil obras y artículos. Esta explosión informativa continúa. Los bebés se han medido por dentro y por fuera, han sido filmados con cámaras que permitían incluso analizar los microsegundos, se han observado durante infinidad de horas y examinado a través de inteligentes experimentos. Los resultados demuestran que captan información constante­mente y que aprenden de su experiencia igual que nosotros hacemos.

Uno de los aspectos más emocionantes de este nuevo conocimiento es el haber comprobado las capacidades del bebé en épocas cada vez más tempranas de la vida. Las tablas que calculaban las distintas edades en las que debían surgir determina­das aptitudes tuvieron que modificarse una y otra vez hasta retroceder casi al momento del parto. Muchas capacidades son innatas y parecidas a las de los adultos, y este descubrimiento ha sorprendi­do a los investigadores y ha echado por tierra algunas teorías. Una regla fundamental de la psicología evolutiva —que todas las conductas complejas se inician como simples conductas y se van desarro­llando gradualmente— se ha vuelto obsoleta. Sorprendente­mente muchas conductas se inician siendo ya complejas.

Lo cierto es que gran parte de lo que tradicionalmente se creía sobre los bebés era falso. Hemos comprendido mal y subestimado sus capacidades. No son seres simples sino complejos, pese a su corta edad: son pequeñas criaturas con unos pensamientos asombrosamente amplios.

El recién nacido sabe mucho más de lo que suponíamos. Tras haber visto el rostro materno durante algunos minutos después de nacer, puede ya identificarlo de entre una exposición de fotos. También reconoce el sexo de otros bebés aunque los vistamos con ropa del sexo contrario, siempre y cuando éste se mueva, algo que los adultos no podemos hacer. Es mentalmente curioso y está ansioso por aprender. Fíjate con qué soltura un recién nacido coordina sus sentidos: gira los ojos y la cabeza al unísono hacia el lugar del que procede el sonido; levanta las manos para protegerse los ojos de la brillante luz; mama y respira con perfecta sincronía en su primer contacto con el pecho materno, y grita y se retira al practicarle un corte en el talón para obtener una muestra de sangre.

El territorio de la vida anterior al nacimiento ha sido explorado como nunca antes se había hecho. Mediante la maravillosa técnica del microsco­pio electrónico, la fibra óptica y las lentes especiales, de la ecografía, y de otros inventos destinados a la medición, así como de las técnicas de laborato­rio, podemos obtener una visión completa del desarrollo de cualquier parte del sistema físico antes de nacer. Estos descubrimientos se han sumado a las numerosas capacidades del recién nacido que ya conocíamos.

Los neurocientíficos han descubierto la tabla cronológica del desarrollo del sistema nervioso. Por ejemplo, los estudios han demostrado que el sentido del gusto empieza a funcionar aproximadamente a la 14ª semana después de la concepción, y el sentido del oído, a la 20ª semana. Al cabo de tan sólo ocho semanas de gestación, al acariciarle las mejillas al bebé no nacido con un fino cabello, se producen reacciones que indican que la sensibilidad táctil ya se ha establecido. Durante la gestación van instalándose todas las estructuras, lo cual permitirá al recién nacido utilizar el sentido del olfato igual como lo hace cualquier adulto. También se da un desarrollo similar para poder usar la gran gama de facultades visuales. Se ha demostrado en muchos experimen­tos que el recién nacido está capacitado para el aprendizaje.

Una gran cantidad de descubrimientos científicos confirman lo que muchos padres y abuelos ya sabían: que el recién nacido es una persona de verdad. El entusiasmo que mostraban los padres por las capacidades del bebé solía calificarse de vanidad, parcialidad o de alucina­ción. Ahora la ciencia confirma que el recién nacido es un ser social capaz de establecer estrechas relaciones, expresarse con energía, mostrar preferen­cias e influenciar a los demás desde el primer momento. Puede integrar una compleja información procedente de numerosas fuentes y, con la pequeña ayuda de sus amigos, empezar a regularse a sí mismo y ajustarse al entorno.

1 de septiembre de 2009

El sueño de las mujeres


Por Ileana Medina Hernández


Las mujeres hemos tenido un sueño.

Hemos soñado que somos tan valiosas como los hombres en todos los ámbitos, que todos los seres humanos somos igualmente valiosos. Que el mundo público, el mundo de las profesiones liberales, el mundo de los negocios, el mundo de la política... también nos pertenece. Que no hay razón para permanecer encerradas en casa, y que debemos tener la posibilidad de desarrollar carreras profesionales exitosas en cualquier ámbito, sin que nuestra condición de mujer nos limite por ello.

¿Pero qué queda de la "condición de mujer"? Sin contar prejuicios absurdos que aún puedan quedar por ahí, ¿qué condición a priori femenina podría impedirnos en pleno siglo XXI la realización profesional plena y ascendente?

La maternidad. Con la maternidad hemos topado. A pesar de toda la lucha feminista por sacudirnos el estereotipo de mujer-madre, las mujeres trabajadoras hemos de seguir pariendo, o la especie se extingue. Embarazarse, parir, amamantar y permanecer en contacto físico los primeros años de vida con el cachorro humano, cuya necesidad primaria es recibir leche y cuerpo maternos, parece hoy un obstáculo para la mayoría de las carreras profesionales de las mujeres, obstáculo que todos los empresarios y empleadores se obstinan en evitar.

Si nos aferramos a permanecer a toda costa dentro del sistema, y con suerte no nos echan de nuestro empleo al quedarnos embarazadas o al reincorporarnos tras la exigua baja maternal, nos vemos de vuelta al mundo competitivo cuando nuestro bebé solo tiene 16 semanas, dejándolo en manos ajenas durante más de 8 horas diarias, y con nuestros jefes mirando mal que nos ausentemos cuando el pequeño se enferma, o que no queramos quedarnos hasta más tarde, o que no estemos disponibles para viajar...

Buena parte de la solución pasaría por que los padres también se ocuparan de llevar a los bebés al médico, o de quedarse en casa con ellos cuando enferman, o acompañarlos a dormir por las noches, o preparar y tener lista su ropa... por que la paternidad también tuviera un coste para ellos en sus carreras profesionales... pero ¡¡¡es que encima hemos dejado al bebé con solo 16 semanas!!! Un bebé hasta más o menos los dos años comparte el espacio psíquico con la persona que lo ha gestado. Es su primer hábitat. Su cerebro no ha terminado de formarse, hay una gestación extra-uterina que no debe interrumpirse bruscamente. No ha construido aún su "yo" independiente, y su necesidad básica -la que le permitirá la construcción de una autoestima sana y un esqueleto emocional fuerte sobre el que erigir las siguientes etapas de su personalidad- es la de ser amamantado, acarreado, sostenido y abrazado principalmente por su madre.

¡¡¡Pobres mujeres independientes!!! Resulta que no hace ni medio siglo que podemos acceder al mundo laboral, al derecho a la profesión, ¡y alguien todavía se atreve a decirnos que nuestro sueño no es posible porque ha de predominar el derecho del bebé a ser amamantado durante al menos dos años! ¡Pero si nuestras madres no trabajaban y tampoco amamantaron durante ese tiempo!

Ahora nos encontramos con el aparente choque entre dos derechos diferentes (que nadie reconocía hace un siglo): el derecho de la madre a reanudar su vida productiva, ya reconocido por casi todos los poderes públicos y económicos; y el derecho del niño a recibir cuerpo y leche maternos en sus primeros años de vida, y a recibir tiempo, educación y cuidados paternales durante toda su infancia, éste último todavía no oficializado por nadie, pero real, como demuestran cada vez más estudios de neonatología, neurofisiología, psicología infantil, salud primal...


Si pensamos en los derechos y necesidades de los bebés y de los niños a recibir la presencia y los cuidados de sus padres, ¿cómo encaja esto con la "liberación" de la mujer?

Paradójicamente, no son contradictorios, sino inseparables.


La liberación de la mujer es y tiene que ser la liberación de los niños, y quizás, por ende, de todos los seres humanos.

Hasta que las mujeres no nos incorporamos al mundo público, hasta que no hemos tenido voz, voto y consideración social, nadie ha podido traer al mundo la voz de los niños.

Los niños -y aún menos los bebés- no han sido sujetos historiográficos jamás, han sufrido a lo largo de milenios todo tipo de abusos, asesinatos, violaciones sexuales, han sido explotados como fuerza de trabajo, han (hemos) soportado estoicamente la imposición -casi siempre a la fuerza- de la autoridad y la moral de los adultos.

Como han demostrado Alice Miller o Lloyd deMause, en el trato que le hemos dado  históricamente a los bebés y a los niños se encuentra la clave para comprender los orígenes y la reproducción de la violencia, del "pecado" y de los males sociales. La carencia afectiva que ha predominado en todas las formas de educación hasta hoy es en buena parte culpable.

El afecto, el amor, el respeto por las características que implica ser niño pequeño, no han sido fórmulas probadas en la inmensa mayoría de las sociedades occidentales. La mayoría de los seres humanos hemos crecido carentes de lo que Laura Gutman llama maternaje.


Las clases altas han basado su estilo de crianza precisamente en la ausencia de padres. Los niños han sido amamantados y criados por otras personas, en medio de normas rígidas, apariencias, hipocresía, castigos, soledad. Introducidos desde muy temprano en colegios internos de gran "prestigio", donde el mundo afectivo y emocional ha sido no solo ignorado, sino atacado y pisoteado. Han criado "herederos", no seres humanos.

El estilo de crianza tan "moderno" basado en el biberón, el cochecito, dormir solo, "no lo cojas en brazos que se acostumbra" y guarderías o cuidadoras que se ocupan todo el día del bebé, viene de ahí, del estilo de crianza oligárquico, y ya sabemos que los estilos de vida de las clases altas son copiados y tenidos por buenos por estas "clases medias" que surgieron hace un siglo.

Las clases bajas, por su parte, tampoco han podido dar más. Con gran número de hijos que mantener, las mujeres pobres, aunque han permanecido en casa, tampoco han podido dedicar demasiado tiempo ni alegrías a cada una de sus criaturas, con un marido al que servir como esclavas, arduas tareas domésticas sobre sus hombros, y el hambre, la miseria, la insalubridad, la violencia y la enfermedad aguijoneándolas por todos los flancos.

Todas, tanto las mujeres ricas como las pobres, hemos sido esclavas además de los convencionalismos sociales, reprimidas, con la autoestima baja, e ignorantes del funcionamiento de nuestro cuerpo, de nuestros ciclos femeninos, de nuestra sexualidad y de nuestro poder.

Esa ha sido hasta ahora la historia de la infancia de todos nosotros, de nuestros ancestros, de nuestras sagas familiares. Carencias trasladadas de padres a hijos, en una espiral eterna de soledad, incomprensión y desamparo.

Solo en el siglo XX, precisamente en el mismo momento en que la mujer sale de casa para incorporarse al espacio público, comenzamos a preguntarnos qué pasa en el interior de nuestro mundo doméstico.


Conquistar el espacio público es pues la oportunidad que tenemos las mujeres para cambiar, tanto el mundo productivo-laboral, como el mundo doméstico.

No podemos incorporarnos en el mundo laboral para que todo se quede como está. Si las mujeres entramos en la dinámica de la competitividad laboral, y para ello abandonamos a nuestras criaturas en guarderías estatales o privadas durante 10 horas diarias, no habremos ganado nada contra las injusticias del patriarcado, y arrancamos a nuestros hijos el derecho a ser cuidados, educados y sostenidos por su familia.

Si solo pensamos en el supuesto derecho de la mujer a incorporarse al mundo loco del estrés y la racionalidad, nos quedamos con un mundo a medias, donde no hay lugar para el otro lado: el lado de los afectos, de la intimidad, las emociones, los sentimientos, la vida privada, la crianza, el juego, la amistad, la naturaleza, el placer, el gozo, la comunicación verdadera y auténtica....


La incorporación y jerarquía femeninas en el mundo laboral tiene que servir para cambiarlo. El mundo masculino-competitivo-estresante-contaminante nos lo agradecerá. Tiene que servir para hacerlo más humano. Para llevar a él el mundo de los afectos y las emociones. Para cambiar las formas de trabajar, ampliar las bajas maternales, subsidiar las jornadas reducidas durante los primeros años del bebé, cambiar los horarios laborales, las formas de medir la productividad, las formas de cuidar la naturaleza, diseñar una verdadera flexibilidad horaria, estimular el teletrabajo y el trabajo por objetivos, apoyar las formas en que tanto mujeres como hombres pueden permanecer más tiempo con su familia... para crear un nuevo concepto de tiempo menos lineal, un nuevo concepto de éxito menos vertical.

Si sólo seguimos empeñadas en conseguir el éxito, el éxito tal como lo diseñó la sociedad clasista patriarcal injusta, no añadiremos nada a la mejora del mundo y del ser humano.

Nuestros hijos necesitan ser criados, educados y amados por familias que puedan dedicarles tiempo, mirada, afecto, comunicación, comprensión, apoyo y referentes morales sinceros. No por colegios que los asuman como parte de una masa homogénea durante 10 horas al día desde que tienen 3 meses de nacidos. Todos los dictadores saben que la mejor forma de hacer débil y manipulable al ser humano es arrancarlo desde pequeño del calor familiar.


Si logramos conciliar el derecho de los bebés a ser criados con afecto por sus propios padres; el derecho de las mujeres a organizar desde adentro de otro modo el mundo laboral; y el derecho de los hombres a ampliar y a mejorar su mundo emocional, su implicación doméstica y familiar, y a dedicar más tiempo, comunicación y disponibilidad a su familia y a sus afectos, entonces quizás el sueño de las mujeres -y de los mejores hombres de la historia- pueda empezar a cumplirse.