30 de septiembre de 2010

La cinta blanca

Por Ileana Medina Hernández

"Haneke rueda el mal que merodea, adormece
y roe a las sociedades civilizadas".
L'Express

Anoche vi, de pronto y sin proponérmelo, la película La Cinta Blanca (Das weisse Band, Alemania, 2009). Fue Palma de Oro en el Festival de Cannes y  Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, entre otros premios.

La sinopsis oficial reza:
1913-1914. Extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, ocurren en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. ¿Quién está detrás de todo esto? Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia y sus familias conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en vísperas de la I Guerra Mundial.
Todo ocurre en un pequeño pueblo alemán en el año 1913. Si alguien no te advierte de que la película es sobre los orígenes del fascismo, cualquier espectador no avisado quizás no relacionaría una cosa con la otra.

Porque la historia es una esas historias universales, que podría haber ocurrido igualmente en un pueblito de España en 1930, o en uno de Argentina en 1900, en Dogville, Lansquenet  o en Yoknapatawpha... En cualquiera de esos predios donde el señor feudal, el cura y el médico del pueblo eran las autoridades más ilustres, y a la vez los seres más abominables y abyectos. Una de esas historias tan frecuentes de pueblos grises, pequeños y opresivos. Una de esas historias crueles, devastadoras, de poder y violencia, que constituye el pasado de cualquiera de nosotros.

Un retrato en blanco y negro del abuso de poder de los padres sobre sus hijos, contado y diseccionado con bisturí hasta el detalle. Una radiografía cruda y brechtiana del mecanismo de dominación del patriarcado.

Lo escalofriante es que esa historia de poder violento y patriarcal, es la historia de buena parte de la humanidad, es la historia genérica de nuestra "civilización occidental". El nazismo pudo encontrar ahí su caldo de cultivo, como también el fascismo italiano, el comunismo ruso, el franquismo español...

No es tan lejano: hace sólo 100 años. Esos fueron nuestros abuelos, nuestros bisabuelos. Apenas tres generaciones. No nos podemos haber librado todavía de ese pasado. Imposible. Eso fuimos. Todavía lo arrastramos. Todavía transmitimos esas heridas de padres a hijos, generación tras generación, aunque por suerte, cada generación es mejor que la anterior.
 
El director Michael Haneke (igual que Alice Miller, parece la película que Alice Miller habría hecho de ser cineasta, una exposición exhaustiva de su "pedagogía venenosa") establece aquí la profunda relación que existe entre los acontecimientos político-sociales y lo que ocurre dentro de nuestros hogares, en nuestra familia. Que la violencia social es hija de la violencia doméstica. Que la violencia engendra violencia y el mal engendra el mal. Y que la clave de todo está en la infancia, en el modo en que tratamos a los niños haciéndolos depositarios de todas nuestras frustraciones. Ahí es donde traspasamos el mal de una generación a otra, ahí es dónde prolongamos la espiral de la violencia.
 
Coincide casi unánimemente la crítica en que la película es pesimista. "Tan cruelmente pesimista que duele" (Luis Martínez: Diario El Mundo). A mí, al revés, me ha parecido que da razones para el optimismo: si esto es lo que ocurría hace sólo 100 años, hoy desde luego estamos un poco mejor. En sólo un siglo hemos logrado cambiar y curar bastantes cosas.
 
Lo importante es que hoy lo veamos. Hoy sabemos que ahí radica el origen y la perpetuación de todo mal. Hagamos todo lo posible por no repetirlo.

5 comentarios:

  1. cada día, cada vez que tomamos una decisión CONSCIENTE, paramos un poco la rueda, cada respiración profunda, cada abrazo y cada beso, nos limpia el alma y las heridas del pasado. cada momento de amor entregado a nuestros hijos nos abre las llaves del corazón y nos transforma como ninguna otra cosa en el mundo. Esta es mi pequeña revolución doméstica, solo doy un paso al día, a veces retrocedo... y tampoco sé donde me lleva, ese pais al que voy no lo he visto nunca, pero es el lugar en que quiero vivir, y que vivan mis hijos y la gente a la que amo. Es la única forma que conozco para cambiar el mundo, al menos mi mundo.

    ResponderEliminar
  2. Creo que tienes mucha razón en lo que escribes. Alice Miller me parece recordar que decía que el nazismo no se dio por casualidad en Alemania, que el origen era una infancia maltratada.

    ResponderEliminar
  3. Acabo de ver la película..... tremenda...... horas de reflexión por delante..... LA novedad ha sido el punto de vista bajo el cual la he visto, fruto de todos estos meses de estudio sobre maternidad...... hace unos años no lo hubiera sabido ver, y es que ese comportamiento, esa manera de criar está demasiado normalizada..... aunque ahora en general no sea aceptable llegar a esos extremos, lo cierto es que las bases de la educación son las mismas: la dominación y el temor a las represalias, la humillación del debil.......

    ResponderEliminar
  4. Cierto, María. Hace unos años me habría parecido una buena película. Hubiera sufrido con la humillación de esos niños. Pero no habría sido capaz de verlo con la claridad meridiana con que lo veo hoy, y con la relación que tiene todo esto con el resto de la vida y de la sociedad. Digamos que con la luz con que la veo hoy.
    Un abrazo grande!!!

    ResponderEliminar
  5. Te diré que es uno de mis directores favoritos. Pero hasta hace poco no me consideraba preparada para verla, lo estaré ahora?

    ResponderEliminar