23 de noviembre de 2010

Recuperando el olfato

Por Ileana Medina Hernández



Cuando me quedé embarazada, lo supe por el olfato.

Antes de hacerme ningún test, esa mañana noté que todos los olores del camino hacia la escuela donde trabajaba eran inusitadamente fuertes. Que pedazos de acera que normalmente no olían a nada, ese día olían a yerba recién cortada, o a rastros de basura. Que pasar por la esquina de la gasolinera era insoportable, y que mis compañeras usaban perfumes caros. Supe por el olfato que mi cuerpo había cambiado, y que el milagro se había producido. Al atardecer, pasé por la farmacia y el test lo confirmó.

Es muy probable que, a lo largo de la evolución, las hormonas del embarazo hayan acentuado el sentido del olfato para que las embarazadas tengamos más precaución de no comer alimentos en mal estado, plantas venenosas o sustancias irritantes que puedan hacernos daño a nosotras y al bebé, sobre todo en el primer trimestre.

Cuando nació mi hija, el recuerdo más fuerte que tengo del mismo momento de su nacimiento es su olor. Me llegó el olor antes de verla, ese poderoso olor a entrañas, mezcla de líquido amniótico, de sangre, de sexo, de fluidos vitales... lo guardaré en la mente mientras viva.

El olfato es el más primitivo de los sentidos, y también el más importante al nacer, cuando el recién nacido reconoce a su madre y busca la teta por su olor. Todos sabemos que muchas madres del reino animal rechazan a sus crías si un desconocido las toca, y pierden esa capacidad de vínculo. No sé si existen estudios sobre el papel del olfato en el establecimiento del vínculo madre-bebé, pero intuyo que puede ser significativo.

El olfato es muy importante para la supervivencia en casi todas las especies de animales. Sirve para distinguir los enemigos, y también para reconocer la familia. Para distinguir los alimentos de los venenos. Para anticipar los peligros, acotar territorios y jerarquías y para establecer alianzas. Dicen que los seres humanos somos capaces de identificar más de 10.000 olores, aunque creo que la mayoría de las personas perdemos esa capacidad o no la ejercitamos.

Incluso es posible que elijamos pareja por el olfato. Las feromonas son un elemento de comunicación no verbal muy importante, que tienen su papel en la atracción sexual y también en la sincronización de los ciclos de mujeres que viven juntas, lo cual sugiere una interesante pista sobre la importancia ancestral de la convivencia de los grupos de mujeres, para la reproducción de la especie.

El olfato, junto con el tacto, son sentidos que no pueden "teletransportarse", que nos mantienen en contacto con la realidad, con la dimensión corporal y material de las personas, de los objetos y de la naturaleza. Son química, biología, corporalidad, fluido, energía directa. Son la base del contacto físico, del amor, de la sexualidad, de la cercanía y del intercambio energético con nuestros semejantes.

El mundo exclusivamente "racional" (en el mejor de los casos) en que vivimos, nos ha borrado nuestra capacidad intuitiva, igual que menosprecia el olfato. Tengo un amigo anósmico, que se queja de que nadie hace caso de su enfermedad e incluso se ríen de él. De hecho, es interesante que al lado de la ceguera, la sordera u otras limitaciones de los sentidos, la anosmia nos parezca insignificante. Lo que da una idea de la poca importancia que le damos al olfato en nuestras vidas.

El olfato está relacionado con el inconsciente, con la intuición y con la capacidad de movernos por el mundo con seguridad. El olfato nos conecta con las emociones, con el cerebro primitivo, con la memoria más antigua, con la capacidad de acercarnos o alejarnos de aquello que "nos huele" bien o mal, lo cual es al fin y al cabo la función de toda la gama emocional (los impulsos de atracción y repulsión).

"Tener buen olfato" significa tener desarrollada la percepción, ser capaces de anticiparnos a los hechos, de captar intuitivamente las intenciones de los demás, o las posibilidades de éxito de un proyecto.

Creo que de esa dimensión olfativa es de la que habla Clarisa Pinkola cuando nos invita a "correr con los lobos" y a recuperar nuestra "mujer salvaje". A recuperar el olfato como confianza en una misma, en nuestros instintos, en nuestra capacidad innata de distinguir el bien del mal, sin necesidad de que la ciencia tenga que demostrarlo ni de que nadie tenga que decírnoslo.

A mí la maternidad me está sirviendo para confiar en mi "olfato", para recuperar esa sensación que no se puede describir, pero que una "sabe". No hace falta explicarlo, ni demostrarlo, ni convencer a nadie, simplemente sabemos que es "así". Hay quien le llama a eso fe, o incluso dogma. Yo ahora sé que es buen olfato. Capacidad innata que tenemos todos de distinguir el bien del mal, el amor del miedo, y para sortear el camino personal a pesar de las malas hierbas, sin importar lo que puedan pensar los demás.

Recuperando el olfato, recuperando la intuición, recuperando el lado salvaje, recuperamos la seguridad en nosotras mismas. Sentimos un giro en nuestras vidas, una certeza de que estamos haciendo lo correcto y de que nadie nos puede hacer daño. Recuperamos la capacidad de autoguiarnos, la libertad interior, la capacidad de saber hacia donde vamos y hacia donde queremos ir. ¡Y sienta de puta madre!

9 comentarios:

  1. Ileana, felicidades por ese nuevo ser que llevas contigo ahora!

    Antonia Farré

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  2. Q lindo este articulo, te felicito yo todo lo relaciono con los olores. Ahora pienso en tu familia y me viene a la mente el olor a panetela recien horneada de la dulceria " El Tomeguin".
    Besitos.
    Nayade

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  3. A mi me pasó igual con el embarazo, cambió mi cuerpo, pero sobre todo mi olfato. Y, como tú, pienso que es el sentido más sutil que conecta mejor con nuestra mente primaria.
    Un abrazo!!

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  4. No, Antonia, no estoy embarazada de nuevo (todavía) jeje.
    Besos y gracias!!!

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  5. ¡Qué cierto! Para mí uno de los recuerdos más fuertes del parto de mi hija es el olor. Es un olor fuerte, intenso, denso, que cuando lo evoco parece que puedo paladearlo en el fondo de la boca. ¡Aún hoy cuando huelo a mi niña, todavía descubro parte de ese olor!

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  6. ¡De acuerdo contigo!Si .Uno de mis recuerdos favoritos , es el olor de mi hermano de una semana de vida.:)
    Kxll

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  7. El olfato cuando se recupera/despierta se mantiene por todo el camino de la maternidad... no se necesitan palabras ni preguntas, el hijo y uno esta conectado sentimiento a sentimiento.. besos Ile

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  8. Cuando entré en la habitación de planta, con mi segunda hija recién nacida reconocí el olor del triunfo. En realidad, era olor del alcohol que usaban las enfermeras para desinfectar los ombliguitos de los bebés. A mí sólo me recordó la inmensa lucha que había tenido, tres años antes, para conseguir que mi primera hija cogiera la teta de su mamá.

    Ainara nació tres semanas antes de lo que ella hubiera querido, era chiquitina, y no tenía fuerzas para mamar. En el paritorio, cuando les pregunté, me dijeron, "dale, si quieres", a mí me dio apuro insistir. No sabía que era tan importante aquel instante. Luego, los días siguientes, en planta, fueron una lucha por que la niña consiguiera agarrarse al pecho. Mi marido, como buen hombre de campo que es, miraba preocupado que nuestra ternerita no tomara calostro. Mi madre me decía, no la cojas así, ni asá. A los médicos sólo les importaba mi tensión, y mi compañera de habitación me insistía en que no merecía la pena sufrir, un biberón lo arreglaba todo. Hubo un par de enfermeras que pasaron hora enteras ayudándome. Y finalmente, Ainara lo consiguió. Salimos las dos del hospital orgullosas de haber triunfado. Tomó teta durante once meses más, y yo olvidé que había sido todo tan difícil...hasta que volví a oler el alcohol de desinfectar.

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  9. Yo soy una nariz pegada a un cuerpo. Con un oído normalito y unas dioptrías que aumentan cada día, siempre he confiado mucho en mi olfato. Es mi sentido más agudo y de niña he llegado a hacer verdaderas proezas como distinguir el guiso que había hecho mi madre desde el portal del edificio, entre todos los olores a comida.
    Siempre digo que no me fio de lo que veo, pero sí de lo que huelo o saboreo. ¡Mi nariz y mi lengua no fallan nunca!
    Y sé que te iba a decir algo más, pero se me acaba de ir... Será porque estoy oliendo la caca que se acaba de hacer el gordo ^_^

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