2 de noviembre de 2010

Un pecho donde habitar

(Sobre la maternidad adoptiva)

Por María Berrozpe*

"La mayoría de madres nos hemos visto con esa sabiduría instintiva
silenciada por el intervencionismo médico y los convencionalismos sociales.
No por ello amamos menos a nuestros hijos,
 pero sí que somos más vulnerables
a repetir patrones de crianza heredados durante generaciones
y claramente dañinos."


Llevo alrededor de cinco años leyendo y estudiando todo lo que puedo sobre embarazo, parto y crianza. Cuanto más leo, más descubro y más aprendo, más convencida estoy de la importancia de dejar fluir todo el mecanismo que la naturaleza ha diseñado para cultivar el apego entre madre y bebé, el cual ayuda a la expresión de las habilidades innatas necesarias para garantizar el cuidado y la supervivencia del recién nacido.

Ya no cuestiono los indeseables efectos que produce el intervencionismo médico innecesario y “al por mayor” que se ha practicado durante el embarazo y el parto en nuestro mundo occidental, ni tampoco los enormes inconvenientes de alimentar a los bebés con leches de fórmula, privándoles de su alimento natural: la leche de su madre.

Ya no me quedan excusas para cerrar los ojos y no ver el efecto que una educación forzosamente “desapegada” y conductista ("no cojas en brazos que se acostumbra", "vas a darle teta hasta que llegue a la mili", "con x meses/años ya debería dormir solito y de un tirón toda la noche", etc.) ha tenido sobre nosotros, y tendrá sobre nuestros hijos si no hacemos nada para evitarlo. He decidido liberar y escuchar esa sabiduría ancestral, primitiva e irracional que habita dentro de mí y que, guiada por las palabras de Casilda Rodrigañez (1), identifico como “deseo maternal”.



No voy a negar que a veces me resulta doloroso aceptar la veracidad de toda esta información. Hacerlo supone muchas veces admitir, no sólo los errores que yo misma cometo con mis hijos, sino los que se han cometido conmigo. Pero, al final, las evidencias han acabado por abrirme los ojos, y por primera vez en mi vida todas las piezas empiezan a encajar en su sitio. Por fin puedo empezar a diseñar una estrategia de vida para mí y para mis hijos que me hace sentir bien.

Otra cosa es que siempre pueda hacer lo que me propongo: no siempre consigo hacer lo correcto y a veces me siento fatal porque hay un gran trecho entre lo que debería haber hecho y lo que al final hice realmente. No es fácil encararse al sentimiento de culpa que produce saber cómo deberían ser las cosas y cómo son realmente. Pero al menos tengo claros los objetivos y cada día trabajo para alcanzarlos. Se que voy por un buen camino. Me lo dice cada célula de mi cuerpo. Me lo dicen miles de años de evolución. Me lo dice mi deseo maternal.

Por eso, las críticas a este tipo de maternidad no suelen afectarme demasiado. Sobre todo las que se basan en la ignorancia, y especialmente cuando esta ignorancia parece ser voluntaria. Pero hubo un día que leí un comentario en un blog que sí me afectó y me hizo reaccionar. El blog en cuestión tenía un apartado llamado “maternidad” y en él la autora dedicaba dos artículos a atacar lo que ella llamaba “maternidad natural”.

Al acabar de leer aquel artículo, me dediqué a leer los comentarios hasta que llegué al que me refiero: era de un padre adoptivo. En el decía que nosotras, las defensoras de esta “maternidad natural” dejábamos por los suelos la maternidad/paternidad adoptiva ya que, como hacíamos tanto hincapié en la importancia del proceso fisiológico para que se produjera el apego natural entre madre y bebé, considerábamos que el amor por los hijos adoptados no era del mismo nivel o calidad. Llegaba a decir que igualábamos “no parir = no padres”.

Bueno, pues nada más lejos de la realidad. Aceptar la importancia de la fisiología en el proceso de la maternidad no menoscaba en absoluto la maternidad adoptiva. Aceptar que la maternidad es parte de la sexualidad de la mujer y que la lactancia es una faceta importante en el ejercicio de la misma, no desprecia ni cuestiona la maternidad ejercida por las madres que no han parido a sus hijos, de la misma manera que tampoco lo hace con la de las madres que no han tenido partos fisiológicos o que no les pueden dar el pecho como alimento.

Dejad que me explique y dejad también que me centre en la maternidad, sin que eso se interprete como un desprecio a la paternidad o al papel del padre que, por supuesto, es fundamental y único en la vida de su hijo.

Yo he parido tres hijos. El parto del primero fue intervenido. Me cortaron casi totalmente el proceso fisiológico natural: utilizaron oxitocina sintética para dilatarme y me pusieron epidural. No me enamoré instantáneamente del bebé que me pusieron sobre el pecho (al que, por cierto, vi muy feíto) y necesité un tiempo para empezar a sentir que era algo real, que era mi hijo.

Mi tercer hijo nació en un parto maravilloso, sin intervenciones. Tuve hasta el “reflejo de eyección materno-fetal” (2), parí de rodillas y cuando mi comadrona me puso a mi hijo frente a mí pensé que era la criatura más maravillosa, preciosa y adorable del universo entero. Estaba totalmente “colocada” por el cóctel hormonal y me enamoré de mi bebé al instante. ¿Amo más a mi tercer hijo que al primero? Por supuesto que no. El amor por mis tres hijos es enorme y absolutamente independiente de la manera en que nacieron. Lo mismo podrán decir miles de madres que han sufrido partos intervenidos o cesáreas. Así que, a pesar de que el respeto por la fisiología del parto facilita el apego instantáneo entre madre y bebé (2, 3), no determina en absoluto el amor futuro.

Pero no podemos negar que un papel sí que tiene: te guía en tu relación con el bebé. Tras un parto respetado, donde tu cuerpo es libre para seguir el proceso diseñado por la naturaleza durante miles de años de evolución, te será imposible dejar llorar a tu bebé sin cogerlo, o separarte de él ni de día ni de noche. Sentirás la imperiosa necesidad de ofrecerle el pecho a la mínima señal de hambre y te sentirás más sintonizada con tu hijo, más capaz de interpretar sus mensajes. En estas condiciones es mucho más fácil seguir tu instinto y romper los convencionalismos sociales dañinos con que se nos bombardea desde el mismo momento en que nos ponen el bebé en brazos.

Es muy difícil que los métodos conductistas, adultocéntricos y patriarcales, logren imponerse frente a una madre armada con todo el poder de su deseo maternal.  Pero desgraciadamente la mayoría de madres nos hemos visto con nuestro bebé en brazos, agotadas tras un parto terrible (por no fisiológico) o una cesárea, y con esa sabiduría instintiva silenciada por el intervencionismo médico y los convencionalismos sociales. No por ello amamos menos a nuestros hijos, pero sí que somos más vulnerables a repetir patrones de crianza heredados durante generaciones y claramente dañinos.

¿Y las mamás adoptivas? Ellas no están sometidas al correspondiente cambio hormonal que produce un embarazo y un parto. Además, el bebé o niño que ponen en sus brazos no sólo ha nacido de otra mujer, sino que en la gran mayoría de los casos lleva ya toda una historia a sus espaldas. Una historia que ellas tendrán que integrar en su maternidad. Así que se encuentran con una persona que no conocen de nada, pero es su hijo. Y seguramente les han bombardeado de información acerca de lo que es correcto hacer o no hacer.

Les habrán hablado de la “mochila” que lleva su hijo, de todos los posibles o probables (y terribles) problemas a los que se tendrán que enfrentar a la hora de establecer esa relación tan deseada de madre/hijo. Se les habrá hecho hincapié en que su maternidad no es igual que la maternidad natural, que hay unas diferencias que deben respetar. Yo me temo que cuando por fin tienen a su bebé en brazos están rodeadas de tanta información desde el exterior que no tienen ni fuerzas, ni tiempo, para escuchar a su más sabio consejero: su deseo maternal. Ese deseo que les llevó a luchar contra viento y marea para poder tener, al fin, a su hijo en brazos. Y encima por ahí andan una pandilla de “extremistas” que parece que dan a entender que sólo se puede ser una buena madre si has parido porque, si no, no tienes esa capacidad natural para ser madre.

Pero es justamente al contrario. Aquí nadie ha dicho que haga falta haber parido a tu hijo para tener la capacidad de ser su madre. Yo conozco en primera persona la capacidad y el deseo maternal de una madre que no ha parido, y precisamente por el amor que nos une a mi madre y a mí, he sentido la necesidad de escribir este capítulo. Necesito dejar claro que las madres adoptivas entráis dentro de esta filosofía, tanto como las madres biológicas, ya que todas somos MADRES, por encima de todas las diferencias que existan entre una y otra condición.

Lo que decimos nosotras, las “locas extremistas”, es que nuestro deseo maternal está silenciado y sofocado por los convencionalismos de esta sociedad patriarcal en la que vivimos, sociedad que insiste en reducir la sexualidad de la mujer a su faceta coital y falocéntrica, ignorando que nuestra sexualidad abarca otra faceta: la maternal. Si algo he aprendido con mis tres hijos es que el deseo maternal es poderoso desde el mismo momento en que ves a tu hijo. Si esto ocurre cuando estás inundada por las hormonas del amor y el placer segregadas en el parto, su voz es fuerte y sus instrucciones claras. Pero si no, no es que no esté ahí. Simplemente habla más bajito y te cuesta oírlo porque el ruido de “lo convencional” te ensordece.

Pero desde el mismo momento en que te pongan a tu hijo en brazos (parido por ti o no) empezará a hacerte desear ser de una determinada manera con él. Por silenciado que lo sientas, sólo tienes que dejarlo hablar, perder el miedo a sentirlo y dejarte guiar. Cuanto más te permites sentirlo, más claras da las instrucciones. Será entonces cuando cada llanto de tu hijo actuará como un resorte que te haga cogerlo en brazos y calmarlo, o atenderle tal y como el niño necesita de ti. Cada mirada, y cada expresión de su cara, se irán cargando de significado. Ese desconocido empieza a ser parte de ti y cuando él te necesita no podrás evitar ofrecerte y no separarte de él. El deseo maternal es parte de tu naturaleza femenina, de tu sexualidad. Que no hayas parido a tu hijo no significa que no puedas ejercerlo en todas sus demás dimensiones, que son muchas. Vas a sentir la necesidad de abrazarlo, besarlo, protegerlo, nutrirlo…. Y él, a medida que se vaya recuperando de su herida primal (4), o precisamente para sanar esa herida, irá sintiendo la necesidad de ser abrazado, besado, protegido y nutrido por ti.

En los últimos meses he tenido la enorme alegría de leer el testimonio de varias madres adoptivas que han estado dispuestas a liberar su deseo maternal, y explicaban cómo sus hijos les habían pedido pecho y ellas se lo habían dado. La lactancia inducida de bebés adoptados es algo ampliamente reconocido y apoyado por las sociedades de apoyo a la lactancia, como la Liga de la Leche (5).

Pero estas madres dan un paso más allá, satisfaciendo el deseo de sus hijos de 2, 3, 4 ó incluso más años, una edad en la que incluso la lactancia de los hijos naturales no está muy bien vista. Al aceptar la petición de sus hijos estas mujeres hicieron frente a años de tabúes y falsas creencias (dar el pecho es sólo para bebés, sólo para alimentar, y la peor de todas: en este caso no es natural porque no tienes leche, no lo has parido, o porque es muy mayor). Con este sencillo acto de amor estas madres nos demuestran un deseo maternal tan fuerte y sabio como el de cualquier madre biológica.

Así que ¿es esta “maternidad natural” aplicable al mundo de la adopción? Bajo mi humilde punto de vista no sólo es aplicable sino que es recomendable y debería ser la primera opción a considerar a la hora de criar un hijo adoptado.

Una educación basada en el amor, el respeto por las necesidades de la criatura – como la necesidad que tienen los bebés muy pequeños de estar en permanente contacto con su madre - el contacto físico amoroso y la lactancia materna, es buena para todos los hijos, pero para los niños que ya han sufrido una violación de su continum (6) y sufren una herida primal, es fundamental.

Fundamental para que puedan volver a confiar, a creer en el amor, a sentirse seguros de nuevo. Fundamental para familiarizarse con el olor, el tacto y hasta el sabor del pecho de su nueva madre. Fundamental para sanar la herida primal y redirigir su desarrollo hacia el amor y la felicidad. El pediatra Nils Bergman lo dice claramente: el hábitat natural para un bebé es el pecho de su madre. (7) Yo añado que si su progenitora, la madre que lo ha parido, no lo recibe en su pecho, él sigue teniendo la necesidad y el derecho de estar sobre el pecho de su madre. En este caso será el pecho de su madre adoptiva. Y eso debería ser la gran prioridad: dar a estos niños un pecho donde habitar: el pecho de su madre (lo haya parido o no).

Precisamente ayer pude leer en el blog de Jesusa Ricoy-Olariaga (8) que si una madre de acogida le da el pecho al bebé que acaba de recibir se lo retiran de inmediato. Como a Jesusa, este hecho me produce una enorme tristeza. ¿Hasta dónde va a llegar la deshumanización del ser humano si les negamos a nuestros bebés más necesitados lo que es fundamental para ellos? En toda la historia de la humanidad han existido amas de cría y ahora resulta que dar el pecho a un bebé acogido es algo “negativo”. Ya es malo que un bebé que ha sido separado de su madre biológica pase primero por madres de acogida antes de estar con su madre definitiva. Pero que encima ni siquiera pueda recibir todo el potencial maternal de estas mujeres, es vergonzoso. Es un fracaso absoluto del sistema a la hora de defenderlos. Es un “no entender nada” por parte de las autoridades responsables.

No, aquí nadie duda de la capacidad de amar a sus hijos de una madre adoptiva. Y mucho menos nosotras, las “extremistas” de la maternidad natural, que hemos caído rendidas ante la evidencia de la fuerza de nuestro deseo, de nuestra naturaleza. Nunca hemos dicho que este deseo maternal sea exclusivo de la madre que pare. Sólo decimos que parir a nuestros hijos en las condiciones adecuadas facilita el camino para que se manifieste en todo su esplendor, facilitando así el ejercicio de la maternidad que, sobretodo en sus comienzos, puede ser tan duro.

Pero no parir a nuestros hijos en las condiciones ideales, o simplemente no haberlos parido nosotras mismas, no nos excluye para sentir nuestra naturaleza de madres, nuestro deseo maternal. Es posible que en esas circunstancias necesitemos trabajarnos un poco más para hacerlo aflorar, pero con confianza en nosotras mismas y el apoyo de nuestra pareja y seres queridos es totalmente posible.

Yo tengo una gran suerte en mi vida: tengo una madre con un deseo maternal tan poderoso que a pesar de todas las circunstancias adversas que se encontró en la vida consiguió ser madre y criarme haciéndome sentir una criatura muy amada, muy deseada y muy valorada. Nadie le dijo nunca que la lactancia inducida de un bebé adoptado no sólo era posible sino también aceptable y, sin embargo, supo usar su pecho como herramienta de consuelo y calor. Así puedo recordar como apoyaba mi mejilla en él esas largas noches en las que estaba malita con dolor de oídos, y en ese calor, acogida por su cuerpo y por su olor, yo me dormía.

Cuando el colecho no estaba bien visto porque los niños tenían que dormir en su habitación y de un tirón toda la noche, ella me abría su cama y no pocas noches dormía en la mía (en los 3 cm libres que le dejaba yo). Siempre me ha dejado clarísimo que su maternidad era un enorme placer para ella, y me lo demostraba pasando la mayor parte del día conmigo, jugando conmigo, hablando conmigo, cargando conmigo o, simplemente, en mi compañía, mientras ella cumplía con otras muchas de sus obligaciones diarias.

Y ya en la edad adulta, cuando yo misma me he convertido en madre, no se que hubiera sido de mí y de mis hijos sin su presencia durante mis puerperios, sobretodo el primero (el más difícil de los tres). Vivió mi primer parto con nosotros y creo que fue ella la que me salvó de la cesárea porque en el expulsivo, tras horas y horas de terrible dilatación con oxitocina sintética, con el reflejo de eyección completamente inhibido, consiguió desinhibirme al grito de: GRITA, HIJA, GRITA. Y grité, vaya si grité. Y mi hijo nació.

Cuando repaso lo que yo ahora creo que fueron errores que mi madre cometió conmigo, no veo ni uno sólo que se pueda atribuir al hecho de que no me pariera. Todos son producto de los convencionalismos sociales y no son en absoluto exclusivos de ella: son errores arrastrados por toda la sociedad en la crianza de sus hijos (con independencia de que estos fueran naturales o adoptados). Pero a pesar de ellos, ella consiguió lo fundamental: siempre me hizo sentir muy, muy, muy amada. Yo nunca podría dudar de la capacidad de amar a su hijo de una madre adoptiva. He vivido y crecido arropada por el amor de mi madre. Me ha nutrido y sostenido y sé que es un amor maternal infinito, como el que yo siento por mis hijos.

BIBLIOGRAFÍA

1- Casilda Rodrigañez Bustos. La Represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente. Ediciones Crimentales. 3ª Edición. 2007.
2- Michel Odent. Las funciones de los orgasmos. Guía rápida hacia la trascendencia. Editorial OB STARE. 1ª Edición. Otoño 2009.
3- Michel Odent. “La primera Hora siguiente al nacimiento”. Capítulo del libro: La vida fetal, el nacimiento y el futuro de la humanidad. Textos escogidos de Michel Odent”. páginas 65-73. Editorial OB STARE. 1ª edición. Primavera 2007.
4- Nancy Verrier. The primal wound. Undertanding the adopted child. Ed Gateway. 2009.
5- Elizabeth Hormann. Breastfeeding your adopted baby. La Leche League International. Fisrt Edition November 2009.
6- Jean Liedloff. El concepto del continuum. En busca del bienestar perdido. Editorial OB STARE. 4ª Edición. Otoño 2009.
7- Bergman, Nils: "El Cuidado Madre Canguro", Sextas Jornadas Internacionales sobre Lactancia, París, marzo 2005.
8- Ricoy Olariaga, Jesusa: “Necesitamos una tregua”.


*María Berrozpe es Doctora en Ciencias Biológicas, monitora de la Liga de la Leche, hija adoptiva, y madre de tres hijos. Colabora con Tenemos Tetas.

3 comentarios:

  1. Qué escrito tan bonito y tan lleno de verdad.
    Precisamente, en la entrada del blog de Jesusa que María cita, yo comenté que a mí lo que me ha hecho madre no es el embarazo sino la crianza de mi hijo.
    Adoptar un hijo me parece una decisión muy natural. Mucho más que someterse a tratamientos de fertilidad dolorosos, caros y a veces peligrosos. Es lo que hacemos los primates: si una cría se queda huérfana, los adultos tienen la necesidad de socorrerlo. Mi hijo empezó a ser mío en el momento en que lo abracé, lo olí y me lo puse al pecho. El embarazo no me pareció nada místico (desgraciadamente no puedo hablar del parto porque fue cesárea, aunque necesaria y respetada).
    Es más, muchas madres adoptivas me parecen mejores madres que algunas naturales. Una hermana de mi pareja tiene 3 niños adoptados. Con los dos primeros estaba muy atada a los convencionalismos de la crianza, pero con el tercero ha hecho en cada momento lo que le pedía su cuerpo pasando de lo que le decía la gente y te juro que pocas veces he visto un niño con tanta "madritis" y una madre con tanta "hijitis". Los ves jugando en la alfombra, riéndose y revolcándose y se te saltan hasta las lágrimas.

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  2. Ileana, como siempre, tu artículo destila soltura, indignación ante lo aberrante, fuerza, decisión, información y datos importantes para quienes aún los necesitan a modo de convencerse de lo que el instinto nos grita, pero éste artículo en particular, al final, cuando hablas de tu madre, me ha conmovido hondamente, me emociona leer ese reconocimiento que haces de la labor de tu madre que debió requerir mucha fuerza, muchos ovarios, mucho instinto y mucho, pero mucho amor por tí.
    Gracias por compartirlo, gracias por reconocer a voz abierta que la maternidad tuya, de tu madre, la nuestra y la de tantísimas madres hoy y siempre es una labor titánica de amor que abre caminos como puede y en la medida que cada quien lo logra donde la sociedad las ha cerrado con fuerza a base de mitos, ignorancia, miedo y un profundo deseo de control disfrazado de información, gracias por reconocer que los errores no nos hacen menos valientes ni amorosas en este camino que recorremos a diario, el de profundizar con conciencia en nuestro ser de la mano de nuestros hijos.
    Gracias por tu constante formarte e informarte para abrir brecha, para iluminar mentes, recuperar instintos y conquistar los espacios que nunca nos debieron ser negados.
    Un abrazo.

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  3. Muchas Gracias, Vanyvalu!!!

    Tus palabras nos reconfortan, a mí y a todas, aunque este artículo en concreto no es mío. Es de María Berrozpe, una madre y mujer excepcional que conocí a través de este blog y de FB, y que colabora con nosotros.

    Un abrazo y gracias!!!

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