22 de febrero de 2010

La "Revolución Calostral"

Por Ileana Medina Hernández

“La revolución calostral es la fusión de la imagen de la Madre con la imagen de la Madre Tierra.
La revolución calostral es una etapa obligatoria hacia la armonización
del instinto y la Ciencia, entre el cerebro primitivo y el Neocortex.
No es utópica, ya ha comenzado. Se trata de una revolución en la medida
que implica un retorno a nuestra condición de mamíferos y un nuevo punto de partida.
Para favorecer la llamada revolución calostral, no tiene que faltar ocasión
de repetir en el mayor número de lugares que nosotros somos mamíferos."
Michel Odent


Desde que el camino de la maternidad me llevó a la investigación de estos temas, siempre pensé que la antigua y ancestral "lactancia materna" es la idea más revolucionaria y subversiva que se pueda defender en el mundo hoy en día.

Luego, otras lecturas me lo han confirmado. Resulta que Wilhem Reich ya había dicho: “La civilización comenzará el día en que la preocupación por el bienestar de los recién nacidos prevalezca sobre cualquier otra consideración". La socióloga española Isabel Aler ha afirmado también más recientemente: "La lactancia materna es un acto político de insumisión". Isabel Fernández del Castillo lo llamó "la revolución del nacimiento". Michel Odent la llamó "revolución calostral". Laura Gutman la ha llamado "la revolución de las madres: el desafío de nutrir a nuestros hijos".

Decir que la lactancia materna, gesto biológico que acompaña a la especie humana y a todos los mamíferos durante millones de años de evolución, puede ser revolucionaria, parece un contrasentido. Sin embargo, dadas las condiciones actuales de desarrollo tecnológico y el desafuero consumista depredador que se ha desarrollado en el mundo entero a partir del modelo industrial occidental, reivindicar un acto tan naturalmente simple se vuelve, cómo no, revolucionario.

Quiero analizar en este artículo por qué el retorno de la mujer moderna a la lactancia materna natural, o sea, no interrumpida por administración de biberones de fórmula, y que dure al menos los dos años que recomienda la Organización Mundial de la Salud, constituiría una gran revolución de la humanidad; esa Revolución "del amor" con la que sueñan los místicos; un nexo de unión entre la naturaleza, la ciencia, la psicología y la política; un fenómeno transversal (en el lenguaje politícamente correcto diríamos mainstreaming) capaz de transformar la realidad social en su conjunto.

  • La lactancia materna implica una revolución anti-patriarcal y del mercado laboral
Que las mujeres del siglo XXI, insertadas en plena igualdad en el mundo laboral (aún falta mucho para ello), logremos conciliar verdaderamente nuestro trabajo en el mundo público con la atención a nuestros bebés, sería la verdadera revolución feminista que aún está por llegar.

Como he dicho en otras ocasiones, la incorporación al mundo laboral de las mujeres exige que éste sufra grandes cambios que aún no han hecho más que comenzar tímidamente.

Cambios que no solo tienen que ver con las mujeres, sino también con los hombres-padres, y con la familia en su conjunto: verdadera flexibilidad horaria, racionalización de los horarios de trabajo, optimización de la jornada y de la productividad, erradicación de la jornada partida, control del trabajo por objetivos y no por horarios, teletrabajo, permisos de maternidad y paternidad más extensos, trabajos domiciliarios y comunitarios, centros de cuidado infantil en los propios lugares de trabajo donde hayan pocos niños por cuidadora y se les ofrezca porteo y contacto físico o donde incluso las mismas madres pudieran rotarse para cuidar de los niños... y sobre todo reducción de la jornada laboral, tanto para las mujeres como para los hombres, de modo tal que las familias puedan permanecer más tiempo junto a sus hijos.

Un mundo laboral donde las madres estén presentes habitualmente, y lo hagan compatible con la crianza, debería permitir que las madres -o los padres que cuidan de sus bebés- no tengan que llegar a la oficina/fábrica todos los días a la misma hora; que se ausenten para dar de mamar a sus hijos; que puedan permanecer si así lo desean al cuidado de sus bebés por lo menos hasta los dos años remuneradamente; que incluso en algunos trabajos las madres y los padres puedan llevar a sus hijos consigo; que toda la sociedad contribuya a la crianza; que los padres negocien sus horarios laborales para hacerse cargo de los bebés; que las diferencias entre el mundo público y el mundo privado se acorten; que se apoye y se retribuya la crianza; que el mundo se diseñe en función de los niños, que son el futuro, la conservación y el mejoramiento de la especie humana.

Reconocer, prestigiar y apoyar material y socialmente la importancia irrebatible de la lactancia materna ayuda a que la sociedad se concientice con el apoyo de la crianza en su conjunto, y no solo el momento del parto y sus escasas 16 semanas posteriores, cambiando el modelo para no pensar solamente en la igualdad entre los hombres y mujeres, sino también en los derechos de los niños pequeños.

Por otra parte, ayuda a tomar conciencia de que amamantar; ofrecer cuerpo, contacto y mirada exclusiva a los niños pequeños; y permanecer junto a ellos, es una actividad importantísima que la sociedad debe valorar y remunerar:
"En nuestra sociedad de consumo, cada actividad tiene un precio. Ahora bien, la actividad de cuidar, cobijar, permanecer, ayudar, traducir, alimentar, consolar y proteger a la cría no lo tiene. Es lógico. Está ligada al amor materno, que es altruista por definición. Sin embargo, como todos necesitamos comer, cuidarnos y acceder a un confort básico, es importante hacer cuentas imaginarias para establecer acuerdos dentro de una comunidad o dentro de una familia. Las mujeres que nos convertimos en madres necesitamos recibir una compensación comunitaria -que puede no tener forma de dinero- dentro de un intercambio que sea beneficioso para todos." (Laura Gutman: "El peso simbólico del dinero" en Revista El mundo de tu bebé, diciembre 2009).  
  • La lactancia materna como utopía: una revolución de igualdad y justicia social

En las varias lecturas que he realizado sobre los temas de lactancia, crianza y maternidad, no me he encontrado aún ningún análisis sobre un detalle que me parece fundamental: desde el origen del patriarcado, a las mujeres de las clases altas se les ha "prohibido" amamantar a sus hijos. Dentro de las normas y usos de las clases oligárquicas, la lactancia -y la crianza- fue considerada como una "tarea doméstica" más, que debían realizar esclavas o criadas, llamadas nodrizas.

Conociendo hoy científicamente la importancia que tiene la lactancia, la no separación del bebé de su madre y la presencia permanente del cuerpo materno para el bebé en sus primeros meses, cabe preguntarse: ¿ha sido la privación de la lactancia materna y de los cuidados maternales, uno de los mecanismos -más o menos inconsciente- utilizado por las clases oligárquicas patriarcales para criar "herederos" y no hijos, para garantizar la sumisión (que diría Casilda Rodrígañez) y la necesidad adictiva de acumular poder, fama y riquezas materiales que compensen (el pecado de) la falta de "madre" original? ¿O es el "crimen de la madre", la supresión de los cuidados maternales, precisamente lo que ha generado después la "civilización" patriarcal basada en la diferencia de clases y la explotación de mano de obra humana?

Sea primero el huevo o la gallina, es indudable que ambas cosas están relacionadas entre sí.

Plantear que un bebé humano, todo bebé humano, lo único que necesita es algo que todas las madres podemos dar: cuerpo y leche maternas, independientemente de cuál sea nuestra posición social, es negar que exista ningún privilegio para quien nace en "cuna de oro".

Demostrar que lo mejor para el bebé humano es algo que no necesita comprarse con dinero es ya de por sí revolucionario. A la sociedad de consumo, y a todas las sociedades que basan su escala social en la posesión de bienes materiales (o sea, casi todas las sociedades que conocemos) no le interesa que sea prioritario criar niños felices.

Pero lo más importante es que los niños que son criados con lactancia materna, con apego, con seguridad y con cuerpo materno mientras son bebés, y que son respetados y queridos en su infancia, tendrán una autoestima mucho más sólida en su vida adulta y necesitarán menos de la ambición, del poder y de la acumulación de riquezas materiales para conseguir ser felices. Serán más solidarios, más generosos, menos ambiciosos, adultos más centrados emocional y espiritualmente.

El estilo de crianza basado en la compatibilidad de la lactancia materna prolongada, el porteo, el colecho, el tiempo dedicado por la familia a los niños pequeños, dentro de una sociedad democrática de derecho madura y justa, permite repartir mejor la riqueza, el tiempo de trabajo, el empleo, y minimiza las ficticias necesidades materiales absurdas que ha creado la espiral sin fondo de la sociedad de consumo.
  • La lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista
Por las misma razones anteriores, la lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista.

La leche materna es un alimento natural, limpio, barato, vivo, lleno de defensas, hormonas, enzimas y cientos de componentes y efectos beneficiosos que se siguen descubriendo cada día, y que son irrepetibles por ninguna fórmula industrial.

"Comparada con esta sustancia milagrosa, la leche artificial que se vende como leche infantil es comida basura. Es el único alimento prefabricado que el ser humano se atreve a consumir en exclusiva en un periodo de meses, aunque sepamos que ningún cuerpo humano pueda permanecer saludable y prosperar con una dieta fija de comida prefabricada." (Thomas, Pat: "Suck on this! The shocking truth about the baby junk food industry", Revista Ecologist, abril 2006).
Como bien demuestra María Jesus Blázquez, la lactancia se integra en el movimiento ecofeminista no sólo porque en sí misma no necesita violentar los recursos naturales ni porque la alimentación "al pecho" es lo más natural y barato, sino porque la lactancia, junto al parto libre y respetado, contribuye a devolver el poder femenino a las mujeres y con ellas,  a devolver el respeto a la Madre Tierra.

La lactancia materna es "el primer acto de soberanía alimentaria", en la lactancia materna es el bebé quien marca el ritmo, la cantidad y la calidad de lo que come. Quien inicia su vida en un entorno de alimentación natural, de respeto por sus ritmos vitales y sus necesidades básicas, de confort y calor humano, será en el futuro un ser más libre, más independiente, más fuerte, en armonía con el entorno,  más respetuoso con la naturaleza que le vino dada a través de su madre.

Los hilos invisibles que unen la cultura del amamantamiento con sociedades menos violentas, menos explotadoras de sí mismas y del medio ambiente, son cada vez más evidentes. Son los hilos de la autoestima, de la generosidad, del amor por el prójimo y por uno mismo, de la paz.
  • La lactancia materna es una revolución de amor
Por todo esto, la lactancia materna larga y a demanda, unida al estilo de crianza natural que de ella emana, es, en total, una revolución de amor.

Del amor que el bebé recibe al permanecer en contacto con el cuerpo de su madre, que posibilitará que el vínculo afectivo entre ambos sea insustituible en el resto de las etapas de su vida; que le permitirá saltar a su debido momento de una sana relación con su madre a una sana relación con todos los demás seres humanos; que le permitirá confiar -desde su primer entorno, el entorno maternal- en que el mundo es un lugar bueno para él y para todos; que le permitirá recibir amor para luego poder a su vez darlo; que le permitirá conformar una autoestima saludable que le permita amar y respetar al prójimo, al resto de los seres vivos, a la naturaleza y al universo; que le permitirá conformar su sistema neurológico para la paz y el amor y no para la guerra, el estrés, la competencia y la pura supervivencia;  que le permitirá sanar las sagas familiares de desamor y construir en su día su propia familia con bondad y generosidad; que le permitirá en fin, con certeza, saberse amado y poder amar.

11 de febrero de 2010

La leche materna es... ¡¡¡la leche!!!

SEGUIMIENTO DE 14 AÑOS
La leche materna también previene el desarrollo de problemas mentales

■La lactancia durante más de seis meses mejora la salud mental hasta la adolescencia

■Los niños amamantados menos tiempo tenían más problemas de comportamiento

■La leche de la madre contiene sustancias que reducen el estrés de los pequeños

Actualizado jueves 14/01/2010 19:36 (CET)

PATRICIA MATEY

MADRID.- Cualquiera que se aventure a leer este artículo puede pensar que los científicos no saben 'ya que inventar' para que las madres den de mamar a sus bebés. Nada más lejos de la realidad. Porque lo cierto, tal y como han podido constatar científicos australianos tras seguir durante 14 años a un grupo de niños, es que la leche materna consumida durante largos periodos protege la salud mental de los menores, al menos hasta la adolescencia.

Wendy Oddy, del Instituto de Telethon de Investigación de Salud Infantil, es la directora principal de una investigación que arrancó en 1989 invitando a participar a 2.900 mujeres que estaban en las semanas 16 a 20 de gestación. Todos sus datos (familiares, sociales, económicos, demográficos y médicos) se tuvieron en cuenta como, también, el examen de los recién nacidos a los dos días del alumbramiento.

2.366 menores participantes

Tras anotar la forma de alimentación infantil (leche materna o artificial) y el tiempo que duró la lactancia (menos de seis meses o más de medio año), los científicos llevaron a cabo cuestionarios específicos sobre comportamiento y psicopatología de los pequeños participantes (finalmente fueron 2.366) cuando tenían uno, dos, tres, cinco, ocho, 10 y 14 años.

"En el análisis incluimos los posibles factores que podían alterar los resultados como la edad de la madre al nacer su hijo, su nivel educativo, estructura familiar, nivel de estrés en la casa, peso y talla del bebé al nacer y si había existido o no depresión posparto", comentan los investigadores en su artículo, publicado en el último 'The Journal of Pediatrics'.

De los 2.366 pequeños, un 11% nunca tomó el pecho, el 19% sí pero menos de tres meses mientras que otro 19% fue amamantado de tres a seis meses. Además, un 28% tomó leche materna de seis a 12 meses y un 24% un año o más.

"Las madres más jóvenes, con 12 años o menos de estudios, más estresadas, con menos ingresos y que fumaron durante el embarazo son las que con más frecuencia amamantaron a sus hijos menos de medio año", señalan los autores.

Por otro lado, los datos revelan que "las lactancias cortas (menos de seis meses) se relacionan con un aumento de la morbilidad de la salud mental que se extiende desde la infancia hasta la adolescencia.

Esta relación se produce en los trastornos internalizantes (depresión, ansiedad...) y externalizantes (trastorno de conducta, antisocial o de la personalidad...), así como para problemas significativos de conducta... Y esta asociación persiste después de tener en cuenta los factores sociales, familiares, económicos y psicológicos en los primeros años de vida", aclara el estudio.

Los mecanismos

Existen varios mecanismos posibles que pueden esclarecer por qué los niños amamantados más de seis meses gozan de mejor salud mental. Uno de ellos puede residir en que el contacto con la madre "durante la lactancia tiene un efecto positivo en el desarrollo de aspectos neuroendocrinos necesarios para la respuesta al estrés [un factor de riesgo de trastornos psíquicos], que pueden afectar al niño más tarde. Además, la lactancia establece un vínculo que tiene influencias psicológicas positivas en el pequeño".

Otra posible vía reside en los ácidos grasos y componentes bioactivos de la leche materna. "Son esenciales para el desarrollo y además influyen también en la respuesta al estrés. Así, la hormona leptina lo reducen a través de su acción en el hipocampo, hipotálamo, glándula pituitaria y adrenal, mientras que las leches artificiales tienen un efecto depresivo en el comportamiento del niño" .

Como consecuencia de estos resultados los autores defienden "el desarrollo de programas que animen a las madres a prolongar la lactancia materna para así beneficiar la salud mental de sus hijos".

Vía: elmundo.es
También en Diario Médico.

10 de febrero de 2010

Teta, colecho y porteo: una grande -y barata- inversión de futuro.

Por Ileana Medina Hernández


Cuando nació mi hija, poco sabía de crianza natural o con apego, ni conocía las palabras "colecho" y "porteo". De hecho, porteé muy poco a mi hija, y es un arte que quiero aprender si tengo la dicha de tener otro hijo.

Poco había leído también sobre lactancia  u otros temas de maternidad: simplemente me dejé llevar por la experiencia que mi hija me estaba mostrando. Gracias a una matrona joven, profesional y bien informada, que me atendió en el Hospital Universitario de Canarias, mi hija salió mamando del paritorio y todavía lo está haciendo.

Cuando mi bebé cumplió los 6 meses y todo el mundo me preguntaba que "hasta cuándo iba a mamar", empecé a buscar información y me encontré con los libros de Carlos González, Laura Gutman, Rosa Jové, Jean Liedloff.. con muchas páginas de internet, y con madres blogueras y foreras que comparten su experiencia en la red... de modo que vi que había gente que pensaba igual que yo, y poco a poco mis ideas fueron tomando forma gracias a las lecturas y al convencimiento interno de que seguir mi instinto no podía ser perjudicial para mi hija, sino todo lo contrario: la leche materna, el contacto, el cuerpo, el apoyo que mi hija reciba en estos años, va a ser fundamental para su independencia futura, para su estabilidad emocional, para su fuerza interior, para su carácter y para su salud.

De pronto todo encajó, y ante mí se abrió una nueva comprensión del mundo, con la única certeza interior de que el amor a los niños pequeños es la mejor inversión que cualquier sociedad puede hacer, y que además los bebés SOLO TIENEN UNA FORMA DE COMPRENDER EL AMOR: estando con ellos, dándoles cuerpo, llevándolos encima, amamántandolos, acompañándolos a dormir...

Hay muchas madres y padres que piensan que amamantar, colechar y portear es "muy sacrificado" (los que no piensan directamente que es perjudicial para los niños y que los "malcría").

No tiene por qué serlo cuando se hace con placer, cuando uno se permite abrir la mente y el cuerpo a la experiencia gratificante de la m(p)aternidad y crecer con ella, cuando se limpia el cerebro de falsos prejuicios, cuando se permite conectar con los instintos mamíferos (o pautas de acción fija, como les gusta decir a los científicos), cuando se disfruta de las cosas verdaderamente importantes de la vida...

Pero si aún fuera un "sacrificio", me pregunto cuántos sacrificios no estamos dispuestos a hacer a lo largo de la vida todos los padres por nuestros hijos... Además, es un sacrificio de relativamente corto tiempo (los dos o tres primeros años de nuestros hijos, si no se desea más) y que garantiza una enorme inversión de futuro para ellos y para la vida familiar y social en su conjunto.

Incluso si tuviera que significar un sacrificio de la vida laboral de la madre -o del padre-, con el apoyo social adecuado (que hoy no existe en España) y con los pocos hijos que tenemos en el llamado "primer mundo", sería un "lujo" que podemos permitirnos de unos pocos años, de los que obtendremos sobrada rentabilidad en el futuro. Los primeros años de nuestros hijos, los primeros momentos de su vida, son la base sobre la que se construirá todo lo demás. Un mes en la vida de un bebé es como varios años en la vida de un adulto: un mes más que podamos permanecer junto a él, traerá ventajas en la formación de su desarrollo nervioso y emocional.

Para cuando el bebé cumple los dos años, y comience a aflorar su propia personalidad independiente [la conciencia de su yo separado de la madre/otro (m/other), que comienza en torno a los dos años, con el segundo fulcro del desarrollo de la personalidad, tal como resume Ken Wilber en su modelo unificado de la conciencia, a partir de Piaget, Arieti, Aurobindo, etc... ], los padres podremos constatar que, cuando ha sido amamantado, porteado y acompañado a dormir, cuando ha sido emocionalmente sostenido, el niño será mucho más independiente y sereno; con menos rabietas; con menos crisis en las etapas de su desarrollo; con más seguridad, autoestima y confianza en sí mismo; con más empatía y confianza en los demás; y probablemente con más riqueza verbal, emocional y de la inteligencia.

Amamantar, portear y acompañar a dormir no tiene nada que ver con una crianza "sin límites", "sin normas" y sin ejemplo, ni se criarán "hijos tiranos", sino todo lo contrario. Tampoco es incompatible con la vida moderna de las mujeres trabajadoras, al contrario: es una inmensa ayuda para compensar las horas que estamos lejos de nuestros hijos.

Los padres volcados en la crianza con apego por simple lógica tendrán un mayor grado de implicación en la formación de sus hijos, mayor comunicación, y mayor autoridad: la auténtica autoridad que emana del amor, de la razón, del ejemplo, de la compañía y de la seguridad (aunque no la que emana del miedo, si esa es la única autoridad que conoces).



9 de febrero de 2010

Cuidando del alma infantil

Por Ileana Medina Hernández


El proceso por el que inicié este blog fue precisamente la pasión creativa que despertó en mí la maternidad, al permitirme conectar no sólo con mi niña interior, con mi historia familiar y con mis ancestros, con mi intuición y mis lados oscuros, sino también con un camino "espiritual" que ya había iniciado anteriormente con varias señales distintas pero que aún no había llegado a cuajar en mi vida.

Mi propia sorpresa fue mayúscula cuando al devenir madre, descubrí que intentando comprender el desbordamiento hormonal y emocional que la crianza me producía, conectaba perfectamente con todos las verdades de esa "sabiduría perenne" que la psicología transpersonal me había permitido corroborar y que comprendía perfectamente desde el nivel racional, pero que aún me faltaba por "experimentar".

Me faltaba encontrar un camino práctico de meditación, que mira por dónde, me vino desde el fondo de las noches en vela acompañando a mi hija, de los intensos momentos de la lactancia, de la entrega total y absoluta a la intuición, que me susurraba que mi hija es la Maestra que viene a enseñarme lo que me falta en la vida.

Los sinuosos recodos de la maternidad y la femineidad eran desconocidos para mí, y también están ausentes en los "gurús" masculinos que había leído hasta entonces. Buscando y buscando descubrí toda una gran comunidad internacional de mujeres "iniciadas", escritoras, psicoanalistas, sociólogas, profesoras, doulas, matronas, madres blogueras o foreras, mujeres conectadas con la vida, magas... que están en el camino de integrar los caminos de la femineidad y la crianza con el camino del desarrollo espiritual, y supe inmediatamente que ahí estaba mi verdad interior. Me sentí agradecida e iluminada por su luz... y ahí sigo, dichosa y contenta en mi trayecto de aprendiz de bruja.

Hoy celebro mi encuentro con otra de esas mujeres: Cristina Romero Miralles nos ha hecho un  gran regalo, un libro precioso, maravillosamente ilustrado por César Caballud, que al leerlo es como si te sumergieras en una fuente de agua clara y viva, manantial corriendo entre piedrecitas de colores...
Lo he leído de un tirón este fin de semana, lo he compartido con mi madre pasándole las páginas que iba leyendo, lo he compartido con mi hija que miraba las ilustraciones y buscaba nombres para los personajes dibujados... Nos hemos reído y hemos llorado, hemos contado historias del pasado y hemos conversado largamente, hemos disfrutado y hemos crecido.

El libro está escrito con un lenguaje sencillo, frases limpias, párrafos cortos... capaces de resumir con claridad, pero sin superficialidad, aquellas ideas que la autora ya ha interiorizado y forman parte de su vida natural. No es fácil sintetizar en poco más de cien páginas tantas corrientes de sabiduría sin caer en la banalización ni en la ñoñeríaTampoco hay sermones, ni críticas, ni ataques, ni análisis filosóficos ni siquiera consejos, simplemente belleza pura, en un resumen conciso, magistral y contundente de toda esa gran cantidad de ideas que entretejen a la maternidad consciente y a la crianza con apego con las más altas cotas del desarrollo espiritual del ser humano.

Pintará los soles de su camino es un libro del siglo XXI: escrito por una joven mujer y madre, publicado en formato digital, permitida su descarga gratuita (ni siquiera se considera a sí misma la autora del libro), uniendo de forma sencilla, pero a la vez profunda y seria, los temas de crianza y espiritualidad.

El libro puede descargarse gratuitamente aquí: El Dedo en la Llaga.

También puede solicitarse escribiendo al email: libroregalo@gmail.com

Grupo en Facebook: Cuidando del alma infantil

.

4 de febrero de 2010

Los mamíferos que somos

Por Ileana Medina Hernández


Observad esta perra con sus cachorros. ¡¡¡Alimenta a cuatro a la vez y su cara lo dice todo!!!

Imaginad ahora que llega el perro macho, le quita a las crías y se las lleva a dormir solas para la habitación de al lado.

Los perritos gimen, pero les cierra la puerta para no escucharlos, y les aplica un "método" que consiste en dejarlos llorar hasta que caigan extenuados.

La perra está de acuerdo, y además se alegra mucho. Ahora está "liberada" y es "igual" al macho, sin la "esclavitud" de cuidar de sus crías.

Podrá seguir su vida "igual que antes" y dormir toda la noche de un tirón, que también es necesario descansar. Sus tetas vuelven a ser igual de pequeñas que antes. Se maquilla, se depila, y está disponible nuevamente para las montas. La pareja y el sexo no pueden descuidarse. Tampoco las amistades ni la "vida social".

Sólo que nadie ha preguntado a los perritos.

.-

1 de febrero de 2010

¿El amor se enseña?

Por Ileana Medina Hernández

En la entrevista con Elsa Punset que cité en el artículo anterior, hay una idea a la que no dejo de darle vueltas: a la pregunta de ¿Se puede enseñar a sentir? la profesora responde:

"Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospechar, despreciar, odiar... ¡Que nos enseñen a amar! Nos enseñan que el mundo es peligroso, pudiendo enseñarnos que es fabuloso."
La misma idea defiende su padre, el eminente divulgador científico Eduard Punset, en este artículo publicado en su blog sobre la necesidad de transformar el sistema educativo incluyendo LA EDUCACIÓN EMOCIONAL de los niños y jóvenes:
(...) "Los esfuerzos venideros en materia educativa apuntarán a reformar los corazones de la infancia y la juventud, olvidados por la obsesión exclusiva en los contenidos académicos. (...) Resultará imprescindible que los maestros fomenten el aprendizaje de las emociones positivas y negativas, que son comunes a todos los individuos y previas a los contenidos académicos destilados a la infancia; es decir, aprender a gestionar lo que nos es común a todos. Se trata de enseñar a los jóvenes a gestionar la rabia, la pena, la agresividad, la sorpresa, la felicidad, la envidia, el desprecio, la ansiedad, el asco o la sorpresa."
Estando básicamente de acuerdo en que la escuela es una institución que necesita un gran cambio urgente, y que entre los factores fundamentales de ese cambio tendrá que estar sin duda la inclusión del mundo emocional, ya no sólo en las escuelas, sino también en los centros de trabajo y en todos los ámbitos de la vida pública donde hasta ahora las emociones han sido ignoradas, una ligera sospecha me ha quedado revoloteando en la mente...

¿Se puede enseñar verdaderamente el amor, los sentimientos, incluso eso tan global que llamamos "educación en valores"? La respuesta aparente es sí. Creo que efectivamente, es bueno que la escuela se ocupe de ponerle nombre y descripción a la rabia, a la envidia, al amor o a la felicidad, y también a los "valores" que, si son auténticos, no son más que modos sociales del amor, como la generosidad o la solidaridad. Que se hable de ello, que se practique con el ejemplo, que se tenga en cuenta la dimensión emocional y afectiva de la educación, sobre todo con los niños pequeños.

Pero me temo, que por mucho que podamos hacer un gran máster sobre el amor, o sobre la ira, o sobre la solidaridad... la capacidad de amar de cada persona se desarrolla fundamentalmente RECIBIENDO AMOR.

La capacidad de amar se adquiere, parecen indicar los últimos estudios neurobiológicos, en el período que rodea al nacimiento, y se desarrolla en la misma medida EN QUE SEAMOS AMADOS en nuestra infancia, en nuestra familia, en que se nos acaricie, se nos acompañe y se nos atienda individualmente, en que nos sintamos amados.

Es importante que en el entorno escolar, donde tanto tiempo pasan nuestros niños hoy, no solo se introduzca una asignatura de Educación en Valores, sino que esos valores se pongan en práctica cada minuto que el alumno pasa en la escuela: que se eduque con cariño, con tolerancia, con respeto, con solidaridad, con generosidad, con empatía, con optimismo y alegría, de modo tal que los niños no solo aprendan "sobre" el amor, el respeto o la empatía, sino que los reciban.

Pero además es indispensable que esa Revolución Emocional comience por la casa, por la familia, y desde el momento mismo del parto/nacimiento, porque el amor, sobre todo en los niños pequeños (en el momento en que se forma el sistema nervioso y la capacidad de amar) necesita también CUERPO, MIRADA, SOSTÉN, COMUNICACIÓN y sobre todo,  TIEMPO compartido con los seres que amamos y nos aman.

Nos enseñan a "desconfiar, recelar, sospechar, despreciar, odiar" porque inicialmente los adultos con los que nos relacionamos en nuestra infancia desconfían y recelan de nosotros (ay, cuántos adultos dicen que los bebés desde que tienen dos meses "les quieren tomar el pelo"), porque incluso las personas que más nos aman o deberían amarnos nos aman a su manera; sin empatía, sin abandonar su propio ego, sus propias importantes ocupaciones y su propia perspectiva. Y sobre todo hoy en día, nos aman con prisas, sin tiempo, sin espacio para que los símbolos del amor puedan salir y llegar a su destino.

Creo que el amor no se enseña como se puede enseñar la Historia o las Matemáticas. El amor se practica, se transmite, se contagia, se comparte, se difunde, se esparce, se huele, se toca, se ofrece, se regala, se recibe: SE MAMA.