Por Ileana Medina Hernández
"El sueño de la razón engendra monstruos"
F. de Goya y Lucientes
El libro de la Badinter aún no ha sido editado en España (todo se andará) pero ya colea, y yo me alegro infinito de que por fin estos temas empiecen a aparecer en la prensa generalista.
La politóloga vasca Edurne Uriarte ha publicado esta semana un artículo en la Revista
Mujer Hoy, titulado "Las Mamíferas", en el que básicamente se hace eco de las ideas de Elizabeth Badinter, en lo que podríamos llamar la flor y nata
del feminismo burgués. No tiene nada de malo ser feminista y burguesa, pero que no nos lo vendan como progresía ;-)
Busco por la red otras declaraciones de Uriarte sobre feminismo y me encuentro con que ha escrito un libro que se llama
Contra el feminismo (que no he leído, claro está) y
esta entrevista, donde no sé vosotros, pero yo entre líneas creo vislumbrar que ella está más allá del feminismo porque más que compatibilizar la maternidad con el trabajo, quiere que las mujeres directamente nos ocupemos sólo del trabajo :-)
En el fondo no comprendo por qué estas mujeres parten del supuesto de que practicar la lactancia materna atenta contra la participación social y política de las mujeres. No entiendo por qué se sienten atacadas. Yo creo que es todo lo contrario.
Que sí es perfectamente compatible la cada vez mayor presencia de las mujeres en el mundo público y político, con la práctica de la lactancia materna y con una crianza cada vez más amorosa para nuestros hijos.
¿Cómo? Transformando el panorama laboral. Eso sería lo verdaderamente feminista y revolucionario.
Vayamos por partes.
En mi artículo anterior
Nos necesitamos las unas a las otras, y en casi todos los que he publicado en este blog, se deja bien claro que no estamos en contra de la incorporación al trabajo y, menos aún, de la realización profesional de las mujeres, y de que ocupemos puestos directivos en todos los niveles. Faltaría más (yo misma he sido y soy madre trabajadora).
Tampoco pretendemos -como se ha dicho- imponer a ninguna mujer el parto natural ni la lactancia extensa, simplemente queremos poder ejercerlos quienes sí creemos en ella. Para ello, para ampliar los derechos a todos los tipos de maternajes que existen, es necesario cambiar algunas cosas, que no restringen los derechos de nadie, sino que los amplían.
Lo que sucede es que la incorporación de la mujer al mundo laboral, público y político
tiene que servir para cambiarlo.
Dice Edurne Uriarte en la entrevista citada anteriormente:
"Eso significa cambiar la organización de nuestras vidas, porque las carreras no van a cambiar para adaptarse a las mujeres que quieren las dos cosas."
Pues pienso que sí:
que las carreras sí tienen que cambiar para que las mujeres podamos tener las dos cosas (maternidad y trabajo), como también tienen que cambiar para que los hombres puedan tener las dos cosas (paternidad y trabajo).
El mundo laboral tiene que cambiar.
Tiene que cambiar para que todos, mujeres y hombres, trabajemos un poco; y todos, mujeres y hombres, nos dediquemos también a criar a nuestros hijos.
Lo que no puede pasar es que todos estemos 12 horas diarias trabajando, mientras la crianza, el hogar, los cuidados a niños, enfermos y ancianos,
los trasladamos precariamente a las mujeres más pobres, a las inmigrantes, a las empresas privadas y al Estado (a través de oficios y profesiones cada vez peor pagados). Inmigrantes que trabajan sin contratos; guarderías privadas que pagan 600 euros mensuales a sus educadoras; y educadoras de guarderías públicas que, junto con los demás funcionarios, han visto incluso su sueldo aún más reducido recientemente.
El amor y el cuidado deben ser reivindicados y favorecidos como algo digno de ser realizado y disfrutado por todos los seres humanos, y no como algo precario que hacen aquellos que no pueden acceder a otra cosa. El amor y el cuidado no cotizan en bolsa y están fuera de la lógica mercantil: ¡hay que defenderlos con política y con dignidad personal!
Me temo que la postura de Badinter y la de Uriarte
arrastran parte del rol tradicional de las mujeres de clases altas:
figurar en sociedad, mientras otros se ocupan de sus hijos. La crianza en el mismo saco que las labores domésticas. Los hijos al cuidado de otros.
Las mujeres de clases altas nunca amamantaron ni criaron a sus hijos a lo largo de la historia patriarcal (así que no ven por qué tendrían que hacerlo ahora). Tampoco podían antes acceder a las profesiones liberales ni a los cargos políticos. Su rol consistía en ser la señora de Mr. X, parir herederos y decorar los salones con su presencia.
Badinter, Uriarte y el feminismo clásico (de la línea de Simone de Beauvoir) defienden la incorporación de la mujer a las profesiones liberales, a los cargos públicos y económicos, al poder político... pero
ni siquiera intuyen la potencialidad del otro lado que también nos fue arrebatado a las mujeres: el embarazo consciente, el parto libre, la lactancia placentera, la maternidad plena; y
la capacidad de cuidado, que debería correspondernos a todos.
Lejos de haberse liberado del patriarcado como afirma Uriarte, las feministas clásicas representan el culmen del patriarcado: la mujer totalmente conversa al mundo masculino, al mundo de la competitividad, de la lógica mercantil, del consumo, de la vida exterior, del poder entendido tal como lo han entendido los hombres: jerarquía, privilegios, altos cargos, oligarquía.
Tengo la impresión de que estas mujeres sólo hablan en nombre de aquellas profesionales cualificadas y con éxito que ganan varios miles de euros al mes, y que, como ellas, han accedido a los centros de poder dejando a sus hijos en manos de empleadas (como han hecho históricamente las mujeres de clases altas a las que ellas pertenecen).
Y
mucho me temo que sus maridos tampoco se ocupan de las labores domésticas, que quedan en manos de empleados y sirvientes ("de segunda categoría"). Con lo que en esas familias precisamente lo único que se comparte al 50% si acaso es el dinero, porque el trabajo doméstico lo hacen otros. Así lo refleja también la psiquiatra Inmaculada Gilaberte en su libro
Equilibristas: entre la maternidad y la profesión, donde cuenta la solución que ella encontró: una amorosa inmigrante que se ocupa de sus hijos.
Tengo la impresión de que estas mujeres sólo defienden el derecho a incorporarnos al modo de vida de los ricos,
mientras los pobres se ocupan de aquellas tareas que nosotros no queremos hacer, incluido con ello cuidar a nuestros hijos.
O sea, ese feminismo disfraza el
problema de dominación de clases, reduciéndolo a un problema de dominación de los hombres sobre mujeres.
¿Y qué hay de todo el ejército de limpiadoras, cajeras de supermercado, dependientas, cuidadoras de ancianos y niños, oficinistas, auxiliares, obreras...e incluso muchas graduadas universitarias, que trabajan por menos de mil euros al mes, sin realización profesional, y sin poder pagarse una
nanny que a la vez cuide de sus hijos? ¿Para estas mujeres la incorporación al trabajo asalariado ha supuesto realmente una liberación, o una doble carga?
Por otro lado, y dejando la discusión sobre las mujeres, están los niños.
Niños que fuimos, somos y seremos todos. Están el
amor y las
emociones. Algo que no se desarrolla en el mercado laboral, ni en los colegios de élite, ni tampoco con las cuidadoras inmigrantes, que a su vez se ven obligadas a dejar a sus hijos en sus países de origen,
perpetuando la cadena del abandono, los hijos de cada una en manos de otras.
Los bebés y niños necesitan ser amados por sus padres. Para eso, para sentirse amados, necesitan pasar tiempo con nosotros. Necesitan leche materna (que sólo las mujeres podemos dar), cuerpo materno y paterno, hogar, comida saludable, comunicación, dedicación personal por parte de sus progenitores.
Si para ello hace falta "cambiar las carreras": ¡cambiémoslas! Para eso probablemente teníamos que llegar las mujeres al poder.
Si la maternidad perjudica el desempeño laboral: ¡cambiemos las formas de desempeño laboral! Si el desempeño laboral perjudica a la maternidad: ¡cambiemos las formas de desempeño laboral!
¿Por qué suponemos que podemos cambiar la organización de nuestras vidas, por qué suponemos que podemos sacrificar a nuestros hijos, por qué suponemos que no hace falta ser "buenas madres" ni "buenos padres" y
no suponemos que es posible cambiar el mundo laboral y productivo, el mundo social y político, a favor de nuestros hijos y del futuro?
La jornada laboral de 8 horas es una reivindicación del siglo XIX. Parece increíble que 200 años después, con la mujer incorporada al trabajo (o sea, el
doble de mano de obra disponible), y con todos los adelantos de la robótica, inteligencia artificial e internet, no sea posible reducir las jornadas laborales. Producir más en menos tiempo.
Parece increíble que cada familia necesite hoy que los dos miembros de la pareja trabajemos entre 8 y 12 horas diarias, dejando a nuestros hijos sin atención familiar, para poder comprar lo que creemos que necesitamos para ser felices.
¿Lo lógico no sería que, tras la incorporación de la mujer al trabajo y tras el aumento exponencial de la productividad que trae la era digital, todos tuviéramos que trabajar menos horas?
¿Trabajar menos horas para
estar con nuestros hijos, trabajar menos horas para
repartir el empleo, trabajar menos horas para que
los ricos no se enriquezcan tanto, trabajar menos horas para
consumir menos, trabajar menos horas para
repartir mejor las riquezas, trabajar menos horas para
disminuir la explotación intensiva de la mano de obra y de los recursos naturales?
Transformar el mercado laboral: reducción de la jornada, eliminación inmediata de esa horrorosa jornada partida española, teletrabajo, trabajo por objetivos, cambios en la organización del trabajo,
aumento de la productividad, trabajo sin horarios rígidos,
racionalización de los horarios de trabajo, trabajos a los que se pueda ir con nuestros hijos, trabajos en casa, trabajos más motivantes, mejor gestión de los recursos humanos, más prestigio para los trabajos de cuidado del otro (cuidadores, educadores, enfermeros, auxiliares... que deberían ganar más que un ejecutivo de Banca, más que un notario y hasta más que un Ministro, dado que realizan
las labores de mayor importancia social), bajas maternales más largas como en los países nórdicos urgentemente, verdaderos permisos de lactancia, más recursos estatales para guarderías públicas de calidad y al mismo tiempo para las madres y padres que quieran permanecer con sus hijos ahorrándole ese gasto al Estado, hacer compatible el mundo laboral con la crianza de los niños pequeños:
¡de eso es de lo que deberían ocuparse las mujeres políticas e influyentes en el mundo de hoy!
Nuestros hijos merecen que dejemos de pelearnos entre hombres y mujeres, entre feministas y no feministas, entre biberones y "talibanas de la teta", y lleguemos a acuerdos que tengan en cuenta sus
necesidades afectivas y emocionales. Nuestros hijos merecen que no les abandonemos, merecen que como sociedad pensemos en el futuro.
Señora Uriarte: los siglos de búsqueda de sustitución de la naturaleza por la cultura, la ciencia y la razón, se han cobrado precios muy altos
. Hoy toca, no renunciar a la cultura, la ciencia y la razón, sino
hacerlas compatibles con la naturaleza y las emociones, en un escalón humano superior.