Es verdaderamente complicado intentar hacer un análisis en unas pocas líneas, cuando de lo que se trata es de cambiar verdades que han sido asumidas como tales durante más de 2.000 años , o sea, durante todo el periodo que conocemos como "histórico".
La crianza y educación "desde arriba" es una de ellas.
El pensamiento dominante en Occidente durante siglos, inspirado por el judeo-cristianismo y coronado por la Ilustración, ha mirado siempre al ser humano "desde arriba", desde un dios celestial superior castigador y omnisciente, desde la energía solar masculina.
Así, los niños pequeños han sido vistos, en el mejor de los casos, como tabulas rasas que hay que llenar "desde arriba" para convertirlos en personas. También como pequeños monstruos que hay que "domar", animalitos que hay que "civilizar", demonios que hay que reprimir, seres violentos y agresivos que hay "educar", piedras en bruto que hay que "pulir"...
1.-EL ENFOQUE ADULTOCÉNTRICO: represión y unidireccionalidad.
El enfoque adultocéntrico consiste básicamente en eso. En mirar desde arriba, desde la mirada del adulto, y creer que a esas pequeñas personitas hay que llenarlas de normas, de miedos, de amenazas, de coacciones, de órdenes, de autoridad, de límites, porque si no, pueden convertirse en algo terrible y peligroso.
El enfoque adultocéntrico se ha transmitido de generación en generación a través de la "pedagogía venenosa" que tan bien define Alice Miller. Los niños maltratados se convierten a su vez en adultos que creerán en la necesidad de maltratar a sus propios hijos para que sean como ellos. Herirán donde mismo han sido heridos, "por su propio bien".
Dentro de ese enfoque adultocéntrico, hay dos vertientes, que casi siempre van juntas, aunque pueden ir separadas. Una, la vertiente represora. Parte de la base de que el ser humano nace con una cuota de "violencia" innata que hay que reprimir para poder vivir en sociedad. Es el " hombre lobo del hombre" de Hobbes, que llegó hasta el mismo Freud.
Freud pensó que el "malestar en la cultura" provenía precisamente de que el ser humano se veía obligado a reprimir la violencia innata para poder vivir en sociedad. Freud creía en la existencia de una pulsión de destrucción o agresión innata -tanatos- igual de poderosa que la pulsión amorosa o eros.
No dejéis de leer el intercambio de correspondencia que Freud mantuvo con Einstein a propósito de la guerra. Es justamente el intercambio entre dos grandes hombres del siglo XX que representan cada uno una postura diferente: la de quien cree en la bondad innata del ser humano (Einstein) y la de quien cree en la maldad innata del ser humano (Freud). Es muy probable que los primeros hayan sido lo suficientemente amados y sostenidos en su infancia; y los segundos, no tanto.
"La cuestión de la bondad innata de las criaturas humanas ha sido tema de controversia universal, controversia que Freud, para no enfrentarse al orden social de nuestra civilización, lleva al extremo de afirmar la existencia del tánatos innato y a calificar a las criaturas humanas de perversos polimorfos. Si somos malas, sea cual sea nuestro pecado original, la represión está justificada; pero si somos buenas, entonces los malos serían los que nos reprimen. Por eso, al final de todos los discursos nos encontramos con esta misma controversia.
El tánatos innato, el karma, el pecado original... son, en definitiva, discursos de culpabilización de la víctima, que es el rasgo más universal de las relaciones de dominación."
(Rodrígañez, Casilda: La sexualidad y el funcionamiento de la dominación, 2008, pág. 30)Si partimos de esa base, de la existencia de una "maldad innata", una de las funciones principales de la educación sería precisamente la represión o al menos la contención cultural de esa violencia primaria.
La segunda vertiente, sería la vertiente "transmisora de conocimientos". Desde el enfoque adultocéntrico dominante durante siglos, la educación consistiría en transmitir conocimientos de un modo unidireccional, de arriba hacia abajo, del maestro al alumno, del adulto al niño, "embutiendo conocimientos" como si de engordar un pavo de Navidad se tratara. "La letra con sangre entra" fue un lema pedagógico durante muchos siglos practicado.
Esta segunda vertiente, aunque es la que predomina todavía hoy en la mayoría de las escuelas donde un maestro de pie imparte monólogos a un grupo de niños sentados, callados y reprimidos, siempre ha sido también cuestionada por algunos pedagogos de avanzada. El conocimiento sería algo que hay que construir desde adentro, desde la motivación interior, con la participación activa y el protagonismo total de los niños, siguiendo sus ritmos, motivaciones y necesidades.
La primera vertiente, la de la necesidad de "reprimir" y "educar" para que los niños no salgan "tiranos" ni "monstruos", está, si se quiere, casi intocada en todos los ámbitos, incluso entre las autoridades políticas y educativas.
Es frecuentísimo oír, cada vez que vemos en las noticias un niño o un adolescente delincuente o criminal, que se alzan las voces: "es que hacen falta normas, es que hace falta autoridad". Quienes así piensan, más o menos inconscientemente están diciendo que los seres humanos seríamos "monstruos delictivos" si no se nos ponen normas "desde la cuna", autoridad clara, y "un cachete a tiempo".
2.-La CRIANZA CON RESPETO: ¿"dejadez"? o ¿"sobreprotección"?
En los últimos años, sin embargo, un nuevo paradigma emerge para hacer añicos estas dos vertientes de la educación y la crianza adultocéntricas:
Se trata de la llamada CRIANZA CON RESPETO, CRIANZA CON APEGO, CRIANZA CON AMOR (attachment parenting).
Los principios de la crianza con respeto se basan en las EVIDENCIAS CIENTÍFICAS que ha aportado la neurología, la psicología y la psiquiatría sobre el importante papel que el EMBARAZO (la etapa prenatal), EL PARTO (el nacimiento), Y LA PRIMERA CRIANZA tienen en la formación de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de nuestra capacidad de empatía, de nuestra capacidad de amar.
Las "pulsiones agresivas" de las que hablaba Freud podrían no existir, o reducirse mucho, si cada bebé es deseado, gestado conscientemente, nacido en un parto natural sin violencia, y criado desde el deseo materno, desde la corporalidad, la lactancia materna natural, la compañía para dormir, el porteo para andar durante el día, hasta que sea el mismo niño el que se va independizando.
O sea, si el ser humano es AMADO desde el primer minuto de su gestación, y amado en un modo en que él pueda recibirlo como tal: con presencia, amor y caricias; las pulsiones "agresivas" no llegarían al río. Las pulsiones agresivas crecen en respuesta al desamor de ese entorno primal, de los inicios de la vida, y no como algo biológico ni genético. La capacidad de odiar y agredir existe, pero sólo se desarrolla en un entorno hostil.
Quien oye hablar de esto, y oye campanas y no sabe dónde, suele tener dos tipos de reacciones curiosamente contrapuestas entre sí:
-Que la crianza con respeto es similar al abandono, dejando al niño hacer lo que quiera. Sin límites, sin normas, sin referentes... No es así. En la crianza con respeto el niño aprende A RESPETAR SIENDO RESPETADO. Aprende los límites naturales que rodean la vida de su familia y de su comunidad. La autoridad patriarcal conductista y adultocéntrica es sustituida por PRESENCIA, COMPAÑÍA, AMOR, interacción permanente... sobre todo durante LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA DEL NIÑO.
-Por el contrario hay quien piensa que la crianza con respeto es SOBREPROTECTORA, acaparadora, devoradora de la individualidad de los niños. Que la madre iría corriendo tras el niño para enchufarle la teta cuando este se quiere ir a la universidad. Tampoco es así.
No digo que no pueda existir quien dé teta tres años y a la vez abandone a su hijo, o que se convierta en una tirana sobreprotectora de por vida. Puede haber de todo en la viña del señor. Imperfectos somos todos y cometemos todo tipo de errores, demos o no la teta.
Pero la filosofía, la teoría de la crianza con respeto no es ni "dejadez" ni "sobreprotección".
Ambas posturas CONTINUARÍAN SIENDO ADULTOCÉNTRICAS, puesto que parten de las necesidades del adulto. En el primer caso de la necesidad de salvarnos nosotros mismos, dejando a los niños a la deriva; en el segundo caso, de la necesidad de sentirnos importantes, omnipotentes, imprescindibles en la vida de "nuestros" hijos; o de un miedo a la vida paralizador.
Los primeros, los del abandono, suelen ser fatales en los primeros años de vida de los niños. Suelen delegar la crianza, la responsabilidad y el cuidado, en manos de otros. Digamos que es la tentación más fuerte que hay hoy en día, cuando madres y padres, tan ocupados en nuestras vidas laborales y/o atrapados en unas dinámicas sociales explotadoras, dejamos a los niños en manos de cuidadores extraños desde los pocos meses, sustituimos la leche materna por el biberón que puede dar cualquiera, los acostumbramos con métodos conductistas a dormir solos desde bien pequeños, no los cogemos en brazos "porque se acostumbran", les dejamos llorar para que aprendan "que la vida es dura", pensamos que la escuela es la responsable de su educación, etc...
El abandono es fatal en los primeros meses y años de vida del niño, cuando la necesidad de CONTACTO, de cariño, de brazos, de calor humano, de tacto, es el único modo que tiene el bebé de sentirse querido y protegido.
Cuando esa necesidad de contacto, de TIEMPO compartido con la familia, de CUERPO progenitor se satisface, es muy poco probable que surja un individuo patológico, un neurótico, un psicópata o un futuro delincuente.
También es muy probable que con esa base, se construya una relación de comunicación empática y sincera entre padres e hijos, desde la cooperación y no desde la autoridad o la lucha permanente, que haga innecesarios los métodos autoritarios tradicionales.
Por eso, a veces desde la crianza con respeto se habla de la "innecesariedad" de los límites. Los límites, cuando la familia está presente de día y de noche, y cuando las necesidades afectivas están de verdad cubiertas, se desprenden de un modo natural, desde la imitación, el EJEMPLO, la cooperación y el respeto, sin necesidad de castigos ni azotes. Sin violencia física ni emocional.
El otro modelo, el modelo sobreprotector, suele ser fatal de la adolescencia en adelante. Son padres que no dejan a sus hijos crecer, que siempre quieren que sean bebés bajo sus faldas, que no los dejan ni a sol ni a sombra, y que se "realizan" a través de sus hijos, imponiéndoles que sean como ellos quisieran haber sido.
Lo curioso es que frecuentemente hay gente que es lo uno y lo otro. Que hacemos las cosas al revés. Que en la infancia abandonamos, y en la adolescencia sobreprotegemos. O que al mismo tiempo que aplicamos el método Estivill sobreabrigamos en invierno.
Quienes ven en la teoría de la crianza con apego el peligro de la "sobreprotección" o el peligro de la "dejadez" es porque siguen atrapados en la dimensión adultocéntrica, porque no pueden imaginar un mundo donde los niños saben lo que hacen, porque no pueden confiar en la naturaleza, y por ende ven miedos y peligros por todas partes cuando la naturaleza hace su trabajo.
Todos los animales crían a sus hijos (les amamantan hasta que sean ellos mismos quienes se desteten, duermen con ellos, les protegen durante la noche y el día...) y luego, cuando estos crecen, se van y muchos no vuelven a verlos nunca más.
Ofrecen raíces, y luego alas. De eso se trata.
3.-APOYO Y NUTRICIÓN DESDE ABAJO.
La crianza con respeto, crianza con apego, crianza NO ADULTOCÉNTRICA, se propone fijar la atención en las necesidades del niño, del hijo. En respetar sus ritmos, en NUTRIRLES DESDE ABAJO.
La madre es la TIERRA. Como si fuéramos plantas, la progenitora nos conecta con el universo, ofrece LOS NUTRIENTES NECESARIOS para que los niños puedan nutrirse física, emocional e intelectualmente, y crecer ellos a partir de nuestro APOYO, de nuestro SOPORTE, de nuestra raíz.
Desde este punto de vista, las madres y padres sólo tenemos que estar bien nutridos nosotros mismos. Tanto física, como emocional, como intelectualmente, para que los niños tengan de dónde chupar para crecer. No tenemos que imponer, ni marcar límites, ni pegar, ni luchar, ni tampoco anularnos, ni sacrificarnos: sólo tenemos que ser personas libres nosotros mismos, y acompañarles en su crecimiento.
Libres, no esclavos del trabajo. Libres, no esclavos del éxito social. Libres, no esclavos de nuestra historia personal de desamor y de nuestra incapacidad afectiva. Libres, no esclavos de unos patrones rígidos de belleza física. Libres, no esclavos del dinero y el consumo. Libres, no esclavos del qué dirán ni de lo políticamente correcto.
Libres para concebir y gestar hijos cuando podemos ofrecerles el mejor entorno posible y todo nuestro amor, compañía cuando la necesitan, leche materna, afecto, cuidado, cuerpo y sostén a raudales, comida sana preparada por nosotros mismos, mirada, juego, nutrición física y emocional mientras son pequeños y la necesitan.
Ellos, los niños, son los que marcan su propio crecimiento. Ellos son los dueños de sus vidas. Vidas propias que sólo necesitan UN TERRENO FÉRTIL, sostenedor y amoroso para desarrollarse.
La tierra está debajo de sus pies, no encima. No los pisa ni los aplasta, sino que los empina. La tierra nutre, no manda. La tierra sostiene, no impone. La tierra es femenina. La tierra es humilde. La tierra está siempre disponible. La tierra nutre y da la base para erguirse y llegar hasta donde cada uno sea capaz.
Los niños son los que deciden cuándo destetarse (lo natural según los estudios parece que sería entre los 2,5 y los 7 años); ellos son los que deciden cuándo se sienten seguros para dormir solos; ellos son los que deciden cuándo y qué comer de entre los alimentos que les ponemos a su alcance; ellos son los que deciden cuándo emanciparse siendo personas seguras, sólidas, afectuosamente tratadas, cuidadas y respetadas.
Ese es y ha de ser el modelo que se debería apoyar desde la sociedad en su conjunto, desde las políticas sociales, laborales y educativas. Que cada uno luego es imperfecto, es obvio. Pero a nivel teórico, y de instrumentación de políticas, las cosas deberían comenzar a aclararse.
La crianza y la educación no adultocéntricas, la crianza y la educación con apego y con respeto, la crianza y la educación centradas en el niño y no en las necesidades insatisfechas de los adultos, la crianza y la educación desde abajo, crean INDIVIDUOS SOSTENIDOS, CONFIADOS, SEGUROS, LIBRES, AMOROSOS, EMPÁTICOS, RESPETUOSOS, SÓLIDOS, SANOS, CREATIVOS Y PACÍFICOS.