24 de marzo de 2011

Yvonne Knibiehler: "la verdadera liberación de la mujer pasa por la defensa de la maternidad"

Reproduzco esta entrevista realizada en 2007 a la histórica feminista francesa Yvonne Knibiehler, autora de ¿Quién cuidará a los niños? Memorias de una feminista iconoclasta (Ed. Calmann-Lévy, 2007) y de otros libros sobre historia de la maternidad.  


Vía| Clarín


Nueva tendencia en el pensamiento feminista: la historiadora Yvonne Knibiehler afirma que la verdadera liberación de la mujer pasa por la defensa de la función materna. Y la británica Alison Wolf sostiene que, detrás de una supuesta reivindicación de todas las mujeres, el feminismo "traicionó" a las madres.


¿Quién cuidará a los niños? Memorias de una feminista iconoclasta, (Ed. Calmann-Lévy, 2007)


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Por CATHERINE VINCENT.


Con la publicación de sus memorias, tituladas ¿Quién cuidará a los niños? Memorias de una feminista iconoclasta, (Ed. Calmann-Lévy, 2007) la historiadora Yvonne Knibiehler, de 84 años, gran figura del feminismo francés, explica por qué la verdadera liberación de la mujer pasa necesariamente por la defensa de la maternidad.

Las memorias no interesan tanto por lo que tiene de singular sino por las afirmaciones críticas que Kniebiehler formula sobre el feminismo en general y por las preguntas que plantea sobre su incierto futuro. Kniebiehler rechazó siempre el tener que "elegir" entre vida profesional y maternidad: Así, vinculó sus "dos vidas, la de historiadora y la de madre", especializándose en la historia de la maternidad. Autora de La révolution maternelle depuis 1945 (1997) y de La Sexualité et l''histoire (2002), sus memorias vinculan la experiencia de varias generaciones.

La de sus abuelas, "mujeres de interior" de la pequeña burguesía de Montpellier en el S. XIX. La de su madre, que sólo tuvo educación primaria y habría deseado que su hija se convirtiera, como ella, en ama de casa ("El haber seguido estudios superiores, lo debo a mi padre"). Su propia generación —la de la descolonización, de los movimientos feministas y de los trastornos en las estructuras familiares...—, y también las de sus tres hijos (dos hijas y un hijo) y de sus siete nietos. Su obra abarca más de un siglo de historia, a lo largo del cual las identidades sexuadas evolucionaron dentro del marco de una mutación antropológica de tal amplitud "de la que ya no se ve el final". ¿Qué pasará con este feminismo europeo que, según ella, se presenta hoy como una inmensa "exhortación paradojal" a ser al mismo tiempo una buena madre y una mujer mundana? Tocará a sus bisnietos decirlo. El segundo nacerá en mayo.

- —Usted afirma que el feminismo equivocó el camino cuando decidió ignorar la maternidad. De hecho, en los 70 no era políticamente muy correcto tener hijos siendo militante...


- —No exageremos: en ese momento, había algunas intelectuales para defender la maternidad. Pero lo hacían poniéndose del lado del cuerpo. Alababan la belleza del embarazo, del parto... Personalmente, nunca me pareció lindo estar embarazada ni dar a luz. Lo que sí me pareció milagroso es el encuentro con ese pequeño ser que, desde las primeras horas de su vida, expresa cuán humano es. En eso disentí mucho tiempo con Simone de Beauvoir quien, en El Segundo Sexo, define la maternidad como un obstáculo a la vocación humana de trascendencia. Yo soy una hembra mamífera, sin duda, pero no soy un animal. Y mi relación con los hijos que traigo al mundo también está hecha de inteligencia, lo que abre precisamente la posibilidad de una superación, de una trascendencia. Algo que más tarde me permitió reconciliarme con Beauvoir, que percibe también perfectamente esa posibilidad: la mujer, escribe, "puede consentir en dar vida solamente si la vida tiene un sentido; no puede ser madre sin tratar de desempeñar un papel en la vida económica, política, social".

- —Por un lado las madres, por el otro, las feministas: al intentar reunirlas, usted tuvo muchas veces "la sensación de estar sentada entre dos sillas". Pero su recorrido de historiadora —dirigió la unidad de historia de la familia en la universidad de Provenza— no hizo más que reforzar su convicción.

- —Como feminista de la segunda ola (la de los años 60 y 70) fui, por cierto, marginal y discutida. ¿Por qué? Porque pese a apoyar las luchas de las militantes sobre la sexualidad, el control de la fecundidad, el poder o el trabajo, estaba convencida de que la maternidad sería una cuestión central de la identidad femenina. No podía sentirme satisfecha con la orden implícita: "Sé madre y callate". Mi profesión de historiadora, al igual que mi propia sensibilidad, me permitían afirmar que la maternidad no era solamente un desarrollo narcisista, un júbilo personal. Era también, en igual medida, una función social. Y yo estaba convencida de que ignorando esa función social, se ignoraba la mitad, por lo menos, de las realidades maternas. Desde entonces, los resultados de mis investigaciones no han hecho más que reafirmar esa certeza. El feminismo debe ante todo repensar la maternidad: todo lo demás se dará por añadidura.

- —Escribe que el feminismo adolece de "una debilidad congénita": la transmisión de la identidad sexuada es mucho más difícil para las mujeres que para los hombres. ¿Por qué esa diferencia?

- —Para un padre es relativamente fácil enseñarle a su hijo a ser hombre, porque hacerlo sólo pone en juego a sus respectivos egos. Pero entre madre e hija, la transmisión pone en juego la vocación misma de la especie humana. Lo que una madre le enseña a su hija es que en la reproducción de la especie todo su cuerpo está comprometido, profundamente. O sea, en un ámbito que roza lo sagrado, que es imposible laicizar totalmente. Por más que los médicos hayan explicado totalmente el proceso de engendrar, de la gestación, del parto, se invierte tanta energía en el nacimiento humano que éste sigue siendo sagrado, y la madre con él. Ahora bien, si yo quiero criar a mi hija como un ser inteligente y culto, puedo hacerlo. Pero no sé decir qué exige en mí la maternidad. Eso solamente puede transmitirse por el modelo y ese modelo se impone actualmente en forma menos evidente, menos natural que antes.

- —A más de treinta años de la ley Veil que autorizó el aborto en Francia, ¿las mujeres se apropiaron realmente del control de su fecundidad?

- —El hecho de que la libertad de dar o no a luz un hijo esté inscrita en la ley evidentemente es fundamental en el plano simbólico. Pero esa libertad jurídica es formal si falta la libertad psicológica. Tomemos el ejemplo de Holanda: es el país que tiene la ley más liberal en materia de aborto, y al mismo tiempo la tasa de abortos más baja del mundo... Lo cual prueba que ambas cosas no son contradictorias. En Francia, en cambio, el número de Interrupciones Voluntarias del Embarazo (IVG en la sigla original) se mantiene anormalmente alto (13 a 14 por mil mujeres en edad de procrear). ¿Por qué? Porque no se les dice lo suficiente a las mujeres que se trata también de una prueba, física y moral. Mientras la IVG siga siendo para las mujeres un símbolo de liberación, la soportarán sin protestar, por desagradable que sea. Y lo mismo vale para la anticoncepción. Los productos que necesitan las mujeres para controlar su fecundidad son fabricados por multinacionales dirigidas por hombres que se preocupan mucho más por las ganancias de esas fabricaciones que por la liberación de las mujeres. En tanto eso no cambie, las feministas no podrán jactarse de haber conquistado el control de su fecundidad.

- —Aún hoy, en su aplastante mayoría, a las madres que trabajan les cuesta conciliar sus responsabilidades profesionales y maternales. La novedad es que ahora lo dicen. ¿Asistimos al surgimiento de una tercera ola de feminismo que intenta, por fin, aliar igualdad y maternidad?

- —De ser así, veremos cómo evoluciona. Lo que espero es que las —y los— que se declaren feministas en el futuro hayan comprendido que sin duda hay que ayudar a las mujeres a no ser madres cuando no quieren serlo, pero que también hay que ayudarlas a serlo cuando lo desean.

- —¿Eso debe necesariamente pasar por un reparto igualitario de las tareas paternas?

- —No lo creo. Durante un tiempo, es posible que las mujeres creyeran que se compartiría todo, pero ya perdieron esa ilusión. Aunque más no sea porque las madres siguen entregándose más que los padres y que sacrificar demasiado el cuidado de los hijos constituye a menudo para ellas una privación. Las generaciones jóvenes tendrán que llegar a resolver esa cuadratura del círculo que todos, tanto padres como hijos, padecen actualmente. No es casual que los candidatos a la presidencia no paren de prometer más guarderías, más ayudas a los padres que trabajan. Ni que Germaine Poinso-Chapuis, que fue en 1947-1948 —mucho antes que Simone Veil— la primera ministro francesa en pleno ejercicio encargada de la salud de la familia en el gobierno de Robert Schuman, tuviera la idea de crear un ministerio de la infancia. Una prueba más, si es que todavía hacía falta, de que el problema no es nuevo.

- —Dentro de ese contexto, ¿cómo ve la candidatura de Ségolène Royal a la más alta función del Estado?

- —El hecho de que una mujer con cuatro hijos y que nunca ocultó su interés por la función materna pueda ser candidata a la elección presidencial demuestra indiscutiblemente una evolución de las mentes. Pero es un avance de doble filo. Si tiene éxito, eso tranquilizará a las mujeres en cuanto a su validez en el ámbito público. Pero si fracasa, y contrariamente a lo que pasa en el caso de los hombres, se puede llegar a inferir que el género femenino en su conjunto es incapaz en política.

- —¿Cuál sería, hoy, su definición del feminismo?

- —El feminismo es la otra cara largo tiempo oculta del humanismo, doctrina que preconiza el desarrollo de la persona humana. Pues sucede que la persona humana es sexuada, y que lo que permite el desarrollo de un sujeto de género masculino no siempre es suficiente para el desarrollo de un sujeto de género femenino. Además, constatamos que la dominación masculina, por razones antropológicas, no deja de estar presente a través de toda la historia. Se desplaza cuando hace falta, pero nunca se borra.

- —Que una mujer pueda acceder a una candidatura política de altísimo nivel, ¿no significa acaso que el poder está en otra parte, y que la dominación masculina se refugió esencialmente en el ámbito económico?

- —No nos hagamos ilusiones: el feminismo no suprimió, ni siquiera atenuó mucho la dominación masculina. Sólo la obligó a cambiar de lugar. Por eso, ese movimiento político es inamovible y eterno, y su función consistirá, siempre, en limitar las desigualdades y las injusticias que genera la dominación masculina. Dominación que, de parte de los hombres, a menudo es inconsciente y rara vez deliberada, pero no por eso menos permanente.

(c) Le Monde y Ñ

Traducción de Cristina Sardoy.´

(Las negritas son mías. IMH).

13 comentarios:

  1. La metáfora de estar sentada entre dos sillas me ha gustado muchísimo. La defensa de la maternidad debería ser el principal pilar del feminismo. Ultimamente solo oigo voces en defensa del derecho laboral de la mujer (que yo también defiendo) pero creo que se está dejando demasiado de lado la maternidad. Hay que ir con cuidado de no caerse de las dos sillas. Muchas gracias por esta entrada.

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  2. excelente!!!!!!!
    está clara cual es la nueva revolución femenina o de del amor!
    un abrazo Ileana, gracias por compartir

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  3. me encanta Yvonne Knibielher, la he leído y releído y me identifico con muchos puntos de vista que defiende; este libro ("Qui gardera les enfants?") no le he leído, pero si en el mismo ella defiende la idea que expresa en esta entrevista que "la repartición de la tareas reproductivas no sea la llave para conseguir más igualdad" pues tomo mis distancias con su enfoque.
    yo estoy convencida de que la igualdada de género solo podrá ser lograda cuando los hombres asuman la tareas reproductivas con una ética equivalente a la que se nos impone a las mujeres, cuando el cuidado no sea una obligación impuesta, si no una actitud valorizada...
    en junio haré lo posible por conseguir el libro este que me ha dejado intrigada...

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  4. Pao: Creo que los hombres (igual que las mujeres) no desarrollarán su capacidad de cuidado sinceramente, desde adentro, hasta que ellos mismos no hayan sido criados con calidad: con continuum, con teta, con cariño, con respeto, con sensibilidad...

    Entonces tendrán sus necesidades emocionales satisfechas y podrán genuinamente madurar y ofrecer cuidado a los demás, reivindicar su derecho a la paternidad plena, y sentir el placer y la satisfacción de la crianza, sin que ninguna mujer ni ninguna "política de igualdad" tenga que solicitarselo o imponerselo.

    La propia "revolución" de la crianza amorosa, aunque sea impulsada fundamentalmente por las madres (con el apoyo necesario también de nuevos tipos de pareja), irá aumentando la presencia de otro tipo de hombres.

    Si no, no es posible. Ninguna política ni ninguna conciencia venida desde afuera, puede incidir profundamente en la capacidad de amar y de cuidar de las personas. Solo el propio amor recibido en la infancia.

    Lo que no es posible -ni ético- es decir: cría tú, para yo criar menos. Porque entonces nos seguiremos "peleando" por ver quien cría menos. Y la crianza seguirá siendo un "sacrificio" que hay que repartirse para que toque a menos. Hay que decir "yo crío y es maravilloso" para que otros, al ver lo maravilloso que es, digan "yo también quiero". Sólo así se valoriza la actitud de cuidado.

    Un abrazo y gracias a las tres, Sandra, Leslie!!

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  5. Entonces ¿no habría que incluir en la teoría del continuun al padre?

    Ya sabes que me parece muy interesante el caso de los titis (que son también mamíferos).En esa especie hay una igualdad nunca vista en humanosrespecto a crianza.

    Kxll

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  6. Una gran entrada, estoy totalmente de acuerdo en que el feminismo ha dejado olvidada la maternidad, pero creo que es porque ya partió de un error: pretender que hombres y mujeres somos iguales, cuando no lo somos. Tenemos que ser iguales ante la ley, iguales en derechos, iguales en opciones de acceso al mundo laboral... etc, pero nunca seremos iguales desde el momento en que las mujeres somos quienes llevan el peso de la procreación y no vale dejar eso fuera porque "no me interesa para mi discurso de igualdad"; asi solo conseguiremos que se extinga la especie, porque resulta que nadie querra tener hijos, porque estos se convierten en un lastre para la autorealización personal.
    Hasta que no aprendamos a luchar por nuestros derechos pero respetando nuestras diferencias, no avanzaremos; creo que el feminismo ha logrado grandes metas para la mujer, pero la maternidad se ha quedado como la asignatura pendiente.
    Un abrazo!

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  7. Ileana querida,
    gracias por el descubrimiento de esta mujer y sus tesis, me parecen fundamentales :)

    Pero lo más grande de este post es tu contestación a Pao, es imposible estar más de acuerdo en esto. Palabra por palabra.

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  8. Coincido plenamente contigo, Ileana (una vez más). Confío en que estoy poniendo mi granito de arena criando a mi hijo como lo hago, para que sea un buen hombre. Para que no se comporte como si las mujeres le debieran algo, para que empatice y entienda la importancia del amor. Y si decide ser padre, que sea un padre "apegado", que de verdad desee volcarse en sus hijos. Tal vez tengo demasiadas expectativas, pero hay que intentarlo. No veo otro modo de alcanzar la igualdad.
    Lo de la crianza como sacrificio a mí me toca mucho las pelotas. Tal vez por eso hago alarde siempre que puedo de lo fantástica que es la maternidad. No es una pose ni se trata de hacer apología, y la gente yo creo que toma nota. Poco a poco, quiero pensar que estamos cambiando el mundo que nos rodea.

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  9. El feminismo, como viene contemplado en el diccionario, es el "Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres". Esto no quiere decir que seamos iguales, sino que todos tengamos las mismas oportunidades. Y desde luego lo que no quiere decir es que la mujer tenga siempre que luchar por una carrera laboral en detrimento de su maternidad (como si ser madre desvirtuase a la mujer, todo lo contario). Se trata de poder elegir, y ser valorada y respetada en esa elección.
    Por otro lado creo que el papel del padre es también fundamental, tanto para los hij@s como compañero de la mujer, y eso implica tareas equitativas en casa.

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  10. Fantástica entrada. Sea cual sea nuestra postura a todas nos viene bien hablar de esto, escuchar a alguien tan lúcido... para encontrar cada una los sentimientos, las palabras y el relato de lo que sentimos como propio, verdadero, real.

    Un abrazo para todas las mujeres que crian, las que buscan y las que leen.
    pt

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  11. Genial la entrevista a esta maravillosa mujer, gracias por publicarla. Soy psicoterapeuta y últimamente me encuentro en la consulta con mujeres con hijos pequeños que me cuentan que son mal vistas por compañeros y, aún más, por compañeras de trabajo si deciden alargar el tiempo de la baja por maternidad para estar con sus hijos. Es como si estuvieran renunciando a sus derechos laborales y profesionales y, está claro que eso va en detrimento de la maternidad. Yvonne toca la gran cuestión: ¿cómo combinar profesión y maternidad sin tener que renunciar a ninguna de las dos? Estoy de acuerdo con ella (y me alegro de descubrirla): el auténtico feminismo pasa por la defensa de la maternidad.
    Un saludo

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  12. Muy interesante el análisis que realiza, hay que leerlo con detención porque articula muy bien varios aspectos de la vida humana en toda su complejidad, no enaltece uno solo, sino que en su análisis muestra como cada aspecto es valioso y lo importante es no embanderar uno, sino su sabia combinación.

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  13. No la conocía y ahora realmente quiero leer su libro,
    muchas gracias por un nuevo artículo tan interesante, y por llenar de prismas y gamas esta nueva era de Crianza que tanto tiene para dar.
    Un abrazo,
    Silvina

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