15 de agosto de 2011

"Los pechos son deseados porque son símbolos de fertilidad femenina"

Para refrescar el verano y en medio de las vacaciones, reproduzco unos fragmentos del reportaje El mapa del deseo aparecido ayer en el número 1.820 de la revista EL PAÍS SEMANAL.


Brevemente, nos habla del tamaño de los pechos como símbolo de fertilidad femenina (lo que no significa que el tamaño los haga más o menos funcionales) y también de la vulva femenina como "centro biológico e histórico" (incluso en culturas falocráticas).


O sea, una hipótesis muy interesante que siempre he compartido: los órganos sexuales son fuentes de placer y deseo porque primero son órganos reproductivos, y esa es su función primaria: la reproducción de la especie (aunque luego cada cual los use para lo que más le guste). 


Interesante aunque ligero reportaje sobre cómo la neurociencia está investigando el deseo y el placer humanos. Puede leerse completo (sin las ilustraciones que aparecen en la revista en papel) aquí. Además, mencionan a nuestra amiga y lectora de Tenemos Tetas, Susana Moo ;-)

(...)
4. EL PECHO

Desde los enormes senos de la Venus de Willendorf y otros exvotos similares de la edad de piedra, el ser humano ha ligado la fertilidad femenina a estas protuberancias y a su tamaño, como una muestra de "la capacidad reproductiva" de la que hablaba el doctor Janiko Georgiadis. "Su tamaño nos habla de la habilidad para amamantar. Es algo instintivo", comenta Dian Hanson.

Según otra encuesta de la revista Quo del año 2000, es la parte femenina más deseada por los hombres. El volumen del pecho es quizá una de las mayores preocupaciones estéticas de las mujeres. De hecho, el refranero español siempre anduvo sobrado de referencias al tamaño y al poder de convicción irracional del pecho femenino. Y su evocación suele asociarse a cuestiones eminentemente positivas; según el Diccionario del sexo y el erotismo, por ejemplo, la palabra teta tiene un uso coloquial y figurado: "Referido a algo muy bueno".

Sin tanta fuerza, ocurre también en los hombres: el pecho es una de las zonas masculinas más deseadas. Los gimnasios de musculación prometen pectorales fuertes. Y la depilación se encuentra a la orden del día, aunque también existen adoradores del pecho velludo.

(...)

3. EL PENE


Dice Dian Hanson que todos nos sentimos atraídos, en general, por "las cosas que salen hacia fuera". Pero el culto al pene ha tenido sus fases. Y no siempre crecientes. En la antigua Grecia, los actores de teatro solían colocarse un enorme falo para que el público distinguiera a los personajes masculinos. La misma palabra fascinación, por ejemplo, tiene su origen en un amuleto con forma de órgano masculino que los romanos solían guardar para espantar el mal de ojo. Y también en Roma, durante las fiestas en honor al dios Baco, los ciudadanos solían sacar enormes penes en procesión. Esta costumbre existe hoy a varios miles de kilómetros de distancia, en Kawasaki (Japón). Lo llaman el Kanamara Matsuri o festival del pene de metal, durante el cual exhiben un gigantesco órgano por las calles de la ciudad. La tradición se remonta, al parecer, a una epidemia de sífilis ocurrida hace 300 años. Pero entre tanto, salvando la constante adoración hindú al dios Shiva, representado por un miembro redondeado, el pene se ha visto abocado a la pudicia. La cineasta Erika Lust, doctorada en sociología y feminismo, dice que echa en falta más arte que se recree en ciertos aspectos del cuerpo masculino: "El 85% de las pinturas de desnudos colgadas en las paredes de los museos corresponden al cuerpo femenino".

El falo ha pasado siglos oculto. Es tabú y no lo es. En el cine comercial es raro ver un desnudo integral masculino. No es frecuente tampoco que los quioscos vendan revistas para mujeres con enormes falos en la portada. Sin embargo, de los cuatro libros de Taschen dedicados a las partes más eróticas del cuerpo (el culo, el pecho, las piernas y el pene), este último ha sido el más vendido de la colección. Cuenta su editora que solía ver en las librerías a las parejas acercarse y observar el tamaño de los penes inmortalizados en las fotografías. Se reían y cuchicheaban. Pero la mujer se iba y el hombre permanecía atónito, pasando páginas. "Él se siente aún más fascinado que la mujer por el pene. Desde la cuna. Le preocupa el tamaño, si sube o si baja, si se mantiene arriba lo suficiente...".

(...)

6. LA VULVA

O, por decirlo mejor, en palabras de Dian Hanson, "el punto en torno al cual gira todo, el que despierta mayor fascinación. El centro biológico e histórico. Todo ha consistido siempre en introducir el pene dentro de la vagina". No impresiona estéticamente, cierto. Pero también desde las Venus paleolíticas, su representación ha ido ligada al tamaño (la de Willendorf posee unos labios mayores de gran envergadura).

Hablar de la vulva es hablar de su decoración. Se trata de uno de esos "territorios pequeños" que mencionaba la sexóloga Natalia Rubio, a pulir con tatuajes o piercings. Y casi todo, en estos días, gira en torno a su depilación y al tipo de afeitado. Hay referencias del rasurado completo en la mayoría de civilizaciones antiguas, de la egipcia a la griega. Las ladillas tuvieron mucho que ver.

"En la actualidad, a los hombres de 40 ó 50 años les gusta el pelo. Ese era su objetivo adolescente, colarse bajo la falda y tocar pelo. Les pone ver un poquito asomando desde la ropa interior", explica Dian Hanson. El gran cambio se produjo en los noventa, durante la generación pos-sida, con el auge del porno y el miedo extendido a las enfermedades de transmisión sexual. Hanson explica que la mayoría de mujeres rasuradas suelen decir que sin pelo se sienten "más limpias".

Aunque también se está produciendo un movimiento de vuelta al vello púbico; hombres y mujeres que sienten aversión hacia el "sexo de plástico", y que demandan "más pelo, más humedad y que las relaciones tengan ese toque animal y primitivo". Sabe de lo que habla. Su próximo volumen con Taschen tendrá por objeto la vulva. Se la juega: todas las fotografías van con pelo.

1 comentario:

  1. Gracias por la mención Ileana.
    Y sí, los pechos cálidos que alimentan el espíritu sólo con participar de su calor. Incluso visualmente, incluso simbólicamente.

    ResponderEliminar