6 de octubre de 2011

La condición mamífera

Comparto por aquí el artículo mío que este mes, y en la Semana de la Lactancia Materna, ha publicado El Club de las Madres Felices:


Por Ileana Medina Hernández

"El animal humano se define por su carencia de instintos, porque la naturaleza es tan sólo en él una falta…”; “el hombre no es por ello el producto de una evolución natural, sino tan sólo el resultado de una ruptura con las leyes naturales”; “la sexualidad humana es libre por cuanto no está sujeta a ley natural alguna, se inscribe desde el principio en el terreno de lo simbólico”; “destituyo a la naturaleza lo mismo que a la cultura”…

Estas frases (extraídas del prólogo que el poeta español Leopoldo María Panero escribió para una recopilación de textos del Marqués de Sade) son un buen resumen de una poderosa corriente de pensamiento que ha atravesado por el mismo centro a la cultura occidental en sus más de dos mil años de historia.

En el siglo XXI, la postmodernidad está consistiendo en darnos cuenta de que muchas de las cualidades que habíamos tomado como esenciales, inherentes, al ser humano, no son tales, sino más bien relativas a un ser humano concreto, histórico y coyuntural: el ser humano de la civilización que se erigió desde el neolítico, de la civilización patriarcal.

El discurso feminista más conocido ha ubicado el patriarcado allí donde más se ve: en la dominación del hombre sobre la mujer (mujeres sin derecho al voto, sin derecho al divorcio, sin derecho al aborto, sin derecho al trabajo, sin derecho al poder económico, desigualdad salarial, violencia machista, etc….). De hecho, hoy los términos feminismo y patriarcado están -quizás por esa causa- desvalorizados por muchos, pues suenan a una guerra o revancha entre hombres y mujeres, que parece absurda.

Sin embargo, otros autores como Claudio Naranjo, han definido el patriarcado como algo mucho más amplio: como una forma de pensar y actuar compartida por todos, una forma de entender el mundo en la que el cerebro racional predomina (y domina, neutraliza) sobre los otros dos cerebros humanos: el cerebro límbico-instintivo, y el cerebro emocional.

El patriarcado así entendido, describe ese estado psico/físico/social patológico, caracterizado por la represión emocional, la separación cuerpo/mente y la escisión de la naturaleza, que ha caracterizado a la sociedad humana en los últimos cuatro o cinco mil años.

Wilhem Reich se percató de que ese proceso de represión emocional comenzaba desde el mismo momento del nacimiento. Y también que la represión emocional, la sexual y la social son las distintas caras de una misma represión vital.

Casilda Rodrigáñez ha explicado luego que ese proceso represivo está allí donde nunca hemos mirado: comienza y se reproduce precisamente con la supresión de la maternidad corporal, que priva al bebé mamífero humano de sus necesidades innatas.

La madre amorosa, empoderada, entrañable, primaria, original, disponible para su criatura a través de su cuerpo, de la lactancia, del colecho, del abrazo, del tiempo incondicional… ha sido aniquilada a través de la represión de la mujer durante varios milenios; a la vez que se ha institucionalizado el castigo, la soledad, la mano dura y la pedagogía negra desde el momento del nacimiento.

Así, la reproducción de la mente patriarcal, de la mente egoica y neurótica que hace posible la sociedad de la dominación, pasa por la negación de nuestra condición mamífera.

Porque el ser humano sí tiene un instinto, una necesidad, un comportamiento biológicamente programado, un deseo y un placer en el momento en que nace: el de succionar el pecho materno, de permanecer junto a él, de estar acompañado noche y día, de ser alimentado, portado y protegido durante meses y años sobre el cuerpo de su progenitora (y progenitores) como cualquier otro primate y mamífero.

Y es ahí, donde apenas hemos mirado, donde está el punto crítico de la civilización.

Curiosamente, los actuales corpus teóricos del feminismo de la igualdad, así como las teorías queer, al negar cualquier determinismo biológico en la construcción de la sexualidad, terminan convergiendo con su mayor enemigo, las doctrinas teológicas y bíblicas, en un mismo punto: la negación de la biología, de la naturaleza.

Ello es comprensible si consideramos que tanto las mujeres como los homosexuales hemos necesitado a toda costa “demostrar científicamente” nuestro valor social. Si la sociedad hubiera sido inclusiva con los seres humanos de todo tipo, forma, color y filiación sexual, tales desvaríos teóricos no serían necesarios.

Porque lo cierto, lo que desde Darwin es ya innegable para muchos, es que los seres humanos somos primates, somos mamíferos y somos animales, y tal ruptura simbólica con las reglas de la naturaleza no puede producirse, porque en ello nos va nuestra propia condición humana. (Nuestra "humanimalidad", al decir de la socióloga Isabel Aler). La neurobiología es cada vez más clara al respecto.

En ese sentido, las teorías ecologistas convergen con las teorías humanistas: nuestra humanidad está allí donde mismo están las otras formas de vida. La vida es un continuum. Y negarlo nos aboca a la destrucción que constatamos del resto de las especies vivas y del hábitat común de todos.

¿Puede existir un punto en el que feministas, homosexuales, católicos, ecologistas, humanistas, espirituales… podamos entonces convergir?

Sí, en el amor. En la importancia del amor, la tolerancia, la empatía, la solidaridad… para la supervivencia de la sociedad. Todos los valores éticos son expresiones sociales del amor. Y el amor es algo tangible, es una conducta concreta que se mama desde el principio, cuando nuestro cerebro y nuestro sistema emocional se empieza a construir: cada bebé que nace, inmaduro, igual que hace millones de años en la selva, trae inscrita una necesidad innata, el instinto y el deseo de succionar, y de permanecer arropado por el cuerpo maternante.

El neonatólogo Nils Bergman, director de la maternidad de Mowbray en Sudáfrica y uno de los mayores expertos internacionales en cuidados madre-canguro, lo explica y sustenta claramente:

“En términos biológicos, el Homo sapiens es un mamífero. Lo que caracteriza a todos los mamíferos es que tienen mamas (del latín ‘mammae’) destinadas a la alimentación de las crías. Las investigaciones biológicas en numerosos mamíferos han demostrado que los procesos neurológicos que tienen lugar durante la gestación (el desarrollo embrionario) están ‘altamente conservados’, es decir, son casi idénticos en todas las especies (Christensson, 1995). Los mecanismos endocrinos fundamentales de la gestación, son también notablemente similares en todas las especies (Keverne y Kendrick, 1994). Hay modelos de comportamiento programados por el sistema límbico de nuestro cerebro. Desde el nacimiento, todos los mamíferos presentan una ‘secuencia comportamental definida’ (Rosenblatt, 1994), que lleva al arranque y al mantenimiento del comportamiento de la lactancia. Existen diferencias en estas secuencias, cada especie tiene la suya propia. Un descubrimiento fundamental y sorprendente ha sido constatar que lo determinante es el comportamiento de la cría recién nacida; que es su actividad la que induce una respuesta cuidadora de su madre (Rosenblatt, 1994).”

Es en el momento del nacimiento, donde la ruptura con la naturaleza y con la condición mamífera se produce, perturbando el proceso de nacer (casi todas las culturas lo hacen de un modo u otro: separan al bebé de la madre y se lo llevan), socavando la lactancia, poniendo al niño a dormir solo, dejándolo llorar… y más tarde usando todas las estrategias conductistas de la crianza adultocéntrica, con una saga de violencia intra-familiar que todos heredamos.

Desde finales del siglo XX, los sociólogos (Giddens, Ibáñez…) se dieron cuenta de que es en la micro-sociología, en las conductas cotidianas, donde están las claves para comprender la macro-sociología, los grandes problemas de la humanidad.

Es hora ya de que aceptemos que la humanización del nacimiento, la crianza corporal, la educación desde el respeto y la empatía… es el principio de la justicia social. Y también del equilibrio entre la naturaleza y la cultura, el cuerpo y la mente, el intelecto y las emociones.

Ahí. Recuperando nuestra condición mamífera.

7 comentarios:

  1. Desde mi experiencia como mamá de un niño de 20 meses puedo decir que no me he sentido tan humana como desde que he dejado salir la mamífera que hay en mí, eso sucedío el día que nació mi peque. Lástima no haberlo hecho antes!!. Considero mi maternidad placentera y plena, no puedo pedir más.
    Por otro lado, si me permites, sé que soy un poco puntillosa. Comentas que la sociedad debe ser tolerante pero es que desde que leí una entrevista al neurólogo Pablo Rudomin, mi concepto de "tolencia" ha cambiado, te copio el trocito en que hace referencia a la tolerancia:

    ¿No somos más tolerantes que antaño?

    ¿Tolerantes? Esa palabrita no me gusta, porque, en el fondo, consagra la supremacía de una supuesta mayoría sobre la minoría.

    ¿...?

    Una mayoría tolerante es la que se cree con el auténtico derecho a existir y, sintiéndose generosa, tolera a la minoría, siempre que no cuestione su superioridad.

    ...

    Pero en la naturaleza y la evolución las minorías no sólo tienen el mismo derecho a ser que las mayorías, sino que son igual de necesarias para la adaptación al medio.

    http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110705/54181311320/no-hay-nada-mas-tonto-que-un-test-de-inteligencia.html#.ThLLqh2RnOQ.twitter

    Para mí el término tolerancia no refleja una cualidad de la sociedad.
    De nuevo gracias por otro artículo lleno de amor y sentido común.
    Un abrazo,
    Marta

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  2. Me ha encantado tu apunte, Marta! Estoy completamente de acuerdo, y tendré mucho cuidado al usar de nuevo la palabreja :-)
    Besos!

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  3. Chapeau! L.M.P. que además es tu vecino!

    Es curiosa la separación que hay y así como lo queer y demás acaba como bien dices a los/las que reflexionamos sobre el tema se nos tacha de tradicionalistas y conservadores.

    Las exposiciones de Claudio Naranjo me parecen fascinantes, el hecho de que la humanidad haya pasado por un filiarcado un matriarcado y estemos ahora en una estructura patriarcal

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  4. La misma vida de LMP es un ejemplo de lo que ocurre cuando se nace en una familia violenta.

    http://www.13t.org/decondicionamiento/forum/viewtopic.php?t=150

    Pero, en realidad, está más lúcido que todos los aparentemente lúcidos que también vienen de familias violentas y sin embargo, llegan a presidentes (o a Presidentas) de empresas y gobiernos.

    Mira esta entrevista:

    http://www.elpais.com/articulo/ultima/Espana/loca/elpepiult/20050809elpepiult_1/Tes

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  5. A mi madre

    (reivindicación de una hermosura)

    Escucha en las noches cómo se rasga la seda
    y cae sin ruido la taza de té al suelo
    como una magia
    tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
    y un manojo de flores llevas en la mano
    para esperar a la Muerte
    que cae de su corcel, herida
    por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
    y llora por las noches pensando que le amabas,
    y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
    y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
    ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
    tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
    empuñadura en forma de pato
    y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
    y ahora que el poema expira
    te digo como un niño, ven
    he construido una diadema
    (sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)

    LMP

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  6. Hace pocos días comenté algo similar en el blog de El Parto es Nuestro. La gata de mi abuela aborrecía a los gatitos recién nacidos, a los que por un motivo u otro, no había podido amamantar, lamer, proteger, dar calor y amar, desde el primer instante de su vida.

    Simplemente los dejaba morir...Ese comportamiento tan natural y ancestral de los mamíferos, ¿es posible que lo hayamos perdido en unas pocas generaciones de partos medicalizados y separaciones por protocolo?

    Respuesta: no. Y son la clave para entender la excepcional relevancia de los primeros instantes de vida de cualquier ser humano.

    Ignorar, desconocer y descuidar la crianza humana, es maltratar nuestro futuro como especie...

    Un saludo,
    Adri

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  7. Ileana me encanta tu blog y con tu permiso voy a publicar en el mío este artículo que define tan bien lo que descubrí en mi maternidad como una intuición plagada de pulsiones vitales, como una necesidad e incluso como una reivindicación que casi nadie a mi alrededor entendía ni apoyaba.
    Mi maternidad ha sido y es otra lucha más contracorriente y, descubrir a Casilda, tu blog, el del Parto es nuestro, ha sido un soplo de aire fresco, de sentimientos propios reconocidos en palabras ajenas.
    La vida también nos presta las palabras de otras, que de algún modo, se hacen nuestras, al leerlas y releerlas.
    Gracias por compartirlas.

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