El post que ha publicado hoy Mónica en su blog Estudio sobre el útero, me ha recordado este que escribí hace unos meses para El Club de las Madres Felices, y que no había enlazado por aquí. Aprovecho para retomarlo, para tener a mano los distintos artículos que varias blogueras hemos escrito sobre este tema (los enlaces al final) porque ¡valen la pena!
Maniquíes
Por Ileana Medina Hernández
Escrito y publicado originalmente para El Club de las Madres Felices
Los factores por los cuales a lo largo del tiempo las sociedades van estableciendo sus estereotipos de belleza son múltiples y varían mucho de un grupo humano a otro.
En la mayoría de las culturas más cercanas a la tierra (los “pueblos originarios”) el estereotipo de belleza femenino, que aún sigue prevaleciendo, es el de las mujeres “rellenitas”, no gordas pero con curvas, con reservas, anchas caderas y pechos, que denotan abundancia, fertilidad y aptitud para la supervivencia.
En Occidente, el canon de belleza también fue hasta hace muy poco el de las musas de Rubens: mujeres con la piel blanquísima y el cuerpo redondeado, que se correspondía con los signos de estatus de las clases altas: tener la piel blanca como evidencia de no hacer trabajos duros al sol, y la grasa corporal como señal de disponer suficiente alimento.
Pero en la segunda mitad del siglo XX, como tantas otras cosas, el estereotipo de belleza occidental también cambió: broncearse la piel pasó a ser signo de tener tiempo y dinero disponible para el ocio, la playa, los deportes al aire libre… y ser delgado comenzó a ser más difícil que ser obeso, dada la cantidad de alimentos energéticos disponibles a precios muy asequibles. Las clases bajas y medias engordaron, y la delgadez se convirtió en un “lujo” alcanzable a base de mucha contención, gimnasios, dietas, entrenadores personales, liposucciones y cirugías remodelantes.
A partir de los años ochenta, el estereotipo de belleza femenina y voluptuosa que representaron en los cincuentas mujeres como Marilyn Monroe o Sofía Loren, fue poco a poco perdiéndose a favor de una belleza lánguida, frágil, andrógina y plana como la de Kate Moss o Nicole Kidman.
Un nuevo fenómeno cultural comenzó a tomar forma: el de las top-models, que llegaron a cobrar sueldos multimillonarios por convertirse en la imagen de las grandes firmas. Un trabajo aparentemente “fácil”, acompañado de una vida glamourosa y una remuneración exorbitante, se convirtió, igual que las estrellas del fútbol, en el sueño que todos, las chicas y los chicos quieren conseguir.
Ignoro en qué momento la palabra ‘modelo’ usurpó el lugar de la palabra correcta para nombrar a esa profesión: maniquí.
Todos conocemos las acusaciones permanentes que se le hacen a la industria de la moda –en manos de un puñado de diseñadores misóginos- por propagar un estereotipo de belleza insano, que raya en muchas ocasiones con la anorexia, enfermedad que muchas maniquíes han confesado padecer.
El primer truco fue precisamente la institución del nombre: modelos. Por modelo se entiende alguien a quien imitar. Según la RAE: “arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo“. Y creo que ahí es donde está el verdadero problema.
La profesión de maniquí, tan digna como otra cualquiera, no es más que eso. Una profesión u ocupación puntual. Una profesión que consiste precisamente en que la persona exalte a la ropa (y no al revés). Sobre todo en los espectáculos de pasarela, alguno de los cuales parecen más bien la antítesis de la belleza.
El problema no es que muchachas de complexión naturalmente delgada aprovechen su cualidad para ganarse la vida, sino que algunas tengan que someterse a regímenes inhumanos para conservar su trabajo, y que el resto de las mujeres del mundo queramos parecernos a ellas.
Que hayamos convertido una profesión que consiste en pasar desapercibida para que el protagonismo lo ocupe el vestuario, en “modelo” de referencia de la belleza occidental, es lo verdaderamente sintomático. O sea, el problema no es tanto que las maniquíes estén muy flacas (que lo están), como que lo convirtamos en ideal de belleza colectivo.
Si esa transpolación ha ocurrido, es porque las mujeres andamos perdidas. Porque nos anulamos como personas. Y porque la sociedad en su conjunto, premia y estimula, en afán del consumismo, una conducta casi suicida: nos queremos tan poco, que tendemos a desaparecer. Es como decir: no queremos ser humanas, queremos ser maniquíes, perchas. No tenemos valor, sino por la ropa que llevamos puesta. Me anulo, me borro, adelgazo tanto hasta no ser.
La obesidad y la anorexia, dos epidemias complementarias en nuestro tiempo, nos hablan de cosas más profundas que la lechuga o el ejercicio: nos hablan de la autoestima, de nuestra auto-percepción, de nuestra conexión con la femineidad, de nuestras ansiedades, de nuestros miedos, de nuestras corazas, de nuestro desamparo emocional.
La belleza no es inocente.
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Otras blogueras que hablan sobre el cuerpo de mujer:
Vientre de mujer, de Estudio sobre el útero.
Reconciliada con mi cuerpo, de Mimos y Teta
Reflexiones sobre la imagen femenina, de Amor Maternal
Mi cuerpo, mi vida, de La mamá de Mateo
Microreflexiones veraniegas, de Ahora la madre soy yo.
El hiyab de las mujeres de occidente: la talla 38, de Una antropóloga en la luna
Gracias por publicarlo de nuevo, Ileana. Me lo perdí en su momento. Creo que no es normal y sano que los modelos de ser mujer sean tan estrechos y poco realistas. Desde fuera, nos impera una belleza definida y exclusiva que nos provoca ansiedad y desasosiego, desde el interior un deseo de perfección y una falta de dignidad que que cruza la frontera de lo peligroso. Esperemos que las nuevas generaciones educadas en el amor a si mismas y a los demás, terminen con esta tortura.
ResponderEliminarUn abrazo.
HOla Ileana... Igual quieres añadir a la recopilación este:
ResponderEliminarhttp://mimosytta.wordpress.com/2012/03/13/mas-que-guapas/
Un abrazo preciosa
Ileana si no existieras habría que inventarte!
ResponderEliminarAndo en algo parecido para mi blog; he trabajado como dietista mucho tiempo y he visto demasiado sufrimiento femenino al otro lado de la mesa
Estupenda la recopilación de articulos que haces, a ver cuantos puedo leer, gracias como siempre y un abrazo
Yo peso cincuenta y poco, soy de constitucion delgada, mi peso maximo en el embarazo fue 62 kg (mido 163)
ResponderEliminarMi hijo nació por cesarea un martes; el viernes regresé a casa.
Cuando me vi desnuda en el espejo del baño, me sentí mas guapa que nunca. Mi hijo ya no estaba dentro de mi, pero mi barriguita aun estaba hinchada, mis tetas estaban llenas, redondas, toda yo era redondeces y suavidad. Me sentí mas mujer que nunca, no por rimel, no por tacones, no por nada externo a mi, me sentí madre y mujer de verdad
Me encantó verme así y no podía dejar de mirarme en el espejo, entonces me empecé a sentir llena de fuerza, mis tetas parecían poder ser capaces de alimentar al mundo, y al mismo tiempo me sentía enrraizada a la tierra, unida a ella, parte de la vida. Mi cuerpo me hizo recordar a esas estatuillas maravillosas de la prehistoria, mujeres redondas, fertilidad, abundancia amor. Me recorría una energía muy grande, especial, muy bonita, me sentía muy poderosa de una manera realmente femenina. Cerré los ojos para vivir y conservar esa sensación.
Cuántas mentiras nos cuentan, cuando dentro de nosotras estan todas las verdades que necesitamos.
Un beso.
Muchas gracias, anónima, por compartir tan precioso testimonio con nosotras.
ResponderEliminarEs muy cierto lo que cuentas, es ahí donde está el verdadero poderío de las mujeres: cuando podemos vivir maternidad+libertad, algo que hasta ahora en varios milenios ha sido imposible.
Yo fui al revés: siempre he tenido sobrepeso. En el embarazo, subí muy poco, solo unos 4 kilos. O sea, la niña creció bien, pero mi cuerpo adelgazó. Cuando di a luz me quedé pesando justamente los 10 kilos menos que necesito pesar: no estaba delgada, pero me sentía preciosa y radiante! Como si la plenitud de la maternidad nos dejara exactamente donde debemos estar.
Muchas gracias por compartir tu belleza con nosotras.
Un abrazo grande!
Hola Ileana. Me gustó mucho este post en su momento. Gracias.
ResponderEliminarYo escribí al respecto en femenino y plural en la misma época, te dejo el link. Un abrazo
http://femeninoyplural.blogspot.com.es/2011/07/belleza-lo-superfluo-y-lo-esencial.html
Gracias, Laura! No había leído tu post! Lo incluyo en el listado. Gracias, abrazos!
ResponderEliminarGracias a ti. Abrazos!
EliminarUn post que leí en su momento, pero como muchos de tus artículos releerlos es todo un placer con sentido!
ResponderEliminarMe identifico mucho con el relato de anónimo, luego de mis dos primeros embarazos, la sensación de ser una mujer "bella erótica, nutricia y empoderada de la sexualidad que fluye con la lactancia...eeeh!" es especial.
Queda una rellenita y bonita ;) lo demás es descuido que como finalizas es parte del desamparo emocional que nos grabo la propia historia.
Abrazos y mucho cariño.