30 de julio de 2012

"Soy mujer, he llegado a la cima, y no me gusta lo que he visto"

«¿No sería mejor que cambiáramos esa cultura laboral, pensada por y para hombres, de tal manera que hubiera más flexibilidad y, sobre todo, más visibilidad del hecho de que todos tenemos más dimensiones que la estrictamente laboral?» Anne Marie Slaughter

«Todos sabemos por experiencia hasta qué punto nuestros mundos laborales está lleno de hombres exitosos profesionalmente pero fracasados en lo personal y en lo familiar, hombres que no quieren irse a casa, hombres unidimensionales, entrenados para el trabajo, adictos a él y que han renunciado a su vida familiar.» José Ignacio Torreblanca

Me ha parecido excelente, no sólo las declaraciones de la norteamericana  Anne Marie Slaughter, sino también los comentarios que al respecto hace José Ignacio Torreblanca en este artículo, publicado hoy en los blogs de El País. 

Yo diría que es el debate socialmente más importante ahora mismo, y así lo demuestra la repercusión internacional que han tenido las declaraciones de Slaughter.

Diciendo más o menos lo mismo que yo he dicho en este blog :-), Slaughter, que llegó a ser la jefa de la oficina de planificación de la Política Exterior de Estados Unidos, a raíz de estas declaraciones se ha vuelto mundialmente famosa: "Lo que no esperaba era la velocidad y la magnitud de las reacciones – casi un millón de lectores en una semana, además de respuestas escritas y debates en televisión, radio y blogs en cantidades tan grandes que superan mi capacidad para seguirlas – ni tampoco el alcance global de dichas reacciones. He sido entrevistada por periodistas en Gran Bretaña, Alemania, Noruega, India, Australia, Japón, los Países Bajos y Brasil, y se han publicado artículos sobre mi artículo en Francia, Irlanda, Italia, Bolivia, Jamaica, Vietnam, Israel, Líbano, Canadá, y en muchos otros países más", contó en este otro artículo. 

No os lo perdáis, ni tampoco los enlaces:

Soy mujer, he llegado a la cima y no me gusta lo que he visto

Por:  30 de julio de 2012
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Café Steiner cierra durante agosto. Todos tenemos libros atrasados que estamos deseando leer, horizontes que explorar y neuronas que descomprimir. Es tiempo de alimentarse de nuevas ideas, lecturas, puntos de vista distintos. También, ¿por qué no?, de tomarle algo de distancia a esta crisis, aunque sea para poder comprobar si desde lejos es igual de fea que desde cerca.
 Pero no quería despedirme hasta septiembre sin aprovechar para dejarles con un debate que me tiene fascinado. Es un debate sobre el ascenso de las mujeres a los puestos de máxima responsabilidad, en el gobierno y en las empresas, y los costes que ellos conlleva, los obstáculos con los que se encuentran y, especialmente, con la mirada tan interesante que aportan sobre la conciliación entre la vida personal y la vida profesional, un tema en el que han sido pioneras las mujeres, pero que cada vez nos preocupa, e incluso agobia, a cada vez más hombres.
El debate lo inició Anne Marie Slaughter con este artículo en “The Atlantic Monthly”. Se titula “Why Women Still Can´t Have it All”, es decir, “¿Por qué las mujeres no pueden todavía tenerlo todo?”. La relevancia del artículo (verán que tiene 192.000 recomendacines en Facebook y miles de menciones en Twitter) es que Anne Marie Slaughter es una de las mujeres más admiradas en el mundo de la política exterior estadounidense. No es que sea académicamente brillante y haya completado una carrera universitaria extraordinaria, es que además es una fantástica comunicadora (con fantásticos artículos  en la A-List del Financial Times), una activista política comprometida y una persona encantadora (esto lo digo con conocimiento de causa, porque tuve la suerte de sentarme al lado suyo en una cena celebrada en Berlín hace un par de meses).
El caso es que Anne Marie accedió en enero del 2010 al puesto seguramente más deseado por cualquier académico/a especialista en relaciones internacionales: responsable de la unidad de análisis y planificación del Departamento de Estado de Estados Unidos (Head of the Policy Planning Staff). Ese puesto, con Obama de presidente y Hillary Clinton de Secretaria de Estado es, como ella misma reconocía, el puesto de su vida, el lugar para la realización personal y profesional, una oportunidad increíble para dejar de estudiar la política exterior y ponerse directamente a cocinarla.
 Dos años después, sin embargo, Anne Marie confiesa que no era feliz, que el precio personal de vivir en Washington durante la semana, viajar continuamente y solo ocasionalmente poder volver a Princeton con su familia le resultaba muy elevado. A pesar de tener todas las facilidades económicas y todo el apoyo familiar en un marido que respaldó su decisión y asumió sin dudarlo la tarea de estar en el día a día con sus hijos, Anne Marie se confiesa pensando todo el rato en que sus hijos, en plena adolescencia, la necesitan y que ella, incluso aunque ellos no la necesitaran a ella, también les necesita. Dos años después, Slaugther confiesa que decidió tirar la toalla y volverse a casa.
 “¿Por qué los hombres no tienen estas preocupaciones?”, se pregunta Slaughter, lo que le permite abrir una reflexión sobre hasta qué punto los hombres han conformado una cultura profesional en la que la vida familiar es una debilidad, algo que debe dejarse a un lado y, especialmente si quieres ocupar altos puestos de responsabilidad sacrificar. Y la facilidad con la que lo hacen es algo desquiciante, añade, hasta el punto de que cuando en Washington alguien es cesado por discrepancias o errores políticos, todo el mundo acepta como natural que se diga que se va a casa “para pasar más tiempo con su familia” cuando todo el mundo sabe que es un eufemismo o directamente una mentira.
Las mujeres, concluye Slaughter, nos hemos mentido a nosotras mismas, y seguimos haciéndolo cuando creemos que podemos ser exitosas como los hombres, ocupar altos puestos de responsabilidad, y encima mantener una vida familiar y personal plena, incluyendo cuidar a nuestros hijos. No se trata sólo de cuidar de ellos, sino de pasar tiempo con ellos, tener la oportunidad de ayudarles a formarse como personas etc. Por eso, concluye Slaughter, comportarnos como “super-women” no es la solución: claro que podemos tener éxito y hacerlo tan bien como ellos, pero ¿de verdad queremos pagar el mismo precio?, se pregunta. ¿No sería mejor, sugiere, que cambiáramos esa cultura laboral, pensada por y para hombres, de tal manera que hubiera más flexibilidad y, sobre todo, más visibilidad del hecho de que todos tenemos más dimensiones que la estrictamente laboral?
No puedo estar más de acuerdo con las reflexiones de Slaughter. Todos sabemos por experiencia hasta qué punto nuestros mundos laborales está lleno de hombres exitosos profesionalmente pero fracasados en lo personal y en lo familiar, hombres que no quieren irse a casa, hombres unidimensionales, entrenados para el trabajo, adictos a él y que han renunciado a su vida familiar. Luego se jubilan o les dan un premio, y agradecen a su familia “el apoyo” pero todos sabemos que en muchos de esos casos nunca hubo un apoyo, sólo una resignación por una ausencia que prolongó por décadas sin ningún cuestionamiento. Slaughter es honesta, seamos los hombres también honestos y reconozcamos que somos el problema y, por tanto, la solución. Es mejor que las imitemos a ellas que que ellas nos imiten a nosotros.
 Vínculos para seguir debatiendo:
-       Slaughter en castellano: ¿Qué es lo que detiene a las mujeres?
-       Lisa Belkin en Huffington Post se hace eco del artículo de Slaughter
-       La ficción del feminismo. Por Victoria Bekiempis en The Guardian
-       Keli Goff sobre “¿Por qué las mujeres no deberían quererlo todo?

5 comentarios:

  1. Así es, un amigo mío con sus sesenta años siempre me dice que le gustaría gritar a las mujeres. ¡No nos sigáis! ¡nos hemos equivocado!

    Ile, a veces me llegan al correo posts de hace tiempo (no sé si es un error...pero me gusta!)

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  2. Por desgracia, si repasas muchas de las biografías de grandes mujeres, o directamente renunciaron a ser madres o las que lo hicieron, no siempre disfrutaron de la maternidad como hubieran querido. No sé hasta qué punto profesión y maternidad pueden ser al 100% conciliables. Difícil cuestión

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  3. Buen debate!
    Mi pareja y yo tenemos ambiciones profesionales, pero somos papas de dos retoños que son lo más importante de nuestras vidas, así que intentamos compaginar nuestros trabajos para estar con ellos. Yo admiro a mi pareja por ello, por no decidir por sí mismo y consultar y pensar en familia, al igual que yo.
    Para mí, mi mejor meta personal son mis hijos y mi mayor meta profesional es vivir el día a día con ellos.
    Entiendo que haya mujeres que quieran y se merezcan sus logros profesionales, pero, ¿merece la pena perderte lo más maravilloso del mundo por ello? Yo estoy de acuerdo con Slaugther.
    Besos!!
    http://themarigoldshine.blogspot.com.es/

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  4. Muy buen tema. Ahora mismo mi marido está por dejar su trabajo también (renuncié luego de mi baja maternal), ya que no soporta estar lejos de mí y nuestro hijo por más de 12 horas diarias. A buscar nuevos horizontes que nos permitan conciliar familia y trabajo. Aun soy optimista :-).

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  5. Cuando el trabajo termina por una circunstancias o por otras, lo que queda es la familia y el tiempo que vivimos con ella, así que aliméntemos ese tiempo y no a los que se olvidarán pronto de nosotras.

    Besotes!!!.

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