Por Ileana Medina Hernández
Días atrás leí este artículo de Helen La Floresta llamando a la cordura y a la conversación entre las distintas visiones sobre la maternidad que se defienden a voces, y a gritos entre sordos, en la red. Me gustó su voz fresca, y el lugar desde el que habla: el de una mujer cualquiera que no necesita legitimidad ni de títulos ni de cargos ni de currículos. Ese mismo día, otra mujer me increpó a través de Twitter sobre mi artículo anterior, y decidí que sí, que vamos a seguir hablando sobre estos temas, si es posible sin acritud, sin insultos, sin fanatismos, y dando la cara y abriendo la posibilidad de interlocución, a ver si vamos llegando a alguna parte.
La revista feminista Pikara Magazine ha publicado varios artículos sobre maternidad, y se sorprenden porque son, con distancia, los más leídos y comentados. Ellas no logran explicárselo, lo intentan, pero vuelven a la posición inicial: será la "sacralización" de la maternidad. Beatriz Gimeno, conocida activista en favor de los derechos de los homosexuales, candidata política en las listas de Equo en las pasadas elecciones, escritora de varios libros y analista de muy variados temas, escribe un artículo provocativamente llamado "Estoy en contra de la lactancia materna" y se convierte inmediatamente en el más leído y comentado de la historia.
Ignoro si la fuerza de estos debates se reduce a la blogosfera, o si se reproduce en otros lugares como los ámbitos académicos, científicos o políticos. Quizás en el siglo XXI la blogosfera y las redes sociales sea un lugar más vivo y más auténtico que esos otros, que a veces languidecen de burocracia o endogamia.
Supongo de todas maneras que en las escuelas de filosofía, de sociología o de ciencias de la salud estos debates estén presentes. Que en los ámbitos académicos y de estudios de género haya vida y pelea. Espero que no prevalezca en ellos un solo tipo de visión y cada vez se manifieste más la multiplicidad de la vida, sobre todo de las vidas cotidianas.
En el prólogo al libro Una Nueva Maternidad (Editorial Ob Stare, 2011), explico que el desplazamiento que ha dado en llamarse "crianza natural" (creo que este nombre está registrado como marca comercial), crianza con apego, crianza respetuosa, crianza mamífera, crianza contacto o yo prefiero decir crianza corporal, se articula en Occidente en el siglo XXI tomando como medio de comunicación principal internet, entre mujeres en general formadas que desean tomar las riendas de su vida y de su maternidad, al margen de las formas y fórmulas más extendidas y comerciales.
Podría decirse que esta "nueva maternidad" se basa en la convergencia de dos líneas experienciales concretas: por un lado, el deseo de vivir una maternidad consciente, corporal y placentera, conectando con la experiencia vital del parto, la lactancia y el porteo; y por otro, en el plano psicológico, el deseo de sanar las sagas familiares de educación autoritaria, distante y violenta, hacia formas de crianza y educación más presentes, respetuosas y empáticas con los ritmos y necesidades de los bebés y niños/as.
Así, la reivindicación de cambios en la sociedad que 1.-visibilicen la violencia obstétrica aún generalizada en muchos hospitales; que 2.-posibiliten, normalicen y hagan fácil la lactancia humana durante todo el tiempo que madre e hijo/a deseen; que 3.-amplíen la posibilidad legal y real de conciliación familiar (más tiempo con nuestros hijos); y 4.-contrarios a la legitimación y el uso por parte de profesionales (psicólogos, médicos, educadores, etc...) de métodos violentos de crianza y educación como la violencia física, el castigo o los métodos conductistas de adiestramiento del sueño solitario, por ejemplo, han inundado la red, los grupos físicos de apoyo a la crianza, y también cada vez más las formas tradicionales de libros, artículos, jornadas y congresos.
Es este un movimiento realmente democratizante y "empoderante" (por usar la palabra de moda), que ha ido en sentido inverso al habitual: desde las madres, padres y familias hacia los profesionales, las autoridades sanitarias, el mundo académico, las editoriales o los medios masivos de comunicación.
Frente a esto, un sector del feminismo que llamo "institucional" (presente en universidades, institutos de la Mujer, etc.) ha "reaccionado" (por lo que podría considerarse entonces que su postura en este caso es reaccionaria, conservadora) atacando directamente lo que ellas llaman, pareciera que despectivamente, "las mamíferas", "las místicas de la maternidad", etc...
En algunos medios de comunicación ha aparecido la voz de algunas feministas renombradas como Lidia Falcón, Celia Amorós, Amparo Rubiales o Edurne Uriarte...alertando de los supuestos "peligros" de estas nuevas formas de maternaje, tachándolas de "neomachistas", haciéndose eco de los postulados de la francesa Elizabeth Badinter, y alegando como argumentos principales estos:
-que son esencialistas y biologicistas
-que pretenden la vuelta de la mujer al hogar
-que dejan al padre fuera de la crianza
-que aumentan la culpa y la presión sobre las mujeres
A mi ego le encantaría debatir sobre esto en el Parlamento (qué alegría que se estuviera debatiendo, por ejemplo, un proyecto de ley para ampliar la baja maternal); o en un congreso universitario, o en Televisión Española en un programa prime time. Pero mientras, el lugar es este humilde blog y desde aquí reflexiono sobre lo que me parece importante. Hoy voy a hablar sobre la primera de esas críticas: el esencialismo y el biologicismo.
Esencialismo y biologicismo
Que el ser humano está en todos sus aspectos atravesado por la cultura es innegable. Ahora, a veces la cultura va a favor del cuerpo y de la salud, de la vida, y a veces va en su contra. El funcionamiento del pene o del corazón nadie niega que tenga factores, procesos y funciones biológicas, aunque también puede tenerlos psicológicos, emocionales, y por tanto, culturales, sociales.
La separación entre cultura/biología es la misma separación entre cuerpo/mente. Si la biología no puede separarse de la cultura, el cuerpo no puede separarse de la mente. Es curioso, porque generalmente quienes defienden mucho la maternidad como constructo social, el valor de lo simbólico, son a menudo los mismos -o las mismas- en negar el papel de las emociones en la enfermedad, por ejemplo. Si todo es cultura, y no hay biología, entonces ¿qué pasa con la enfermedad? Se trata de una separación que atraviesa por el mismo centro la condición humana. De hecho, la Dra. Christiane Northrup (y también el psiquiatra Claudio Naranjo de cierto modo) ha definido el patriarcado como la separación cuerpo/mente. Una definición que me encanta, porque va mucho más allá de lo que estamos habituados a considerar, es inteligente e invita a pensar.
Serían dos ejes: uno que va de lo biológico a lo cultural (de la materia a lo simbólico), y otro que va de lo individual a lo social. En algún punto de los cuatro cuadrantes nos movemos todos, a través de la vida.
La reproducción humana tiene cuatro fases biológicas claramente diferenciadas: la concepción, la gestación, el parto y la lactancia. Las cuatro fases están atravesadas por determinantes culturales, sociológicos y psicológicos de la pareja, de la familia y de la sociedad humanas. Pero tienen también cosas comunes a todas las culturas y a otras especies animales. En tres de ellos la mujer tiene un papel más protagónico, dado que la gestación se produce en el útero y la lactancia humana de forma espontánea en los pechos de la mujer recién parida.
Podemos decirlo también de otra manera obvia: todo ser humano es concebido, gestado, parido y amamantado por un cuerpo de mujer.
La importancia que estas etapas tienen en la vida humana está cada día más clara, tanto para la ciencia, como para muchas personas comunes (para el sentido común). No hay nada que no se pueda reparar en el futuro, pero si la vida comienza del mejor modo posible, mucho mejor para todos (en sanidad suele llamarse prevención).
Reconocer la importancia de la vida intrauterina, el nacimiento, la lactancia y en general la etapa perinatal en la salud de las personas es ya una evidencia científica que casi nadie discute.
Hasta aquí llega la parte "biologicista", o propiamente biológica, de la maternidad. Si esto es "esencialista", no lo sé.
Si ser esencialista es creer que hay cosas esenciales, pues mire usted, sí. Creo que hay cosas esenciales. Que no todo vale. Y creo que el progreso de la humanidad se ha basado en creer que hay cosas mejores que otras, y cosas que son esenciales para la vida humana: la salud y el amor entre ellas.
En la paternidad en cambio, quizás todo sea cultural. (Y ahora habrá padres que se sientan ofendidos... estudios demuestran también que los hombres sufren cambios hormonales con la paternidad, como los pueden sufrir madres y padres adoptivos, y todas las personas cuando amamos a alguien. Cambios biológicos que acompañan al vínculo y que retroalimentan la capacidad de vincularse y de cuidar). En el mundo animal hay desde meros fecundadores (algunos fecundan hasta muertos, como los de las mantis, que a veces las hembras los descabezan justo antes de la eyaculación). Y otros comparten cuidados y crianza a partes iguales, como algunas aves y mamíferos, o incluso se embarazan, como los caballitos de mar. En alguna sociedad matriarcal que queda por ahí, como la de los mosuo, los niños se quedan con la familia matrilineal y no viven con los padres biológicos.
Está claro que las niñas y niños necesitan, además del mejor entorno uterino posible, el mejor nacimiento posible y la mejor lactancia posible (lo cual a su vez necesita que las madres estén lo más cuidadas posibles) una ingente cantidad de cuidados durante muchos años, imposibles de satisfacer por una sola persona. La manera en que estos cuidados se prodigan, varía culturalmente. Desde una niñera hasta una tribu, siempre que sea amorosa y no depredadora.
Todo lo que contribuya a mejorar la salud, la calidad de vida y la calidad amorosa de los vínculos entre los humanos me parece pertinente para la opinión pública y para las políticas públicas. Otra cosa es que cada uno y cada una en su casa haga lo que buenamente pueda. Eso es una obviedad. Pero las polìticas públicas deben intentar beneficiar aquello que aumenta la salud, la calidad de vida y últimamente se empieza a hablar hasta de felicidad social. La universidad de Harvard lleva muchos años dedicando un macro-estudio a la felicidad. Otro sentido no le veo a "la cosa pública".
Esto, parece que algunas feministas lo están interpretando como un aumento de la presión o de la "culpa" (el tema de la culpa merece un libro aparte) sobre las mujeres. El tópico de las "malas madres", o de las buenas madres sigue sobre la mesa.
El feminismo de la línea de Simone de Beauvoir ha llegado a suponer que la maternidad es un "sacrificio" que el patriarcado nos ha impuesto a favor de la reproducción de la especie. Y quizás la maternidad patriarcal sí lo sea. Pero también podríamos preguntarnos si no es posible que sea la sociedad (patriarcal), la cultura (depredadora), y las historias familiares de psicogenealogía violenta, las que nos han llevado a experimentar la maternidad como algo sacrificado y no como algo placentero (igual que el sexo, por ejemplo).
También ha supuesto que la maternidad es un rol "tradicional" y que lo "moderno" está en otro lugar. Estaría fuera de lo doméstico, en el lugar del empleo, del trabajo asalariado y de la empresa, lugar considerado por la misma progresía, empezando por Marx, como el lugar de la opresión sobre el ser humano por excelencia. Hay un conflicto entre el feminismo emancipatorio de la igualdad y la izquierda tradicional que no se ha resuelto. ¿El trabajo asalariado libera? ¿De qué nos libera? ¿Qué tipo de trabajo y en qué condiciones pudiera resultar liberador?
También ha dicho que la maternidad no debe ser obligatoria para ninguna mujer y que la condición de mujer no está ligada a la condición de madre. En esto estoy completamente de acuerdo. Si hay que seguir insistiendo en ello, cuenten conmigo.
Pero, ¿qué pasaría si todas las mujeres llegáramos a considerar la maternidad como algo no deseable? Si todas las mujeres, incluidas las que deciden no ser madres (con todo su derecho), existen, trabajan, ocupan cada vez puestos más revelantes y tienen otras mujeres y hombres que les ayudan a cuidar a sus hijos, a limpiar sus casas, a manufacturar sus ropas, o cuidarles cuando se enferman o cuando sean ancianas, es porque otras mujeres consideraron la posibilidad de ser madres y llegaron a serlo. Otras mujeres tendrán siempre que reproducirse. Más vale que lo hagamos en las mejores condiciones posibles, ¿no? Las sociedades en que la natalidad baja hasta límites de no reemplazo son sociedades en que la vida en general se ha vuelto adversa y difícil. Por eso la natalidad baja.
Estas feministas proponen "desmitificar", "desacralizar" o "desocupar" la maternidad. No sé exactamente bien qué quieren decir con esto. A veces me parece que es quitarle importancia. Repartirla por ahí entre la sociedad y quitarle hierro al asunto, y de paso sacudirnos sombras personales. Estoy de acuerdo en que toda la sociedad, hombres y mujeres, ricos y pobres, responsables de políticas públicas y económicas y ciudadanos comunes, hemos de trabajar para poner el cuidado (propio y el de otros) en el centro de nuestras vidas. El desplazamiento desde la ética de la justicia hacia la ética del cuidado (Carol Gilligan) me parece el desplazamiento teórico fundamental del humanismo del siglo XXI, si queremos humanismo y queremos siglo XXII. Pero eso yo lo interpreto en sentido contrario: más importancia al maternaje y no menos. Maternizar la sociedad, a los hombres, a los padres y también a nosotras, las propias madres. Porque trabajar a favor del maternaje, de la dignidad de las labores de cuidado, de los afectos y de las emociones, de la empatía, de la infancia, de los vínculos humanos, es un trabajo personal y social que nos hace mejores a todos. Que aumenta la paz, la cohesión y la felicidad social. Que puede convertir en placer lo que es sacrificio, en fácil lo que es difícil, y en felicidad lo que es angustia o depresión.
Mucha gente ha creído que las madres de antes, las que estaban en casa, eran más dedicadas, más sacrificadas, más "madres" en fin que las de ahora. No es cierto. El problema del mundo, tal como han visto y explicado, por ejemplo, para no salirnos del enfoque feminista, Victoria Sau o Casilda Rodrígañez, es precisamente de escaso maternaje. No porque las generaciones históricas de madres hayan sido "malas", ni malas madres, ni malas personas. Las pobres han hecho lo que han podido. Como todas. En condiciones de violencia machista, de insalubridad, de pobreza, de dominación, de propias infancias muy maltratadas... han hecho lo que buenamente han podido antes o a la vez de ver morir a sus hijos, de deprimirse, volverse locas, suicidarse, enfermar o sobrevivir que ya es bastante.
En ese sentido, sí veo necesario derrumbar, desmitificar o desacralizar la maternidad patriarcal o virginal (frígida) que conocemos hasta ahora. La maternidad sumisa. Cambiar la familia patriarcal represora por otra respetuosa, nutricia y alegre. Pero sustituirla por nada es imposible. Sustituirla (a ratos) por cuidados institucionales o paternales es necesario, pero no suficiente. Somos mamíferos, y los procesos biológicos, incluso esos, que parece que siempre han estado ahí, han estado heridos y maltratados. El bienestar físico y psíquico de la mujer durante el período de gestación, el parto y el puerperio son necesarios, para las mujeres que deciden ser madres y para las crías, que somos todos. No se trata de subordinar el bienestar de la madre al de la cría, se trata de hacerlos compatibles (y de facilitarlos, si es posible, desde las instancias macrosociales). De devolverles a las maternidades y las paternidades, la facilidad, la felicidad y el goce. A la vez que se le procura, quizás, a los niños y niñas. A la humanidad.
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Sobre el papel del padre en la crianza corporal, he escrito algo por aquí: El macho y la teta
Sobre crianza corporal y trabajo fuera de casa, aquí: La lactancia como aliada de las madres trabajadoras
Páginas
Somos mamíferos: nacemos en la intimidad, mamamos, y nos acurrucamos...
29 de abril de 2014
24 de abril de 2014
¡12 días sin blog pero ya hemos vuelto!
Pido disculpas a todas las lectoras y lectores porque desde el día 12 de abril, el dominio tenemostetas.com estaba dirigiendo a un sitio de publicidad pornográfica y no había acceso a este blog.
Lo que sucedió fue que no pude renovar el dominio a través de Google Apps, parte por desconocimiento mío, parte por fallo de ellos.
Lo explico aquí, porque sé que le está sucediendo a más gente y quizás puedan evitar que les pase lo mismo.
Yo contraté el dominio tenemostetas.com a través del mismo Blogger en 2009, que como todos sabemos es una aplicación de Google. Desde entonces se estaba renovando automáticamente cada año.
Este año, recibo sin embargo este mensaje de Google Apps:
Pruebo mil veces con la cuenta de gmail, otras mil con la cuenta de hotmail que también tengo asociada, y con ninguna de las dos logré entrar. Busqué formularios de contacto por todos lados, pero no encontré ninguno. Así, que el día 12 de abril me encuentro con que mi dominio no lo tengo más.
Al investigar qué pasó con mi dominio, me encuentro con esto:
Es decir, el dominio estaba en propiedad de eNom, que es la empresa proveedora de Google. Así que escribo a los de eNom, tanto "submit a ticket" como al email que ponen para clientes de Google. Muy amablemente me respondieron que el dominio solo podía ser renovado a través de Google y ¡eureka! me envían un enlace con el que yo no había dado y al final del cual hay un ¡formulario de contacto con Google!
El enlace mágico es este:
A partir de ahí, debo decir que inmediatamente Google me respondió, me llamaron por teléfono (dicen mis amigos que soy el primer ser humano en contactar con otro humano no en Marte, sino en Google :-) ), me trató un técnico muy amable que se llama Rubén, y ¡asunto solucionado!
El problema es que había que entrar, no con el correo de Gmail, sino con un correo del propio dominio del tipo admin@tenemostetas.com, que yo nunca había usado ni sabía que existía. Si estás en la misma situación en que la consola de administración de Google no te deja entrar, prueba con admin@tudominio.com (poniendo en "tudominio" el nombre real de tu dominio) y prueba a recuperar la contraseña. Quizás así puedas entrar y renovarlo sin necesidad de contactar al servicio técnico.
Lo que sucedió fue que no pude renovar el dominio a través de Google Apps, parte por desconocimiento mío, parte por fallo de ellos.
Lo explico aquí, porque sé que le está sucediendo a más gente y quizás puedan evitar que les pase lo mismo.
Yo contraté el dominio tenemostetas.com a través del mismo Blogger en 2009, que como todos sabemos es una aplicación de Google. Desde entonces se estaba renovando automáticamente cada año.
Este año, recibo sin embargo este mensaje de Google Apps:
Cuando pincho el enlace para renovar, me lleva a admin.google.com, lugar desde donde se supone puedo gestionar todos los servicios integrados de Google. Al intentar entrar con mi dirección habitual de Gmail, me dice esto otro:
Pruebo mil veces con la cuenta de gmail, otras mil con la cuenta de hotmail que también tengo asociada, y con ninguna de las dos logré entrar. Busqué formularios de contacto por todos lados, pero no encontré ninguno. Así, que el día 12 de abril me encuentro con que mi dominio no lo tengo más.
Al investigar qué pasó con mi dominio, me encuentro con esto:
Es decir, el dominio estaba en propiedad de eNom, que es la empresa proveedora de Google. Así que escribo a los de eNom, tanto "submit a ticket" como al email que ponen para clientes de Google. Muy amablemente me respondieron que el dominio solo podía ser renovado a través de Google y ¡eureka! me envían un enlace con el que yo no había dado y al final del cual hay un ¡formulario de contacto con Google!
El enlace mágico es este:
A partir de ahí, debo decir que inmediatamente Google me respondió, me llamaron por teléfono (dicen mis amigos que soy el primer ser humano en contactar con otro humano no en Marte, sino en Google :-) ), me trató un técnico muy amable que se llama Rubén, y ¡asunto solucionado!
El problema es que había que entrar, no con el correo de Gmail, sino con un correo del propio dominio del tipo admin@tenemostetas.com, que yo nunca había usado ni sabía que existía. Si estás en la misma situación en que la consola de administración de Google no te deja entrar, prueba con admin@tudominio.com (poniendo en "tudominio" el nombre real de tu dominio) y prueba a recuperar la contraseña. Quizás así puedas entrar y renovarlo sin necesidad de contactar al servicio técnico.
8 de abril de 2014
Ocupar la maternidad
Por Ileana Medina Hernández
Si este artículo lo hubiera escrito un hombre (cambia maternidad por paternidad y prueba), sería acusado poco menos que de fascista. Como lo ha escrito una mujer, supuestamente en nombre de la igualdad y la libertad, habrá quien lo encuentre progre y hasta divertido.
Propone hacer desaparecer la madre y "maternalizar la sociedad". Esta segunda opción no sé cómo habría que entenderla. Si se trata de hacer la sociedad más amorosa, más cuidadora, más generosa, más solidaria, pues estaría bien. Si se trata de institucionalizar a los niños, crear úteros artificiales, y criar seres humanos en una granja, pues a ver.
Partiendo del concepto de madre que tiene la autora, me inclino más por lo segundo.
Para la autora "La madre es una cosa abstracta, despolitizada, des-sexualizada, y des-socializada".
No sé a qué madre se refiere la autora. No sé si a la suya, a la que ella es, o a la "abstracta" que heredó de la Iglesia (madre virgen) o de los libros (madre teórica).
Desde luego no a mí, ni a la mayoría de las madres que conozco.
La maternidad que yo practico no es des-sexualizada. Si no todo lo contrario. Nunca me he sentido más sexual que ahora. Más oxitocínica. Para follar, para concebir, para parir, para amamantar... que todo es parte de la sexualidad femenina. Las hormonas del parto y las del sexo y las del amor son las mismas. Una sexualidad femenina mucho más potente, consciente y completa que la del coito, o incluso en él.
La maternidad que yo practico no es abstracta. Es corporal, concreta, tangible: presencia, tiempo, teta, cuerpo y alimento para mis hijos. No se me ocurre nada más concreto. Abstracto será si acaso el feminismo que produce discursos desde las universidades, desde lo simbólico, desde el intelecto. Negando precisamente el cuerpo, lo material, lo biológico. Las madres (y padres) que se levantan por la madrugada, que hacen malabares diarios para alimentar, cuidar, trabajar, etc... que ofrecen cuerpo, sostén y vida, es lo más concreto y terrenal que existe.
Nunca me sentí más politizada: El mundo me daba igual como estuviera, hasta que nacieron mis hijos. Pedir conciliación laboral y familiar es hacer política. Exigir bajas maternales y paternales más largas es hacer política. Criar seres humanos lo más amorosos, generosos y pacíficos que podamos, es hacer política. Reflexionar sobre la crianza totalitaria, adultocéntrica y violenta es hacer política. Buscar estrategias para hacer del mundo un lugar más habitable para nuestros hijos es hacer política. Y política de la buena, de la que transforma, de la que atraviesa desde lo micro hasta lo macrosocial.
Nunca tuve necesidad de ser más sociable: buscar grupos de apoyo a la lactancia, grupos de juego para los niños, grupos de apoyo para madres y padres, tratar con las madres del colegio, con las del parque, con el ayuntamiento para que en los parques no haya caca de perros, para que haya piscinas y bibliotecas municipales... ¡nunca fui más consciente de lo que me rodeaba hasta que fui madre! Mientras viví sin hijos, me daban lo mismo las cacas de perro de mi barrio, si había o no piscina municipal, si las escuelas públicas eran una mierda o no, si en la autopista hay cola por las mañanas o no.... Me daba igual, yo era irresponsablemente libre y adolescentemente egoísta en mi mundo de yuppie, con los libros, el ordenador, la música en las orejas y llegando temprano al trabajo sin nada que me lo impidiera.
Quizás para la autora la sexualidad se reduce al coito, lo político a la guerra, y lo social a los bares de copas. Lugares donde no caben los niños ni la maternidad. Evidentemente, la visión limitada y limitante es la suya.
Cada una se organiza como mejor puede o quiere en su vida privada, pero elevar a categoría filosófica y sociológica la "desocupación de la maternidad", en un mundo tan carente de amor y cuidados, parece más un peligro colectivo que una solución para nadie.
Hay un sector del feminismo -y también del pensamiento queer- que con la buena intención de defender la libertad y los derechos de las mujeres y de los homo-trans-bi, llegan al desvarío robotizador de negar toda función del cuerpo. Es bastante peligroso, pues su utopía se acerca a algo así como un útero artificial y personas artificiales, estatalizadas y criadas en granjas, sin amor ni vínculos, con todo el riesgo de dominación, de zombies, de totalitarismo, en fin, de deshumanización... que eso conllevaría. No tienen ni idea de la importancia del afecto en la infancia, de niños ni de cuidados. Parece que ellos vinieron de Marte o los trajo la cigüeña. Lo que sucede en realidad es que no ven, y por tanto niegan, el agujero emocional que suele haber detrás de nuestra inconformidad con la biología.
Si la sociedad no discriminara a las mujeres ni a ninguna opción sexual, no harían falta los desvaríos teóricos a que se está llegando en un afán por legitimar algo que debería ser legítimo de por sí: que todos tengamos el mismo valor social y cada uno haga con su cuerpo lo que quiera o pueda... Pero la producción teórica academicista al respecto, pretendiendo buscar una legitimidad cultural, llega a planteamientos horripilantes: ¿es que venimos de una cigüeña (o de un útero artificial, fíjate la semejanza)?
Si este artículo lo hubiera escrito un hombre (cambia maternidad por paternidad y prueba), sería acusado poco menos que de fascista. Como lo ha escrito una mujer, supuestamente en nombre de la igualdad y la libertad, habrá quien lo encuentre progre y hasta divertido.
La maternidad: ese constructo social abstracto o ese lugar biológico esclavizante |
Partiendo del concepto de madre que tiene la autora, me inclino más por lo segundo.
Para la autora "La madre es una cosa abstracta, despolitizada, des-sexualizada, y des-socializada".
No sé a qué madre se refiere la autora. No sé si a la suya, a la que ella es, o a la "abstracta" que heredó de la Iglesia (madre virgen) o de los libros (madre teórica).
Desde luego no a mí, ni a la mayoría de las madres que conozco.
La maternidad que yo practico no es des-sexualizada. Si no todo lo contrario. Nunca me he sentido más sexual que ahora. Más oxitocínica. Para follar, para concebir, para parir, para amamantar... que todo es parte de la sexualidad femenina. Las hormonas del parto y las del sexo y las del amor son las mismas. Una sexualidad femenina mucho más potente, consciente y completa que la del coito, o incluso en él.
La maternidad que yo practico no es abstracta. Es corporal, concreta, tangible: presencia, tiempo, teta, cuerpo y alimento para mis hijos. No se me ocurre nada más concreto. Abstracto será si acaso el feminismo que produce discursos desde las universidades, desde lo simbólico, desde el intelecto. Negando precisamente el cuerpo, lo material, lo biológico. Las madres (y padres) que se levantan por la madrugada, que hacen malabares diarios para alimentar, cuidar, trabajar, etc... que ofrecen cuerpo, sostén y vida, es lo más concreto y terrenal que existe.
Nunca me sentí más politizada: El mundo me daba igual como estuviera, hasta que nacieron mis hijos. Pedir conciliación laboral y familiar es hacer política. Exigir bajas maternales y paternales más largas es hacer política. Criar seres humanos lo más amorosos, generosos y pacíficos que podamos, es hacer política. Reflexionar sobre la crianza totalitaria, adultocéntrica y violenta es hacer política. Buscar estrategias para hacer del mundo un lugar más habitable para nuestros hijos es hacer política. Y política de la buena, de la que transforma, de la que atraviesa desde lo micro hasta lo macrosocial.
Nunca tuve necesidad de ser más sociable: buscar grupos de apoyo a la lactancia, grupos de juego para los niños, grupos de apoyo para madres y padres, tratar con las madres del colegio, con las del parque, con el ayuntamiento para que en los parques no haya caca de perros, para que haya piscinas y bibliotecas municipales... ¡nunca fui más consciente de lo que me rodeaba hasta que fui madre! Mientras viví sin hijos, me daban lo mismo las cacas de perro de mi barrio, si había o no piscina municipal, si las escuelas públicas eran una mierda o no, si en la autopista hay cola por las mañanas o no.... Me daba igual, yo era irresponsablemente libre y adolescentemente egoísta en mi mundo de yuppie, con los libros, el ordenador, la música en las orejas y llegando temprano al trabajo sin nada que me lo impidiera.
Quizás para la autora la sexualidad se reduce al coito, lo político a la guerra, y lo social a los bares de copas. Lugares donde no caben los niños ni la maternidad. Evidentemente, la visión limitada y limitante es la suya.
Cada una se organiza como mejor puede o quiere en su vida privada, pero elevar a categoría filosófica y sociológica la "desocupación de la maternidad", en un mundo tan carente de amor y cuidados, parece más un peligro colectivo que una solución para nadie.
Hay un sector del feminismo -y también del pensamiento queer- que con la buena intención de defender la libertad y los derechos de las mujeres y de los homo-trans-bi, llegan al desvarío robotizador de negar toda función del cuerpo. Es bastante peligroso, pues su utopía se acerca a algo así como un útero artificial y personas artificiales, estatalizadas y criadas en granjas, sin amor ni vínculos, con todo el riesgo de dominación, de zombies, de totalitarismo, en fin, de deshumanización... que eso conllevaría. No tienen ni idea de la importancia del afecto en la infancia, de niños ni de cuidados. Parece que ellos vinieron de Marte o los trajo la cigüeña. Lo que sucede en realidad es que no ven, y por tanto niegan, el agujero emocional que suele haber detrás de nuestra inconformidad con la biología.
Si la sociedad no discriminara a las mujeres ni a ninguna opción sexual, no harían falta los desvaríos teóricos a que se está llegando en un afán por legitimar algo que debería ser legítimo de por sí: que todos tengamos el mismo valor social y cada uno haga con su cuerpo lo que quiera o pueda... Pero la producción teórica academicista al respecto, pretendiendo buscar una legitimidad cultural, llega a planteamientos horripilantes: ¿es que venimos de una cigüeña (o de un útero artificial, fíjate la semejanza)?
Ocupar la maternidad. Socializarla. Politizarla. Sexualizarla. Prestigiarla. Apoyarla. Hacerla fácil, córporea, placentera, digna.
De eso precisamente se trata si queremos un mundo (personal, familiar, grupal, social) más amoroso, solidario, ético. Simplemente un mundo habitable. Vivir.
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1 de abril de 2014
Reivindicar hacia afuera lo que es trabajo hacia adentro
Por Ileana Medina Hernández
Hay un importante sector del feminismo , incluido el institucional, que reivindica su derecho a no ser madres o a que la maternidad las haga "infeliz" (dixit), etc... y en todo caso concentran sus reivindicaciones en el derecho al trabajo, a la igualdad salarial, etc. Ahora también se suma un sector (no sé si con ideología política específica) que reivindican el derecho a ser "malas madres", lo cual parece una forma supuestamente humorística de decir que reivindican el derecho a que la maternidad no les cambie la vida, y a seguir comprando "bolsos de Chanel" (dixit) o de Gucci, ya puestos.
Cada cual es libre de reivindicar lo que le dé la gana, faltaría más, y además nunca está de más el sentido del humor y la capacidad de reírse de uno mismo, si no fuera porque a veces reírse de la soga en casa del ahorcado resulta un poco de mal gusto. Quizás ellas van sobradas de capacidad maternal y pueden reírse, a mí como me faltan recursos, tengo que reforzarme.
No sé si será que provengo de un entorno donde las mujeres tuvimos la suerte de educarnos y prepararnos intelectualmente, pero nunca sentí ninguna presión que me obligara a ser madre, y sí para estudiar, formarme y trabajar. Además, cuando yo era joven, el primer sentido que le encontré a la palabra libertad fue cagarme en el "qué dirán", así que nunca me sentí obligada moralmente a nada. Mi hermana y algunas de mis mejores amigas no son madres y yo siempre lo he visto tan normal que se cae de maduro. Nunca soñé con ser madre ni nada por el estilo, pero cuando lo fui, algo inevitablemente dentro de mí cambió, por suerte para mis hijos.
Pero vamos a ver. ¿De verdad hay obstáculos reales que impidan a alguna mujer no ser madre o no ser madre perfecta (partiendo de que ninguna lo somos)?
En cambio, se me ocurren muchos, muchísimos obstáculos reales que esta sociedad pone a la maternidad y a ejercerla de modo implicado y presente:
-Empresas que no te contratan si eres mujer, o si estás en edad fértil, o si estás casada, o si huelen que puedes quedarte embarazada, o si te quedas, o te echan cuando vuelves de la baja maternal.
-Ridícula baja maternal de 16 semanas, de las cuales solo 6 tras el parto son obligatorias, y ni siquiera eso te impide incorporarte a los 10 días si así lo deseas o necesitas.
-Ginecólogos y ginecólogas que programan y realizan cesáreas innecesarias, conociendo los riesgos para la salud de la mujer y del bebé que tiene una cirugía mayor, lo cual viola la ética médica. Luego le hacen creer a las mujeres que eran justificadísimas.
-Hospitales que siguen inmovilizando a las mujeres para parir, y sometiéndonos a episiotomías, lavativas, humillaciones y coacciones varias.
-Hospitales que siguen separando a bebés sanos de su madre al nacer, rutinariamente, en contra de toda evidencia científica.
-Médicos, pediatras, enfermeras de pediatría, que no saben nada de lactancia materna (lo cual es su deber profesional) y dan consejos que hacen fracasar las lactancias.
-Centros de salud que exponen publicidad y regalan muestras de leche de fórmula, violando la ley.
-Poquísimas o ningunas guarderías en los propios centros de trabajo, al menos en los que tengan un número elevado de trabajadoras y trabajadores.
-Imposibilidad real de reducir jornada laboral o flexibilizar horarios de entrada y salida en las empresas privadas, de faltar cuando los niños se ponen malos, de evitar el presencialismo, trabajar por objetivos, hacer teletrabajo u otras formas de conciliación.
-Mujeres que son echadas de restaurantes, centros comerciales, bibliotecas, etc... por amamantar a su bebé.
-Aviones, hoteles, restaurantes, cruceros, tiendas... que impiden la entrada de niños
-Mujeres que en nada se realizan trabajando ni se pueden comprar bolsos de Chanel, y que con el corazón estrujado no les queda más remedio que dejar a los niños con fiebre y un chute de paracetamol en una guardería inmunda, para irse a hacer un trabajo de mierda por 700 euros, son mayoría y multitud.
Y seguro que bastantes más que se me quedan por ahí.
¿Y obstáculos legales o estructurales reales que te impidan no ser madre, o ejercerlo a tiempo parcial? ¿Existe alguno? ¿Existe alguna empresa a la que le moleste que trabajes de sol a sol y no faltes ni llegues tarde nunca porque no tienes "cargas familiares" (el trabajo un derecho, la familia una carga)? ¿Discotecas que te impidan la entrada si has dejado a tu hijo en casa con una nana? ¿Tiendas que te digan que no te puedes comprar bolsos si eres madre? ¿Algún reglamento que te impida contratar asistentas o canguros, enviar niños a campamentos, llevarlos a guarderías, colegios y extraescolares desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde, dejarlos con la abuela para irte de vacaciones? Bueno, sí, todo eso cuesta dinero, es verdad. Excepto trabajar, que es lo que hacemos para ganarlo y luego poderlo gastar en ello, para poder trabajar y así. Pero el sistema realmente estimula eso desde todos los bandos. No veo cuál es el obstáculo. ¿De verdad se "cambia el mundo" reivindicando ese supuesto derecho tan violado? ¿De verdad es tan progre y tan divertido y tan guay y mola mogollón?
¿La tan temida "presión social" somos cuatro madres blogueras ñoñas y profesionalmente frustradas que queremos cantar a la felicidad y al placer potencial de la maternidad? ¿El movimiento del "new momism" (o de una nueva maternidad, ya puestas :-) ) de verdad tiene algún poder real? Que más quisiéramos. ¿De verdad pretende convertir a alguien, o simplemente pretende combatir esos obstáculos reales que describí más arriba, y abrir las posibilidades y los derechos a todas, y de paso también a los niños y niñas?
Me temo que hay mucho de tirar balones fuera. De proyectar hacia afuera lo que no es más que un trabajo interior que hacer. Que no te importe lo que diga la vecina, la suegra, el libro tal o la bloguera más cual es un trabajo que tenemos que hacer hacia dentro. Ganar en autoestima, seguridad y confianza para hacer lo que nos sale del coño sin importar lo que digan las otras y los otros. Eso es la paz, y lo que permite la democracia y la libertad de expresión, por cierto.
Todas tiramos balones afuera a veces. Todas proyectamos y pedimos, cual niñas pequeñas, que nos acepten con nuestras condiciones vitales, sean las que sean, y que no nos critiquen. Quizás incluso toda reivindicación en el fondo no sea más que la evasión de un trabajo interior. Es más fácil pedirle a papá, al Estado o a quien sea, que mojarnos los pantalones e intentar buscar nuestras propias soluciones. Nos falta madurar.
PD: Otro post interesante sobre el mismo tema, y más interesante aún los comentarios que se generaron debajo, donde intervienen las propias creadoras y miembros del "club". (Por cierto, es el título de un libro de Lucía Etxebarría, que nunca he leído): Malas Madres, por Sergio del Molino
Hay un importante sector del feminismo , incluido el institucional, que reivindica su derecho a no ser madres o a que la maternidad las haga "infeliz" (dixit), etc... y en todo caso concentran sus reivindicaciones en el derecho al trabajo, a la igualdad salarial, etc. Ahora también se suma un sector (no sé si con ideología política específica) que reivindican el derecho a ser "malas madres", lo cual parece una forma supuestamente humorística de decir que reivindican el derecho a que la maternidad no les cambie la vida, y a seguir comprando "bolsos de Chanel" (dixit) o de Gucci, ya puestos.
Cada cual es libre de reivindicar lo que le dé la gana, faltaría más, y además nunca está de más el sentido del humor y la capacidad de reírse de uno mismo, si no fuera porque a veces reírse de la soga en casa del ahorcado resulta un poco de mal gusto. Quizás ellas van sobradas de capacidad maternal y pueden reírse, a mí como me faltan recursos, tengo que reforzarme.
No sé si será que provengo de un entorno donde las mujeres tuvimos la suerte de educarnos y prepararnos intelectualmente, pero nunca sentí ninguna presión que me obligara a ser madre, y sí para estudiar, formarme y trabajar. Además, cuando yo era joven, el primer sentido que le encontré a la palabra libertad fue cagarme en el "qué dirán", así que nunca me sentí obligada moralmente a nada. Mi hermana y algunas de mis mejores amigas no son madres y yo siempre lo he visto tan normal que se cae de maduro. Nunca soñé con ser madre ni nada por el estilo, pero cuando lo fui, algo inevitablemente dentro de mí cambió, por suerte para mis hijos.
Pero vamos a ver. ¿De verdad hay obstáculos reales que impidan a alguna mujer no ser madre o no ser madre perfecta (partiendo de que ninguna lo somos)?
En cambio, se me ocurren muchos, muchísimos obstáculos reales que esta sociedad pone a la maternidad y a ejercerla de modo implicado y presente:
Diputada italiana |
-Ridícula baja maternal de 16 semanas, de las cuales solo 6 tras el parto son obligatorias, y ni siquiera eso te impide incorporarte a los 10 días si así lo deseas o necesitas.
-Ginecólogos y ginecólogas que programan y realizan cesáreas innecesarias, conociendo los riesgos para la salud de la mujer y del bebé que tiene una cirugía mayor, lo cual viola la ética médica. Luego le hacen creer a las mujeres que eran justificadísimas.
-Hospitales que siguen inmovilizando a las mujeres para parir, y sometiéndonos a episiotomías, lavativas, humillaciones y coacciones varias.
-Hospitales que siguen separando a bebés sanos de su madre al nacer, rutinariamente, en contra de toda evidencia científica.
-Médicos, pediatras, enfermeras de pediatría, que no saben nada de lactancia materna (lo cual es su deber profesional) y dan consejos que hacen fracasar las lactancias.
-Centros de salud que exponen publicidad y regalan muestras de leche de fórmula, violando la ley.
-Poquísimas o ningunas guarderías en los propios centros de trabajo, al menos en los que tengan un número elevado de trabajadoras y trabajadores.
-Imposibilidad real de reducir jornada laboral o flexibilizar horarios de entrada y salida en las empresas privadas, de faltar cuando los niños se ponen malos, de evitar el presencialismo, trabajar por objetivos, hacer teletrabajo u otras formas de conciliación.
-Mujeres que son echadas de restaurantes, centros comerciales, bibliotecas, etc... por amamantar a su bebé.
-Aviones, hoteles, restaurantes, cruceros, tiendas... que impiden la entrada de niños
-Mujeres que en nada se realizan trabajando ni se pueden comprar bolsos de Chanel, y que con el corazón estrujado no les queda más remedio que dejar a los niños con fiebre y un chute de paracetamol en una guardería inmunda, para irse a hacer un trabajo de mierda por 700 euros, son mayoría y multitud.
Y seguro que bastantes más que se me quedan por ahí.
¿Y obstáculos legales o estructurales reales que te impidan no ser madre, o ejercerlo a tiempo parcial? ¿Existe alguno? ¿Existe alguna empresa a la que le moleste que trabajes de sol a sol y no faltes ni llegues tarde nunca porque no tienes "cargas familiares" (el trabajo un derecho, la familia una carga)? ¿Discotecas que te impidan la entrada si has dejado a tu hijo en casa con una nana? ¿Tiendas que te digan que no te puedes comprar bolsos si eres madre? ¿Algún reglamento que te impida contratar asistentas o canguros, enviar niños a campamentos, llevarlos a guarderías, colegios y extraescolares desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde, dejarlos con la abuela para irte de vacaciones? Bueno, sí, todo eso cuesta dinero, es verdad. Excepto trabajar, que es lo que hacemos para ganarlo y luego poderlo gastar en ello, para poder trabajar y así. Pero el sistema realmente estimula eso desde todos los bandos. No veo cuál es el obstáculo. ¿De verdad se "cambia el mundo" reivindicando ese supuesto derecho tan violado? ¿De verdad es tan progre y tan divertido y tan guay y mola mogollón?
¿La tan temida "presión social" somos cuatro madres blogueras ñoñas y profesionalmente frustradas que queremos cantar a la felicidad y al placer potencial de la maternidad? ¿El movimiento del "new momism" (o de una nueva maternidad, ya puestas :-) ) de verdad tiene algún poder real? Que más quisiéramos. ¿De verdad pretende convertir a alguien, o simplemente pretende combatir esos obstáculos reales que describí más arriba, y abrir las posibilidades y los derechos a todas, y de paso también a los niños y niñas?
Me temo que hay mucho de tirar balones fuera. De proyectar hacia afuera lo que no es más que un trabajo interior que hacer. Que no te importe lo que diga la vecina, la suegra, el libro tal o la bloguera más cual es un trabajo que tenemos que hacer hacia dentro. Ganar en autoestima, seguridad y confianza para hacer lo que nos sale del coño sin importar lo que digan las otras y los otros. Eso es la paz, y lo que permite la democracia y la libertad de expresión, por cierto.
Todas tiramos balones afuera a veces. Todas proyectamos y pedimos, cual niñas pequeñas, que nos acepten con nuestras condiciones vitales, sean las que sean, y que no nos critiquen. Quizás incluso toda reivindicación en el fondo no sea más que la evasión de un trabajo interior. Es más fácil pedirle a papá, al Estado o a quien sea, que mojarnos los pantalones e intentar buscar nuestras propias soluciones. Nos falta madurar.
PD: Otro post interesante sobre el mismo tema, y más interesante aún los comentarios que se generaron debajo, donde intervienen las propias creadoras y miembros del "club". (Por cierto, es el título de un libro de Lucía Etxebarría, que nunca he leído): Malas Madres, por Sergio del Molino
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