7 de noviembre de 2014

Mis amigas de 40 años

Por Ileana Medina Hernández


«Hay un momento en nuestra vida, por regla general al llegar a la mediana edad, en que la mujer tiene que tomar una decisión, posiblemente la decisión psíquica más importante de su vida futura, y es la de sentirse o no una amargada. Tiene entonces que salir de caza, de pesca y de conquista por el interior de ella misma: porque ésa que olfatea con ganas, se revuelca de risa, saca pezuñas, aúlla de noche y mueve la cola, la tiene adentro».
Clarissa Pinkola Estés

El año pasado cumplí 40 años y quería haber hecho un homenaje en este blog a mí misma y a todas mis amigas que rondan la cuarentena. Resulta que los cumplí a menos de un mes de haber parido a mi segundo hijo, y la idea se fue aplazando... Escribí muy poco en el blog el año pasado en que disfruté a tope de mi puerperio. 

Mi idea era hacer un video con las fotos de muchas de mis amigas, e incluso llegué a pedírselas. Están todas radiantes, bellas, maduras, centradas, no miento si digo que mucho más bellas que a los 15 o a los 20 años. Además entusiastas, creativas, cogiendo las riendas de sus vidas, aprendiendo a soltar lo que no nos sirve, huyendo de quien no nos respeta, cumpliendo sueños... como se dice ahora "empoderándonos". 

La verdad es que los 40 años parecen el mejor momento de la vida, cuando todavía el cuerpo está suficientemente joven y ya la mente está lo suficientemente madura. Es la cima de la vida. Disfruto mucho de la sabiduría y la belleza de mis amigas, y también de mis amigos, aunque van a permitirme que hable desde un punto de vista femenino. 

Pero resulta que en este momento cumbre, el precio de ese proceso también ha implicado para muchas, la separación o el divorcio. Abundan los divorcios en torno a los 40 años, y no quiero verlo como una desgracia, sino como una consecuencia inevitable de un proceso dinámico. 

La tan llevada y traída "crisis de los 40" es como todas las crisis, también una oportunidad para crecer, para desempolvar las alas, para probar de lo que somos capaces... si se usan bien, claro. Muchas personas se hunden, o se pierden, o se acorazan todavía más. De qué depende que podamos tomar un camino u otro, no lo sé. 

Cuando nos enamoramos y nos casamos con veinteypocos años, a veces con el mismo novio que teníamos desde la secundaria, estamos "embrujadas" (y embrujados). Nos enamoramos, y no sabemos cómo ni por qué, a veces ni siquiera de quién. El proceso de despertar no se produce casi nunca a los veinteypocos años, y sí en torno a los 40 (si es que se produce). 

Es casi un milagro que, después de tener hijos, y emprender el camino de crecimiento que supone la crianza,  y adquirir la madurez cuando nos acercamos a los 40 años, descubramos que la persona que tenemos a nuestro lado desde hace 20 años sigue siendo la misma, o más difícil todavía, ha crecido y evolucionado en la misma dirección, calidad y cantidad que nosotras. De pronto se nos caen las vendas de los ojos, y en muchos casos, nos damos cuenta de que el grado de madurez, de responsabilidad, de generosidad o de implicación en la vida familiar no ha evolucionado a la par.

La llegada de los hijos es una debacle. Hay una realidad: la mayoría de las parejas buscamos en el otro cuidado y maternaje, que el otro satisfaga en poco o en mucho nuestras necesidades afectivas, emocionales, espirituales, físicas y materiales. Podríamos preguntarnos si la monogamia como concepto se sostiene, o si podemos aspirar a que una sola persona satisfaga todas nuestras necesidades. Podríamos hablar de la carencia de maternaje que todos arrastramos y que hace que seamos "medias naranjas" en lugar de naranjas completas, dos cojos pidiéndole al otro que nos sostenga. Podríamos hablar, como hace Laura Gutman, de la poca idoneidad de la familia nuclear para criar niños. Ese frágil equilibrio a veces se sostiene cuando solo somos dos adultos. Pero cuando llega un niño pequeño, que absorbe toda la energía y las escasas capacidades de cuidado que poseemos, no queda pareja que no tenga que replanteárselo todo. Mi amiga Mónica Felipe es experta en estas crisis que ocurren cuando la pareja pasa a trío. Otras veces no logramos pasar a trío, y el niño se queda afuera, y son sus necesidades las que son silenciadas y postergadas. Muchas parejas sobreviven así con la consiguiente perpetuación de la carencia en hijos criados sin presencia m/paternal. 

Pero no siempre es la llegada de los hijos lo que nos pone a prueba. A veces los hijos ya son grandes y la crisis arrasadora también llega en torno a los 40. La vida no siempre es lo que habíamos soñado cuando estábamos en la universidad. O al contrario, nos va muy bien en el plano económico y las necesidades que pretendíamos que el otro nos resolviera ya no están. O nos cansamos de aguantar durante tantos años los mismos conflictos y darles vueltas sin sentido. 

Varias de mis amigas que se han separado recientemente han sufrido violencia, traiciones gordas, mentiras, manipulación, amenazas... Algunas han necesitado ayuda para salir del agujero. Sus parejas no han estado a la altura de las circunstancias. No digo que mis amigas tengan la "razón" y que ellas sean las buenas y ellos los malos. Es importante desmarcarnos de esa corriente que acusa al macho de todos los males. Pero sí creo que las mujeres maduramos mejor muchas veces, sin generalizar. A ver si el patriarcado va a ser peor para ellos al final. 

Valdría lo mismo si es al revés. Sucede que uno de los dos miembros se responsabiliza de sí mismo y de las crías, se hace cargo. Y otro, más inmaduro, se evade en las adicciones (al trabajo, a las fiestas, a los juegos, a las pantallas, a las sustancias, al sexo... da igual), se enroca en las autojustificaciones, quiere seguir siendo un eterno adolescente... no es capaz de posponer sus propias necesidades infantiles que sangran y gritan. Con mucha frecuencia, uno de los dos se cansa de ser el soporte emocional del otro. O nos gritamos a la cara cada uno nuestras propias necesidades insatisfechas, y que el otro de ningún modo podrá satisfacer. Cada uno cree tener la razón y le pide al otro que cambie. Y la separación es inevitable. Casi siempre un alivio y la mejor solución para todos. 

Tras la separación, muchas de mis amigas están más contentas, más valientes, más seguras y han descubierto facetas de sí mismas que no conocían. Algunas lo han pasado muy mal, para luego renacer fortalecidas. Algunas han tenido que hacer grandes esfuerzos para salir adelante económicamente, lo cual siempre es difícil.

Otras, hemos sobrevivido en nuestras parejas, pero me doy cuenta de que es una especie de milagro. Que despertemos y la persona de la que nos enamoramos hace 18 años siga estando ahí y siendo la persona adecuada, que hayamos crecido en la misma dirección, que ambos hayamos aumentado nuestra capacidad de amar, de escuchar y de ofrecer al otro... es una probabilidad entre mil. 

Para todas mis amigas, las que tienen 38 y las que tienen 42, las que están solteras y no tienen hijos, las que están casadas y no tienen hijos, las que son madres solteras, las que son lesbianas con o sin hijos, las que se han separado, las que han vuelto a juntarse, las que mantienen feliz su pareja desde hace más de dos décadas, las que están en la cima de la felicidad, las que las han pasado canutas... para todas ellas, mi homenaje, mi admiración, mi amor y mi reconocimiento a su fortaleza interior, su valentía y su sabiduría!!!! Gracias por estar en mi vida. 


5 de noviembre de 2014

¿Por qué no tienen madre?

Por Ileana Medina Hernández



Me encuentro este artículo, muy malo, en el que intentan explicar por qué las princesas Disney no tienen madre. Como muchos comentarios ya advierten, las hipótesis que se manejan en él son absurdas. La duración de las historias no tiene absolutamente nada que ver (podrían durar lo mismo pero con madre en lugar de padre), y la biografía personal de W. Disney, aunque habría podido influir, tampoco es la causa.

La mayoría de las películas Disney están basadas en cuentos tradicionales, muchos de los cuales fueron fijados en lengua escrita por Hans Christian Andersen, los Hermanos Grimm, Charles Perrault y otros. Y ya entonces sus protagonistas eran huérfanas. La ausencia de madre viene de mucho más atrás  y está muy marcada en los mitos, leyendas y arquetipos de las sociedades patriarcales. El causante no es Disney.

Mi hipótesis es que todos estos esquemas narrativos esconden lo que Victoria Sau ("el vacío de la maternidad") o Casilda Rodrigañez ("la represión del deseo materno") han señalado como el secreto mejor guardado de nuestra civilización: el crimen de la madre. 

En realidad, la civilización (patriarcal) cuando discrimina y agrede a las mujeres, violentando el principio femenino, también violenta la condición maternal: las mujeres en condición de dominadas, no podemos ser la madre amorosa que cuide, proteja y sostenga a las crías. Y ese es precisamente el mecanismo a través del cual se transmite el patriarcado, el desamparo emocional, la violencia, la dominación... de una generación a otra.

Es largo de explicar ese "secreto". Si es la primera vez que te expones a esta idea y te resulta exagerada o extraña (buena parte del feminismo y de las creencias comunes creen que en el patriarcado la mujer ha sido "reducida" a su condición de madre, e ignoran la represión de la maternidad mamífera, amorosa, entrañable y real) te invito a que revises la obra de Casilda Rodrigañez donde explica y fundamenta largamente esta idea.

En realidad, todos somos un poco -o un mucho- huérfanos, aunque hayamos tenido madres aparentemente presentes y amorosas. Pues la crianza tradicional, basada en la autoridad paterna, la distancia, el castigo, el dolor y el maltrato infantil, reproduce generación tras generación una sociedad huérfana.

Y ese principio de la orfandad no está simbólicamente representado solo en historias como Blancanieves, Cenicienta, La Sirenita, Bambi o Nemo... sino también en la propia Biblia (la costilla de Adán como madre primigenia, María Virgen...) y en el mito fundacional de Roma, por ejemplo, donde es una loba y no una mujer quien amamanta a Rómulo y Remo.

Atraviesa de lleno toda la civilización, y sin embargo ¡no lo vemos!

Es pues, la orfandad la tragedia mayor a la que puede enfrentarse un ser humano, y paradójica y ocultamente, la más común.

Es la orfandad quien desencadena el conflicto vital de la/os protagonistas de los cuentos, y quien las lleva a buscar la felicidad perdida en los brazos del "príncipe azul", sustituyendo el amor primario por el amor sexual romántico, lo cual es una de las debacles emocionales más fuertes de nuestra cultura. (Ay, ¡cuántas parejas buscando maternaje en la otra o en el otro!).

Habría que analizar el largo papel que la orfandad -en sentido amplio el desamor primario- tiene en nuestra civilización, en nuestra cultura, en nuestra política y en nuestra forma cotidiana de funcionar. Interpretar el verdadero significado oculto que esa ausencia -notoria desde las mismas escrituras fundacionales de nuestra civilización- tiene, para comenzar a comprendernos.

Abrir los ojos.

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Artículos anteriores relacionados:

Los cuentos infantiles

Las "malas" madres